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INTENTO DE ESCLARECER EL PASADO DE VILLABUENA

Debemos de limitarnos a proponer no más de un intento de aproximación al pasado de aquellos primeros pobladores de la zona, que se podría tratar de un hábitat concentrado en núcleos reducidos de clan o tribus posiblemente indígenas, unidas o convertidas en los pueblos bastetano, veton o tartesso, que debió tener su aposento en la falda de la Peña de la hoy Villabuena del Puente, ya que esta zona está formada en un rincón insólito (de la hoy llamada Castilla, pero que no es del todo castellana), de incomparable belleza natural, valle con río, lagunas con cerros escarpados junto a espolones, ramblas de llanuras, vegas y praderas. En nuestros modestos estudios hemos concretado, que aquellos pobladores de la época campaniforme, solían ubicarse en estos pasajes, y cuando su jefe falleciera le seguirían guardando culto a este lugar. Y no nos vamos a quedar en suspense en este hecho admirado de expectación y que vamos a seguir buscando lo más próximo a la verdad, hasta el desenlace del cierre con la máxima perfección. No debemos quedarnos en suspense, porque para nosotros no nos cabe duda de que en este valle, se ha asentado el hombre desde siempre (admitiendo períodos de posibles despoblamiento), tal vez desde su aparición en la era cuaternaria atraído por los cursos de las aguas, que formaban tribus o poblados reducidos dentro de estas zonas fácilmente defendibles, por la proximidad de los ríos y el resguardo de peñas barrancosas, e incluso pudieron ser estables durante algunos años, regidos por el jefe del grupo dominante.

Nuestra comprensión basada en nuestros datos sacados de estudios de la zona, nos llevan a hacer referencia a los dos posibles pueblos o razas que debieron habitar en esta parte del valle sur del Duero, en las fechas de la cultura campaniforme. Los vetones sin cronología fija (y que más tarde se unirían a los lusitanos) parecen con signos de certeza habitantes de la zona, aunque su primer asentamiento fuera en la delta del Tajo, pero le debió ser factible lo que ya se ha mencionado con su asentamiento en este valle, que como vemos tenía las cualidades para ello. Aunque no se tratara de un asentamiento estable debido a su caracterización de nómadas, feroz en las guerras y bandolerismo, por lo que no le sería fácil situarse en un lugar fijo pero con opción a haber dejado sus raíces. Y que estas raíces parecen haber perdurado en hombres como Viriato, el Cid, el Empecinado, etc.

Tartessos también sin cronología fija, su identidad se conoció unos 2.000 años a C. De este pueblo después se ha dicho que procedían de África, pero su emplazamiento aún sigue siendo una incógnita por su naturaleza indígena. Su decadencia y desaparición debió de ser debido a los cartagineses. Pero recordamos que éstos, cuando la época fenicia cruzaron la península de sur a norte por la parte oeste, teniendo por ello opción a haber ocupado estas tierras ya que como sabemos, fueron los creadores de la ruta de los metales y que hoy conocemos como ruta de la plata; pues nada imposible pudo ser lo que ya hemos explicado, que siguieran el curso del gran río Guadalquivir hasta empalmar con el Guadalmena, afluente del Guadiana, cerca de la tierras de hoy Castilla, Ciudad Real y Toledo, que los aproximaría a esta zona.

Conociendo todos los datos que nos aporta el hallazgo del ajuar campaniforme de nuestro pueblo y el paraje donde estaba asentado, todo apunta a que esta tumba debió de pertenecer a algún destacado personaje de la sociedad de aquella época -entre Vetones o Tartessos- por los elementos que poseía tal enterramiento. Y según nos detalla el atlas histórico, en su apartado de prehistoria e historia antigua, la cultura campaniforme estaba basada en una sociedad jerarquizada dentro de la zona, triángulo Tajo, Duero y lo que hoy es Portugal, hasta el océano Atlántico.

Guiado por mi comprometida identidad con mi tierra, explico el relieve y afloramientos calizos de la montaña la Peña, la que resguarda el río. Esta bella cordillera o valle y que en aquellas fecha debió de ser aún más vigoroso por su fondo natural salvaje, donde en la soledad de sus empinadas pendientes de tierras areniscas, calizas y escarpadas en las paredes de la montaña de gran altura y que en sus barrancos anidaban y anidan cuervos, gavilanes, águilas, azores, alcotanes, aguiluchos, buitres, abejarucos, búhos, lechuzas, milanos, cucos, etc., que vuelan sobre el vacío, vigilando sus presas: zorros, conejos, liebres, reptiles, ratones, tejones, ardillas y en aquellos tiempos aún existiría el rebeco, venado, jabalí, lobo etc,. como nos lo demuestran los restos de huesos hallados en la tumba descubierta. Deduciendo que la ribera del río era bastante pantanosa con su caudal de agua, pues no debemos olvidar que el Guareña se formó de los lagos terciarios que forman el actual valle del río Duero y similitud a lo hoy llamado Ojo de Guareña, que nos hace recordar aquellos siglos pasados de los 60 millones de años. Anidarían aves acuáticas como la garza, el pato, grullas, abudillas, avutarda, alcaraban, entre otros animales que formarían sus madrigueras destruidas por inundaciones de riadas, en llanos y bosques. Pero nos figuramos que a estas adversidades habría que sumar otras en tiempos más calurosos de sequías e incluso se podría vadear el río para la pesca, con arbolados y sus frutos de los cuales, se podrían mantener bastantes seres vivientes, y a su vez los animales servirían de caza y alimento de supervivencia para el hombre. Debemos reconocer que aquel paisaje ha cambiado drásticamente y no se parecería en casi nada al actual; pero sí incidimos en que a lo largo de los siglos, en esta valle debe haber habido habitantes de diversas naturalezas, de raíces y orígenes diferentes. Tal paisaje entre estas fechas y aquellas tan lejanas, pudiera resultarnos tan extrañas hasta en sus costumbres, que si hoy lo viéramos como fue nos parecerían imágenes insólitas.

Dentro de esta zona reseñada, se extiende una vaguada, ladera y falda bastante amplia. En esta amplia falda, existe una colina -montículo- donde apareció el enterramiento, y según los resultados de nuestros estudios sobre pobladores prehistóricos del período neolítico, corresponde a mencionada época, admitiendo sus transformaciones rituales funerarias. En lo que se refiere a los enterramientos en el cuarto milenio a.C., se hacían en las cuevas, pero por ello este lugar sigue constituyendo las características ideales para el asentamiento de una tribu o grupo con la tumba, tal vez de su jefe dominante y también la esposa (según nos ha revelado Enrique Cases Vaquero, en reciente entrevista e intercambio de impresiones sobre el tema) al aire libre en fechas posteriores a los enterramientos en las cuevas.

No nos podemos suponer que esta tribu o grupo asentado en esta loma de montaña al noroeste, tuviera choza de cobijo para su jefe, a lo menos no han aparecido vestigios de tal existencia. Aunque las grandes crecidas del río podían haber acabado con los residuos de algunas chozas o cabañas que pudieran haber pertenecido a dicha tribu. La impresión es que los habitáculos en tales fechas en este lugar, pudieran estar acondicionadas en las grutas de salientes rocosos en las montañas cercanas a los ríos y estos pobladores utilizaran estas citadas grutas, cuevas o cavernas, que existían, aun siendo acondicionadas sus entradas como chozas, con madera y ramajes. Entre ellas las cuevas naturales que había y hay en su entorno, a no más de unos metros de distancia de donde apareció el enterramiento y que encima de una de ellas, bien a la vista con resultado enigmático una oquedad excavada en un corte vertical de la montaña, están las dos cuevas artificiales hechas por la mano del hombre -ya mencionadas- denominadas buracas, y que quizá por sendas que ellos mismos trazaran en estas lomas cubiertas de hierbas con matorrales, podían llegar hasta tal aposento que le serviría de cobijo, en un marco de hábitat colectivo, resguardándose en tiempos gélidos y pudiendo convivir con el jefe. Estos hombres primitivos de la época, parece ser que no se preocupaban de la arquitectura en la construcción de viviendas.

Pues en las últimas fases del neolítico, los cadáveres ya no se enterraban en las cuevas, lo cual produjo unas significativas transformaciones en las sepulturas. Ahora se empezaron a utilizar grandes bloques de piedras lo que pensamos que no era determinante para que en esta zona no se le diera ese culto a los muertos. Ya que en esta zona centro peninsular al sur del Duero había falta de tal tipo de piedras, lo que conducía a que estos enterramientos se hicieran excavando una fosa en cualquier montículo artificial o en el suelo, y todo indica que fue esto lo que se hizo en Villabuena.

Este complejo mundo de las inhumaciones, como vamos viendo, ha formado culturas y la de la época campaniforme existió hasta los 2.200 a.C., y en esta cultura, cierto parece que hasta la fecha actual se han encontrado muy pocas inhumaciones tan completas como la de nuestro pueblo; han aparecido otras en Iscar y Fuente de Olmedo, en Velas Valed o Tierra del Valid (Valladolid), San Boal (Segovia), Anduja (Ávila), Villa del Campo (Soria)... donde en algunas de ellas sólo tenían de ajuar un vaso, cazuela o cuenco, aún siendo de más valor. Testificando lo que apareció en la de Villabuena expusimos el texto de la obra del escritor German Delibes de Castro, El vaso campaniforme en la meseta norte de España, unido a lo expuesto en el museo provincial de Zamora y reflejadas en la historia de esta provincia. También matizamos, que pudo contribuir el que no muy distante del lugar, existían en aquellas fechas industrias metalíferas con yacimientos de estaño en lo que hoy se llaman Villalazan, Villaralbo, Casaseca de Las Chanas, Cuelgamures..., que en aquellas fechas seria Arbocela, el Alba, Wamba o sus cercanías.

Como esta determinado en bastantes anotaciones de historia, este valle del Duero, tanto de lado norte como de lado sur, en su zona centro, éste rincón del mundo quedo convertido en tierra, espacio de todos y de nadie, fronteriza de los distintos pueblos, tribus, clanes, etc. Y por lo que hoy sabemos desde que el hombre animal y racional ha existido en la tierra, las luchas han sido encarnizadas debido a la ambición de mando entre grupos, hasta la destrucción, en defensa de sus gentes y sus tierras.

De aquí nos surge la intuición de que nuestro actual pueblo, en lo alto y falda de la colina sudoeste en la izquierda del río, donde hoy existe la población, en aquellas fechas de la cultura campaniforme ya pudiera estar poblado -o tal vez antes- por alguna otra tribu, aún desconocida. (Más tarde averigüé que podía ser cierto que las dos partes del río habían estado habitadas). Pues la orientación que conocemos es que las primeras tribus pobladoras de la zona castellana se asentaron en zonas montañosas, rocosas y de fuentes de agua, siendo estos lugares elegidos para tributar culto a los dioses. El poblado denominado lugar de Villabuena, puede ser de los más antiguos de este valle, como se puede analizar en los espacios que se elegían para poblar, que solían ser las zonas de menos valor productivo, de ello puede derivar que este núcleo de población estuviera situado en terrenos con fuertes desniveles en las faldas de la Peña y el hoy barrio del Teso. Aunque la población actual, en lo que se conoce como tiempos más modernos, siempre ha tendido a asentarse en lo alto de la llanada. Esta tendencia a la construcción hacia lo alto del montículo nos lo demuestra la construcción actual, de las viviendas en cerco a la Iglesia, la cuál, como se verá, se asentó en tiempos muy lejanos en el pico de la loma (posiblemente despoblado) con su vertiente al norte, mirando sobre la Peña, y su vertiente al este, mirando al puente de piedra. En la vertiente oeste mira al camino de Toro y por la parte sur sigue discurriendo la colina con dirección al monte o teso la atalaya. Pero como hemos dicho, las faldas de montañas -en otras lejanas fechas- cercanas a los ríos, fueron siempre privilegiadas para el asentamiento del ser humano y que todo el desfiladero de la loma desde el barrio del cañal, el Palacio, comienzos del Teso, que siguen la ribera del Guareña, con sus pendientes bastante considerables, existen y existieron cuevas naturales y artificiales que pudieron servir de lugares de aposento o refugio a aquellas gentes, pobladores primitivos, adaptadas al medio natural y que satisfacían sus necesidades concretas por sus cavernas subterráneas, grandes y profundas al no disponerse de medios, ni conocimientos, para hacer otra clase de habitáculos.

Esta circunstancia nos hace pensar que lo que hemos denominado bodegas o galerías en nuestro pueblo podían haber sido habitáculos, que tenían y tienen sus entradas en un lugar denominado el palacio, donde hoy se encuentra una edificación tipo bodega artificial propiedad de un hijo de Imerio Hermosa, talmente en la entrada de la citada cueva; por lo cual desde este edificio se podría penetrar en la caverna de espacio natural. De ésta se ha dicho tenia su fin o desembocadura de salida en la zona del supuesto monasterio y que se decía, tenía su comunicación entre palacio y convento -ya reseñado- de la orden de los templarios “Caballeros Hospitalarios ” y que más tarde debió de ser ocupado por la cofradía del santísimo sacramento, siguiéndose llamando ese pago tierra del convento, lo que hizo pensar en el nombre de Villanueva de los Caballeros. Donde sí parece certero que en la edad media, existió tal convento. Y a unos 50 metros más abajo, en la misma senda que recorre la ribera del río, llamado el camino la Bóveda y frente a donde tal mente existió la fragua del señor Barrigón, hay otra entrada de galería o bodega y se cree, o se dice, que aprovechando el comienzo de la misma, con una tabicación, tuvo la vivienda o habitáculo con semejanza a una choza, o a lo menos se servían de ella la familia de Don Inocencio Diez (conocidos respetuosamente como los raballos) y que se ha dicho tenía su otra salida en el otro extremo del pueblo, donde estaba ubicado el matadero municipal, en el camino de Toro.

Hace escasas fechas el edificio del matadero (donde Porfirio sacrificaba las vacas y estuvo encerrada aquella que era brava) ha sido derribado para la construcción de otro servicio municipal y se dice que cedió el suelo al entrar a excavar con una pala moderna, descubriéndose la zarcera de esta galería, pero nadie ha podido testificar que dicho hundimiento esté relacionado con mencionada galería, al separar una distancia aproximada de la entrada a la salida de una longitud de mil y pico metros y que nadie puede testificar haber caminado tal trayecto, ni en esta ni en la otra ubicada en el palacio; pues de haberse realizado tal actividad, se podía haber recogido algún hallazgo arqueológico con huellas, para poderse juzgar si pudieron haber sido habitadas o no, por mencionadas tribus.

Las salidas de estas cuevas, bodegas o cavernas, ya decimos no lo podemos confirmar a ciencia cierta, porque lo desconocemos, pero sus entradas (aunque hoy se encuentran tapadas) han sido vistas y visitadas por muchas personas de las que hoy en la actualidad vivimos y que cualquier persona que se lo proponga (con dificultad) puede aún hoy comprobarlo. Hay quienes aseguran haber intentado llegar hasta sus fines en alguna ocasión y nunca lo consiguieron, porque en las fechas que lo debieron intentar lo hacían con velas o candiles y las corrientes de aire apagaban estas luces, con lo que su audacia hacia adelante quedaba cortada. En otras bodegas o cuevas de menos profundidad y longitud, debieron de llegar hasta sus finales encontrando excrementos de caballerías asnar, mular o caballar (tal vez de fechas más cercanas) que se domesticaban fácilmente, siéndole muy útiles al hombre y que los debían de encerrar de noche en estos aposentos para resguardarlos de los cuatreros que hurtaban estas bestias; en otras daba la impresión de solo haber estado habitadas por murciélagos. Como pasa con una galería que sale de la hoy bodega de Santiago Seco (para mejor entendernos “el señorita”) quien se dice que heredó de su padre Gregorio, se dice ser una parte de estas dos bodegas o cuevas antes citadas, pero que nadie ha podido confirmarlo.

La aceptación de estas cavidades subterráneas ha sido siempre tema de murmuración desde hace siglos, derivado de la historia de la ciudad de Toro, donde incluso, ha habido escritores que la han denominado como la ciudad de los dos pisos. En el primero -dicen- hay naves y galerías de pasadizos entre conventos desde la Edad Media, cosa que nosotros ni afirmamos ni desmentimos ya que también pueden ser bodegas creadas para la conservación del famoso vino de Toro y puesto que si estos caminos subterráneos se hubiesen creado para viajar de un lugar a otro debajo de tierra, tuvo que hacer falta medios y elementos para poderlos construir. Y de reconocer es, que en esta gran ciudad abundaba el clero con sus monjes y eran los hombres más sabios de entonces con su gran cantidad de vasallos y esclavos a sus ordenes. Al contrario que creemos que ocurrió con Villabuena, ya que nunca se ha podido permitir el privilegio y el poder adquisitivo de personas cuya ayuda se consideraba valiosa para tales fines y menos en la Edad Media. Si se pudiera tener alguna pista de que estas cuevas o galerías subterráneas de Villabuena, pudieran tener algún indicio de haber sido habitadas después del cuarto milenio a.C., ya que como sabemos se venían haciendo los enterramientos en estos corredores junto a las viviendas humanas, se pudiera quedar con la duda e incluso poderlo dar como hipótesis posible, de ser cuevas artificiales (siendo caso similar a la construcción de las buracas que más adelante explicáremos) puesto que lo que si se puede dar como fijo -según los hombres de ciencia- es que la cultura campaniforme dentro de la península, sus zonas más pobladas fueron el triángulo ya citado, Duero-Tajo hasta el Océano Atlántico, -donde se encuentra enclavado este lugar- por esto sí cabría la posibilidad de que estas cuevas pudieron haber sido habitadas y construidas por estas tribus, pero nosotros las consideramos siempre como naturales y con la hipótesis de haber sido habitadas por los primeros pobladores del lugar. Lo que quiere decir que la parte citada de hoy Villabuena del Puente, en la margen izquierda del río pudiera haber estado habitado por tales fechas de 2.400 años a.C. Pero como en las cuevas y buracas, el hecho de hacer una aproximación al análisis es muy difícil, pues los datos son nulos y con muy pocas posibilidades de comprobación por falta de fuentes fidedignas. Nada sabemos más atrás de la fecha de la inhumación campaniforme, ni de las citadas galerías que nosotros seguimos entendiendo como naturales y que tal vez pudieran haber sido utilizadas para enterramientos con sus habitáculos en las proximidades del IV siglo a.C. como por tradición parece que se hacía. ¡Ahí nos queda la incógnita!

Por lo qué con lo que sabemos y tenemos a la vista y acogiéndonos a lo escrito por Caro Baroja, los habitáculos y viviendas son un elemento fundamental de la cultura humana en el pasado y en el presente, de sus estudios podemos comprender las características de la sociedad como testigos de sus modos de vida y aquí parece que profesa la verdad entre Toro y Villabuena, en lo que se sabe de historia.

No obstante, de una forma u otra todos los ingredientes demuestran que si en la falda de la ladera de la peña, en el lado derecho del río hubo pobladores, no menos cierto es que en esta falda de montículo, en su parte izquierda también cabe la posibilidad -que en aquellas épocas- pudieron existir seres humanos, con sus tribus o familias, unidas tal vez por un interés común, donde crecieron y se desarrollaron. Posiblemente fueran abandonando el lugar por el enceste nómado o por la presión de otros oponentes en luchas y hasta pudo quedar la zona despoblada en ciertas ocasiones, tanto de un lado del río como del otro. Aunque el despoblamiento no se demuestra por ninguna parte.

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