INSPECCIÓN EN LOS EXTRARRADIOS DEL VALLE
El día siguiente era viernes, que era el día de mercado en Fuentesaúco. Como nos habían dicho que para saber más del valle y de sus poblaciones visitáramos el Club de Amigos de esta localidad y que en viernes era cuando podían estar algunos socios reunidos, a primeras horas de la mañana recogí a mi hermano y nos desplazamos a esta población, que hasta el año 1.989 fue partido judicial de nuestro pueblo. Cuando llegamos vimos mucha afluencia de público debido a ser día de feria. Preguntamos a algunas personas por el Club de Amigos de Fuentesaúco, nadie nos daba razón porque lo desconocían o porque no eran de la ciudad. Reconocimos que en la anterior visita a esta localidad no nos informaron bien, o no lo comprendimos bien. Echándole valor al tema nos dirigimos al ayuntamiento para que nos informaran sobre el departamento histórico, información y turismo. Un policía urbano nos dijo que no había nada de eso en la localidad, y sobre el club nos indicó que el presidente era el director de la entidad bancaria de la Caja de Ahorros de Salamanca, que estaba en un edificio contiguo al ayuntamiento. Agradeciendo su aportación, nos dirigimos al sitio indicado.
Entramos en el local y encontramos un gran tumulto de gente que se encontraba haciendo gestiones de banca, debido al día que era. A una persona de las allí presentes le preguntamos por el presidente, el cuál nos contestó indicándonos con su mano: “Aquel” -nos dijo- quien se encontraba ocupado atendiendo a un cliente. Cuando el cliente se retiró, nos dirigimos a la persona que le tocaba su turno, rogándole que si nos dejaba hablar unas palabras personales con el director y aunque no de muy buena gana accedió. Afectuosamente y con simpatía nos dirigimos al director haciéndole ver que él era la persona ideal para tal consulta -aún sin ser el momento adecuado- sobre el Club de Amigos de Fuentesaúco y de la información que deseábamos recoger. Este señor nos contestó que el club no poseía datos sobre lo que nosotros deseábamos y que además casi no se ejercían actividades culturales. “Solamente nos reunimos muy de vez en cuando en reuniones de amigos simplemente, no como una institución como a ustedes le han dicho” nos contestó. Sin más perdida de tiempo le rogamos excusas y agradeciendo el tiempo que nos había prestado nos despedimos con el ánimo y moral decaído sobre nuestra voluntad del saber más sobre nuestra investigación.
Le comenté a mi hermano que me gustaría hacer el recorrido de la calzada o cañada primitiva real entre Salamanca y Toro la cual nacía en esta ultima ciudad, yendo a unirse a la antigua senda de los metales fundada por el pueblo Tartesso y que más tarde utilizarían los romanos desde Agusta Emérita (Mérida) hasta Agusta Asturica (Astorga), que posteriormente sería y aún es hoy llamada Ruta de la Plata extendida desde Sevilla hasta Gijón, y que también usarían los árabes para cruzar la península años más tarde. Esta ruta real -como decimos- nacía en Toro, pasaba por Valdefinjas, Venialbo, El Piñero, Fuentespreada, Cualgamures enlazando con la senda de los metales en la localidad de Cubo del Vino, ciudad primitiva y que es limítrofe con Valparaíso donde naciera el Rey llamado montesino Fernando III “el Santo”. Lo de real puede venir de que desde Toro, Juana de Austria, hija de Carlos I y hermana de Felipe II, fue el camino que siguió para ir a contraer matrimonio con el príncipe heredero de la corona de Portugal llamado Príncipe de Brasil, y más tarde sería Juan II de Portugal, que se celebró en Lisboa.
Mi hermano accedió encantado a ir conmigo a correr la estepa castellana arbustiva y de vastas llanuras. En aquellas horas el ciego sol ya abrasaba al estrellarse en el parabrisas del coche, siguiendo y recorriendo la ruta marcada. Cuando entramos en Venialbo, recorriendo el río Talanda y la existencia de sus tres molinos harineros, recordamos el nombre del pueblo de origen de apellido famoso que tuvo mucho que ver con la repoblación de nuestra Villabuena y otras cosas o hechos relacionados con nuestro lugar de nacimiento. Continuamos dirección a Valdefinjas, ese lugar en que se dice que un día le dijeron a Gonzalo de Córdoba “el gran capitán” ¡pelea Gonzalo, que en valde finja!, y así quedó el nombre de dos pueblos: Peleagonzalo y Valdefinjas. Cierto es que esta carretera comarcal 610 nos recordaba bien a la calzada romana por su pésimo estado de abandono, por la que nadie transitaba y hasta imponía respeto la soledad del lugar. Cuando nos faltaban unos dos kilómetros para llegar al lugar donde fijó o descansó “el gran capitán”, paramos para contemplar estas zonas, casi desiertas, donde mi hermano me marcó la cercanía de una finca de su propiedad en el Pego llamado el valle la francesa, en el término de Toro. Más adelante también me indicaría donde estaba la llamada casa del alemán, que yo había oído nombrar, por ser residencia de un antiguo doctor en medicina, pero nunca la había visto ni de cerca, ni de lejos.
Al entrar en Valdefinjas me recordó mi hermano que un primo nuestro ascendente de nuestro padre y nativo en Villafranca del Duero se había casado en este pueblo y que ostentaba el puesto de alcalde, acordamos visitarle. A un señor que cruzaba la Plaza de la Iglesia pisándose su sombra bajo los rayos del tórrido sol, le preguntamos por el domicilio del alcalde, nos indicó que allí cerquísima en la plaza vivía. Tanto su esposa como él nos invitaron a comer con ellos, lo cuál agradecimos pero no accedimos. Le explicamos la misión de nuestro viaje, y nos llevó hasta el ayuntamiento (que estaba a un paso) para mostrarnos las obras de mejora realizadas en el pueblo y un proyecto de reparación de la carretera comarcal 610, hasta el empalme con la comarcal 519 (Toro-Pedrosillo), que buena falta hacía, al tiempo que nos hacía entrega de fotocopias sobre la historia de este pueblo, sacadas del catálogo monumental de Toro y su alfoz, escrito por José Navarro Talagón en el cuál se cita que los pueblos más próximos son Peleagonzalo, Villabuena y Venialbo, no consta como sí ocurre en el diccionario de Madoz, que su término raye con el de Villabuena, cosa que no existe en la actualidad y generaciones pasadas así lo recuerdan. Nada se puede dudar de Madoz si en divisiones territoriales anteriores pudiesen haber sido linderos. Leoncio -nuestro primo- nos dice que él se ha preocupado por la historia de este pueblo y hasta ha conseguido el escudo heráldico de armas de la localidad, el cuál se exhibe en la fachada de la casa consistorial mostrándonos con orgullo y vanidad esta gloriosa gesta de la historia local, que unida a la regional y comarcal forman nuestra historia de España.
El alcalde nos dice: “si queréis obtener el escudo de vuestro pueblo, yo os puedo echar una mano, el día ocho de septiembre es la fiesta de la Virgen del Canto, patrona de la ciudad de Toro, en esta fecha se reúnen todos los prelados de la diócesis de Zamora en la ermita del Canto; uno de estos prelados fue el que me facilitó a mí éste -refiriéndose al de Valdefinjas- si podéis venir ese día os presento a ese señor y seguro que os lo consigue”. Yo accedí aunque para ello tuviera que desplazarme desde Asturias, pero con tan mala suerte que me surgió una enfermedad no pudiendo acudir a esta cita.
Mi hermano tenía prisa para retornar al pueblo, creo que por jugar la partida al dominó, por lo que despedimos a nuestro primo, incluyéndolo en esta lista de agradecimientos, aunque éste era más especial como familia y la cooperación que nos prestó para haber podido conseguir información sobre el escudo heráldico de nuestro lugar de nacimiento, con lo que podíamos haber agilizado el resurgimiento de los estudios históricos de este lugar, villa, aldea, pueblo, alquería, caserío, cillero, majada de Villabuena, acercándonos a ver si hubo algún personaje de raíz heráldica que pudiera haber pertenecido a alguna orden y conseguir este título de nobleza, aunque fuera atribuido como nativo de Toro, que su alfoz acogía a este lugar y que allá por el siglo IX se fundaron las primeras heráldicas en esta ciudad.
Pues esto realmente es una estrategia que se ha convertido en una pura realidad dentro de la historia. Hay que tener presente, que hechos que se dan como surgidos en ciertas zonas, villas o ciudades van ceñidas a la fuerza de la categoría del centro del concejo. Citaremos algunos como ejemplo, diremos que Carlos I de España y V de Alemania pisó tierra española por primera vez en un pueblecito marinero de Asturias llamado Tazones, sin embargo la inmensa mayoría de los escritores e historiadores lo dan como que éste pisó tierra en Villaviciosa, que dista del mar unos 11 kilómetros, ¿Por qué?, porque esta villa era y es la ciudad del concejo a cuyo ayuntamiento y demarcación jurídica pertenece Tazones, con otras muchas mas localidades que en aquellos tiempos serían aldeas remotas o caseríos. Rodrigo Díaz “el Cid Campeador”, hay escritores e historiadores que lo dan como nacido en Burgos, sin hacer constar que el lugar o pueblo donde nació se llamaba Vivar y dista de la capital 9 kilómetros. Ramón de Campoamor, escritor y poeta, lo dan nacido en Navia, cuando su verdadero lugar de nacimiento fue en un pueblecito llamado Piñera, a unos 15 kilómetros de Navia (Asturias). Y seguiríamos poniendo miles de ejemplos que nos incitan a pensar que en nuestro pueblo actual, podía haber pasado algo como lo reseñado, y un ejemplo próximo a nuestra tierra nos lo da la famosa batalla de Toro, esta no ocurrió en esta ciudad y sí en las proximidades de Peleagonzalo, y San Miguel de Gros, -hoy desaparecido- pero la gran fuerza de la villa y cortes, le robo la popularidad. Por ser sede del concejo, como le pasaba a nuestro pueblo.
Hoy que continuamos escribiendo este libro, ya sabemos que el escudo de nuestra Villabuena del Puente se encuentra construido desde el año 1.952 coincidiendo con la coronación de la Virgen del Canto, patrona de la ciudad de Toro y que fueron expuestos todos los escudos de los pueblos, que en su día formaban el alfoz toresano, habiendo sido construidos por los prelados de la diócesis de Zamora. Dicho escudo lo hemos visto y exhibido considerándolo acertado -en su momento le daremos su comentario, aunque no consigamos saber la base de su fundación, pero como su imagen nos muestra, parece la más acertada-. Lo que sí conseguimos ver este año (mi esposa y yo) por primera vez en nuestra vida, fue la celebración de la fiesta de la Virgen del Canto patrona de la cuidad toresana en ese día 8 de Septiembre. Nos emocionó el embellecimiento de la imagen, así como el canto a la Virgen y todo lo que componía su procesión; y más, porque nos simbolizaba el recuerdo histórico que tenemos de esta ciudad. En dicha procesión iban imitándose a la viuda rica de Toro, con el traje formado por falda de terciopelo, pañoleta cruzada, medias caladas y zapatos bordados con ribetes de oro; en flecos aderezado se lucían gargantillas, sortijas, pendientes del precioso metal. También se lucía el traje, denominado de labradora, combinado con falda y delantal de terciopelo rojo y mantilla de terciopelo negro en la cabeza. Todo bordado en plata y oro, medias blancas acanaladas con zapatos negros. El hombre iba ataviado, con chaqueta y calzón de paño negro, botones de plata, camisa de hilo con pechera bordada, faja roja, botas negras, gorra con piel de nutria y capa sin mangas. Ese recuerdo simbólico, era el burguesismo o conjunto de alta nobleza que representó en sus tiempos la ciudad de Toro, y hasta creímos observar en algunas personas de edad madura, que se sentían adictos a la herencia.
Mi hermano y yo desde Valdefinjas, nos dirigimos de vuelta a nuestro pueblo, y según íbamos por la carretera comarcal 610, veíamos de frente la ciudad de Doña Elvira, distinguiéndose perfectamente la falda de la montaña donde hoy se asienta la ciudad de Toro. Recordé haber leído en más de una ocasión que las llamadas laderas de la baltrasa (faldas del Espolón) son muy ricas en yacimientos arqueológicos. No me cabía la menor duda. Cómo hipótesis, entiendo que el primer poblamiento de esta ciudad no pudo estar donde hoy existe. Pues creo sinceramente que este no era el escenario adecuado que nos marcan los hombres de ciencia sobre las tribus humanas primitivas, las cuáles sí guardaban aposento en parajes como las faldas o laderas de las montañas a la vera de los ríos, como sucede aquí con el Duero y su vega espléndida a los pies de la pendiente de donde se aposenta hoy Toro. Contribuyendo a nuestras creencias los estudios sacados en los archivos de esta ciudad, en la casa de cultura y concretamente creemos ha sido en la obra de Antonio Gómez de la Torre “Coreografía de Toro”, donde se hace constar con un gráfico lo habitado en la era romana, que marca una circunvalación saliendo del puente de piedra sobre el Duero (zona sur) sube por la falda de la montaña (zona norte), hasta los límites de donde hoy se encuentra la Colegiata, y vuelve a bajar circunvalando hasta empalmar con la misma entrada del puente mencionado.
La reconstrucción de la ciudad que hoy está asentada en la llanada de la montaña, debió de ser allá por el año 879, cuando el rey asturiano Alfonso III buscando una fortaleza militar con su alcázar de estrategia montañosa a orillas del río padre, y su hijo (García I), debió culminar la labor para la defensa contra los árabes.
Con dirección a nuestro pueblo por la ribera del Guareña (hoy carretera comarcal 519), intenté ver algo que desconocía, la desembocadura del río Guareña en el río Duero, donde se veía una explanada unificada con la vega de Toro, denominado Llanos de la Guareña. Mi hermano dijo que era muy tarde para llegar a comer, aunque pienso que también era por la partida al dominó. Sin más, seguimos viaje a nuestros domicilios. Cuando comenzamos a entrar en terrenos más escarpados y sinuosos (lo conocíamos bien puesto que es hoy propiedad de Villabuena), encontramos Paradinas, aldea que fue común, salvo unos prados que eran de Alfonso de Ulloa, heredados de su padre que tuvo un mesón -de los transeúntes que por el lugar pasaban viene el derivado de Paradinas- construido en el año 1.788 con una casa de campo y dos molinos harineros, llamados el Pisón y el mismo Paradinas. Esta es zona de buenas huertas y buenos frutales por la abundancia de agua, y según las leyendas esta aldea tuvo diezmatorio propio.
Siguiendo hacia el pueblo pasamos el vado de los sevillanos y casilla del cuco, a continuación nos metemos en otra aldea declarada años atrás también como común, salvo por unos prados que eran de Andrés Rui Ulloa y de su hermana María Rui esposa de Fernando que heredaron de sus padres, los Ulloa de Toro. Cuando esta aldea, llamada Palomar, fue propiedad del padre de Diego de Ulloa, allá por el año 1.492 este pretendió poblarla, construyó una iglesia que tuvo su reedición a ermita dependiente de la Iglesia de San Lorenzo de Toro. Y desde el 24 de Junio hasta el 1 de Noviembre se celebraban misas para que las oyeran las personas dedicadas a las labores del campo; después se convertiría en señorío secular por pasar a ser propiedad del marques de Cardeñosa y a la casa de los Bernales.
Cuando llegamos al pueblo, mi hermano debió de marchar al Café a jugar la partida. Yo como no soy hombre de bares, seguí estudiando el libro de historia de Bóveda de Toro, visitando ciertas zonas del pueblo, admirando la belleza geográfica que circunda la población con sus vistas tan pintorescas desde el barrio del teso, que hasta con las riadas y crecidas del Guareña -con todos sus perjuicios- se ve embellecido.
No se puede decir lo mismo de su casco urbano, que da la impresión de haber sido un pueblo totalmente marginado de trabajadores de la tierra, pero sin terreno, explotados por señores latifundistas -como en todo el valle pero fácilmente aquí más acucentado- que ni aún llegaron a tener sus residencias en el lugar; prueba evidente es, que no existen casonas señoriales ni blasonadas, no hay raíces de personajes de linajes, ni de hombres de los llamados de honor y gloria. El trazado de sus calles parece no han tenido relevo desde que se fundara la población.
La población actual está situada en una colina de pequeña altura al sudoeste del Guareña, en un recodo que hace el río y al otro lado, al comienzo de otro recodo al noroeste se encuentra la gran montaña, esa que resguarda al río de los fríos del norte y nordeste, con terreno escarpado y alturas de buenas pendientes, subidas y bajadas intransitables, muy peligrosas que empalman con ondulaciones, recodos y colinas prolongadas por donde discurre el río valle abajo con su arbolado y verdor de las riberas, pasando por el molino harinero Sopeña, siguiendo por el risco y las aldeas de Palomar y Paradinas hasta su desembocadura en el Duero cerca de otra aldea, que se incluye en el valle llamada Timulos.
Esto me recuerda a que cuando yo era casi un niño, nuestro padre era comisionista de vinos y venían gentes de distintos puntos de España a comprar vino de Toro, entre los compradores le oí decir a alguno, que era uno de los pueblos más bellos que conocía de Castilla, refiriéndose a él geográficamente hablando. Yo entiendo que lo que este señor dijo, llevaba mucho de cierto. Por su similitud a un belén, sin ser tierras de Judea. Y lo embellecen más aún, unas cuevas que hay en la pared de esa montaña, la que resguarda al río de los fríos del norte, tal mente en la posición que da vista a la población, lo que le da un primor de atractivo al lugar y que representa a los vecinos una hipótesis, incógnita o enigma, puesto que estas dos cuevas, separadas una de otra por unos 80 centímetros, han sido construidas por la mano del hombre. Esto se puede constatar entrando en ellas como lo hemos hecho varias personas hace años. Hoy, el acceso hasta ellas es más difícil debido a la erosión que ha desgastado una especie de escalera sobre la pared del barranco por la roca arenisca para llegar a sus espacios. Nadie da fe de su posible construcción y todos nos preguntamos ¿con qué fin serían hechas?, ¿cómo se las arreglaron para picar en este sitio tan estratégico?, y si hubiese sido en tiempos no muy lejanos ¿dónde está el escombro que sacaron?. Además, tal mente debajo de estas cuevas artificiales, existe una cueva natural de grandes proporciones, llamada la raja de la peña, y hoy no se puede apreciar más estas proporciones de amplitud, debido tal vez, a que ese escombro de las cuevas artificiales taparan su espacio convirtiendo a lo largo de los siglos en espacio que se considera natural. Pero que sin duda alguna, hoy está impidiendo subir perpendicularmente hasta el lugar donde se encuentran las artificiales por el saliente rocoso que cubre la cueva natural, en las que se dice tenían su refugio los primeros habitantes, después de dejar de vivir al aire libre, para librarse de los tiempos gélidos. Después de esta cueva -natural-, en la misma ladera, existe una roca llamada la piedra de las nueve, que simboliza un reloj para medir las horas, que en aquellos tiempos debía ser de gran utilidad, puesto que la luz del sol proyectaba la sombra de la montaña e indicaba la hora de las nueve y la misma raja antes mencionada las once de la mañana. Como era tan visible desde distintos puntos, los lugareños de parte del valle se servían de estos medios para su orientación, como en otros lugares se guiaban por cuando sus plantas abrían sus flores al no existir relojes como los actuales.
En los estudios del Diccionario de Madoz hay un lapsus, error u omisión, ya que al citar el paso del Guareña por nuestro pueblo, nombra a éste como Villanueva y lo sitúa como el último pueblo del valle donde sus aguan vierten al Duero. Lo de Villanueva lo hacen otros escritores en épocas mucho más reciente que más adelante intentaremos aclarar, y que en parte sigue sembrando dudas esta denominación del lugar.
El día siguiente –martes- de este mes de Julio, marché a Zamora y después a Toro visitando las casas de cultura y archivos históricos de estas dos ciudades para buscar aclaraciones sobre el antiguo Algodre, sobre Villanueva, algún topómino del Guareña y algo sobre la cañada de Toro a Salamanca.
Mis investigaciones aclaratorias me dieron como resultado, que el cambio del nombre del pueblo de Algodre por Torrecila, pudo ser cierto; pues solamente pude encontrar otra localidad con este nombre en todo el ámbito nacional y precisamente al lado de la capital de Zamora, a tan solo 16 kilómetros, entre Coreses y Gallegos del Pan. No me sucedió así con el posible nombre anterior de nuestro pueblo (Villanueva), ya que existen hoy en la actualidad 61 localidades con este mismo nombre en España y mi deber era revisar su procedencia cotejando unos datos con otros e incluso con algunos pueblos ya desaparecidos. Y precisamente encontré dos en la actual provincia de Zamora, que realmente fue donde centré el círculo de atención para tener más eficacia en la búsqueda de datos, así como en las provincias limítrofes.
Villanueva de Valdejema, se sitúa en el partido de Toro, en el término de Villalazan; según leyendas estadísticas hace como dos siglos y medio dejó de existir, hoy no se encuentran vestigios o rastros de su existencia. Villanueva de mal Sentado, situada en el partido de Bermillo de Sayago, termino de Torre Gamones, donde se dice hubo un pueblo con este nombre y que aún se conservan vestigios de sus ruinas con una Ermita destruida. El resto de Villanuevas actuales dentro de la provincia de Zamora, son: Villanueva de Gallegos, a 13 kilómetros de la capital; Villanueva de Campean a 20 kilómetros; Villanueva de Azoaque a 62 kilómetros; Villanueva de las Peras a 61 kilómetros; y Villanueva del Campo a 65 kilómetros.
Dentro de la provincia de Valladolid tenemos: Villanueva del Duero a 18 kilómetros de la capital; Villanueva de San Mancio a 44 kilómetros; y Villanueva de los Caballeros a 62 kilómetros, y es este pueblo es el que se piensa que pudiera estar relacionado con el nombre de nuestro pueblo ya que después de las distintas distribuciones territoriales debió pertenecer a la antigua provincia de Toro y más tarde a la de Zamora e incluso hay alguien que ha escrito que a nuestro pueblo se le llamo así: Villanueva de los Caballeros. Esto quizá sea atribuido a que hace algunos cientos de años, existió en nuestro actual pueblo un monasterio de la orden de los templarios, caballeros hospitalarios; pero aparentemente, creemos que nada más tiene o debe tener que ver. En la provincia de León encontramos a Villanueva de las Manzanas, y en la provincia de Salamanca Villanueva del Conde. Dejamos este entorno donde quedaban el resto de las 61 Villanuevas.
En el centro de estudios históricos de Zamora en conversación con don Florián Ferrero Ferrero, se hizo constar sus errores u omisiones en la obra de historia publicada que trataba de esta provincia, donde se hace constar que la tumba Campaniforme fue descubierta en Villanueva del Puente, en las páginas que citamos (21, 25, y 29) con sus láminas ilustrativas. Cosa que reconoció su error al no citarlo como Villabuena del Puente, hoy.
Cuando leímos en el libro histórico de Bóveda de Toro las expresiones de su autor José M. de Vicente haciendo referencia a que él pensaba que todos los ríos se llamaban Guareña, sentimos una nostalgia de la realidad y creemos que todos los que hemos nacido y vivido en este valle hemos tenido esos sentimientos de pensar en nuestro recuerdo al Guareña. Sentimientos tal vez llevados por el signo o dependencia natural que el hado o destino tiene y con ello nos influye a la acción de la naturaleza. Porque de la naturaleza viene la corriente de agua, el río y sus riberas, charca o prado de abundantes pantanos; pues el vocablo que viene derivado de Guareña esta englobado en todo lo citado y esto a su vez es origen de las palabras árabe wandio guada, cuyo significado real es río, agua.
Guareña puede ser dilatado al aumento del impetuoso río Guadalquivir con su impresionante delta, dunas, pantanos y marismas, y que como hemos citado pudo hacer sus primeras apariciones el hombre primitivo en nuestra península. Sus razas con sus lenguas procedentes de un origen común atribuyeron a este nombre como a otros muchos ríos de la zona peninsular como son Guadiana, Guadarrama, Guadalete, Guadarranque, Guadianamenor, Guadahortuna, Guadal, Guadalupejo, Guadianalto, Guadiola, Guadalimar, Guadalmellota, Guadialto, Guadalentin, Guadalupe, Guadalhorce y Guadalmena, afluente del Guadiana que nace cerca de los montes de Toledo y comparte con el Tajo la meseta sur de la península manchega, recogiendo aguas de la Sierra de Cazorla en la provincia de Ciudad Real, y otros tantos lugares de charcos, lagos y lagunas como la zona de Espinosa de los Monteros, llamada hoy Ojo de Guareña en el norte de la provincia de Burgos donde nacen ríos y arroyuelos que en vez de descender de las montañas, se dirigen hacia ellas y sus aguas desaparecen debajo de las mismas.
Otro de los temas a aclarar, de nuestras dudas, era si la calzada de Toro a Salamanca pasaba por Villabuena o no, ya que en la reciente edición de la obra histórica de Zamora, en la página 68 se hace referencia a esta vía de comunicación, y la desprenden desde Bóveda a Valdefinjas, cosa que poníamos en duda puesto que geográficamente no parece el trazado más idóneo. Si se hubiese hecho constar que dicha vía antes de entrar en Toro engarzaba con la calzada real que ya hemos mencionado, que se extiende del Cubo del Vino, Valdefinjas, Toro, pudiera ser más certera la información. Sabíamos que nuestro pueblo, lugar, aldea, majada o caserío, existía y que en la senda y calzada citada se encontraba la Ermita del humilladero, como existía en todas las inmediaciones de las zonas pobladas del valle. Este tema no lo pude aclarar, pero esa noche hablando con mi hermano el ex-alcalde (D.E.P.), quien fue administrador de la marquesa de Villachica y que tuvo que gestionar la venta de esta heredad, me confirmó que una de las fincas que se vendió para casco urbano, en la escritura figuraba que en su parte sur lindaba con la calzada que une las ciudades de Toro y Salamanca, lo que nos confirmó que esta vía pasaba por Villabuena o cercanías.
Antes de esta aclaración con mi hermano, cuando retornaba de Zamora y Toro, me propuse ver la desembocadura del río Guareña en el Duero y el último pueblo del valle, Timulos (según algunos escritores y Témulos según otros). Seguí la carretera con dirección a Villafranca del Duero y Castronuño (antigua calzada de servidumbre comercial entre las ciudades de Toro y Medina del Campo), pueblos cercanos al nuestro y que en este va y ven de divisiones territoriales han pertenecido a la misma provincia, mientras que hay escritores -como hemos visto- que dan los términos confines al nuestro. De Villafranca del Duero poco sabemos de su existencia; aunque según reseña en la historia de Castilla de las Merindades y la Castilla de las comunidades de villa y tierras, nos dice que en época del rey Alfonso VI, en el año 1.075, la comunidad de Medina del Campo, al estar rayando con la orden de S. Juan de Jerusalén en localidades del valle del Guareña y con el reinado de León, a esta comunidad Castellana de Medina del Campo le fueron agregados cuatro municipios históricos del reino de León al sur del Duero: Fresno el Viejo (hoy despoblado), Torrecilla de la Torre, Castronuño y Villafranca del Duero. Los tres primeros colindantes con la comunidad de Medina y el cuarto sin frontera con dicha comunidad, pues era una aldea de la ciudad de Toro. Esto nos da idea que esta población ya existía cuando se dice que Témulos fue deshabitado, aunque fuera una triste aldea de las muchas que debían existir por aquellas épocas. Pero también se puede comprobar que fue poblado o repoblado este lugar de Villafranca en épocas más recientes que Castronuño. Este último puede tener algunos orígenes en épocas romanas y gran parte de su historia medieval de cuando el Duero era eje de la frontera entre moros y cristianos como un punto castro fertilizado de defensa. Esto alude a una parte de su nombre (castro) y la otra alude a Nuño Pérez, alférez mayor del rey Alfonso VIII, quien lo repobló con el nombre actual. El castro fue convertido en castillo, llamado de la muela, y más tarde demolido, se dice que ordenado por uno de sus hijos del pueblo Fray García de Castronuño, que fuera obispo de Coria con gran poderío en toda la zona y parte del territorio peninsular, por ser confesor de la reina doña Catalina, esposa de Enrique III.
Fue centro de gran atención durante los reinados de Juan II y su hijo Enrique IV donde el primero ordenó sentencia contra don Alvaro de Luna y se dice fue elegida princesa de Asturias Isabel la Católica. En la guerra de sucesión entre Isabel y Juana la beltraneja a la corona de Castilla, Castronuño siempre estuvo de parte de Alfonso V el africano de Portugal, tío de la beltraneja, y después que este se retiró de la derrota en la ciudad de Toro se vino a refugiar en esta localidad, que fue una de las últimas plazas que se rindieron a los reyes católicos. Los habitantes del lugar, cuando derribaron el castillo, para evitar males mayores, con sus piedras edificaron la iglesia de Santa María del Castillo, actualmente desaparecida. Hoy tienen una ermita que ejerce de templo parroquial y que fue construida en el siglo XII. Monumento románico muy importante.
Con el nuevo embalse de San José, en el río Duero se ha originado abundante vegetación con interés ecológico, han sido observadas hasta 224 especies de distintos vertebrados. Villafranca y Castronuño hoy pertenecen a la provincia de Valladolid.
Siguiendo con dirección a estas poblaciones tenía que pasar un puente sobre el río Guareña, al pasarlo, salía un camino que yo pensé que seguiría la ribera del río hasta su desembocadura al Duero, puesto que no debía estar muy distante. No fue así, esta senda se dirigía a unas casas de labranza, abandonadas y llegando a ellas creí estar en la población de Timulos; pero no lo podía saber, aquello era una angusta soledad. Eran las dos y media de la tarde, hora de gran calor del verano riguroso del mes de Julio dentro de estas zonas castellanas. Eché un vistazo a mi alrededor y ningún ser viviente se veía. Allá entre álamos y chopos rugía el sonido de un motor de riego, retrocedí para atrás buscando el sitio del sonido y encontré una senda con roderones de tractores llenos de agua que antes había dejado a mi izquierda. Paré el coche y volví a revisar la zona y como a unos 300 metros divisé a una persona en la explanada de la vega al lado de unos frondosos arboles, me dirigí hasta donde estaba por la senda de roderones por donde mal pude pasar. Con más confianza en mi al comprobar que en la explanada había un coche y me dije “por donde ha pasado ese, también pasa este”.
Al llegar hasta dicho señor, éste me miro un tanto asombrado, tal vez extrañado de que pudiera haber llegado hasta allí. Le saludé y le pregunté que si aquellas casas abandonadas y en ruinas eran las del pueblo de Timulos. “No señor” -me dijo- “Timulos queda más allá, cerca de Villafranca”. Me pidió un bolígrafo y papel trazándome un plano para que pudiera llegar a tal lugar. Después le pregunté el punto donde se juntaban el Guareña y el Duero, me contestó sobre el plano que él mismo me había marcado. “Para dirigirse a ambos lados debe usted salir a la carretera de Villafranca; para seguir a Timulos gire a la izquierda -como indica el plano- y para ir a la desembocadura del Guareña debe girar a la derecha, pasar el puente con dirección a Toro y le sale un camino que va siguiendo la ribera de este río. Cuando llegue a una casa que pone Reto, allí pare el coche y baje hasta el río, ya que es justamente el punto donde las aguas se juntan con las del Duero”.
“Usted no es de por aquí” -me dijo- le contesté que yo era de Villabuena del Puente, “lo que pasa -me expliqué- es que desde muy joven vivo en Gijón (Asturias)”. Este señor, que era joven, me dijo que conocía muy bien Villabuena y que estaba vinculado a una familia de mi pueblo, “hace muy poco tiempo acaba de marchar un señor de su pueblo de aquí” -me dijo-. Me siguió explicando, “la Guareña desde este punto a su desembocadura va girando hacia la izquierda con lo cuál va angularmente paralela al Duero y en este triángulo es donde nos encontramos nosotros. Para ir desde aquí a su desembocadura con choche es de todo punto imposible y caminando poco menos, al tener que salvar huertas, alamedas, matorrales, zarzales, etc.”.
Nos despedimos, agradeciéndole su reconocimiento a la ayuda que me había facilitado y que verdaderamente me iluminó la senda para descubrir una zona paisajística natural y atractiva como es esta zona de Timulos. Por ello no es de extrañar la reseña que hace Pascual Madoz en su diccionario histórico, ya que entre otras cosas dice literalmente: Timulos partido judicial de Toro, se descubren sus ruinas en una hermosa llanada camino de Villafranca, sobre la ribera meridional del caudaloso Duero, su terreno es de muy buena calidad, produce excelentes vinos. El antiguo pueblo se llamó Témulos, en el año 1.552 contaba con 35 vecinos, su despoblación se cree originada por la peste en el año 1.600. Según las proporciones que goza este sitio de salubridad, agua potable y montes inmediatos parece sería fácil y útil su repoblación. No es descabellada la idea que a escasa distancia en la misma vega se repoblara, la aldea de la Villa Franca del Duero.
Esta zona natural hoy aún se ve más embellecida teniendo ventajas de mejora por un embalse de moderna construcción en el río Duero, cuyas aguas daban la sensación de ser del color azul del mar y no ser subterráneas de manantial potable con su color verdoso. Cuando llegué al pueblo o poblado abandonado me supuse que era Timulos por una ermita que describe Madoz, pero que después de algunas, aclaraciones concluí que dicha ermita no era la que describe Pascual y si una construida en el presente siglo. A nadie pude ver para preguntar; el retroceso de las aguas del embalse casi bañaban el antiguo poblado. Me bajé del coche y estuve visitando visualmente el lugar, observando un edificio deshabitado -como todos- con un ábside de entrada donde su arco se apoyaba en unas columnas de piedra de sillería labradas tipo blasonado estilo antiguo convento y para mas semejanza a lo dicho, encima del ábside había un cuadro formado de azulejos donde representaba una imagen de un Cristo de medio cuerpo que con su expresión de mirada daba más tristeza, si cabe, al abandono del lugar. En los mismos azulejos del cuadro marcado con azul celeste había una inscripción que hacía alusión a la nobleza de las gentes del lugar. Para poderlo leer tuve que hacer uso de unos prismáticos, que suelo llevar en el coche, ya que mi vista no distinguía bien el contenido de lo escrito además de estar bastante alto. Decía así:
BENDECIRÉ
LAS CASAS DE QUE DE MI CORAZÓN SEAN
EXPUESTAS Y HONRADAS PERSONAS QUE
PROPAGUEN ESTA DEVOCIÓN, TENDRÁN ES-
CRITO SU NOMBRE EN MI CORAZÓN Y JAMÁS
SERÁN BORRADAS DE ÉL, LAS CASAS RUINO-
SAS Y OLVIDADAS.
Lamento el hecho de que pueda haber descifrado mal el escrito, por el motivo anteriormente señalado, pero yo así lo entendí.
Cuando abandoné este lugar serían las 15:20 horas, con una calor abrasador que aún era más intenso debido a ser una zona de humedad por el embalse. No se movía el viento porque además, cerquísima se encontraba abundante vegetación de arbolado, en especial pinos, piñoneros en el ambor de la vega, lugar placentero cuando el sol se ausenta debido al placer que es respirar el blanco flujo que electriza con su buen olor. Debido a ello, muchos de los habitantes de la ciudad de Toro (y no de Toro) poseen allí su zona residencial de viviendas para sus vacaciones o fines de semana. Salí de allí viendo solamente a gente de una familia gitana que debía ocupar alguna vivienda y a los que nada pregunté. En una reciente visita a este bello lugar, pudimos averiguar todo el proceso histórico del edifico, al coincidir con los propietarios actuales del inmueble, los que nos revelaron que este edificio había sido refugio y vivienda del marqués llamado de Timulos. Como pudimos ver y contemplar, en otra visita en primavera, aún más el valor panorámico de los negrillos secos en el extenso embalse del río, con la majestuosidad de los nidos cigüeñales que se convierte en adorno al reflejarse como hitos voladores del espacio, los hijos a las cigüeñas por la estampa silueta que reflejan estas aves en las cristalinas y tranquilas aguas del embalse al salir y retornar a sus casas (nidos).
Cuando salí a la carretera, cogí la dirección indicada, nada más pasar el puente del Guareña seguí el camino de la ribera que marcaba el río con los árboles, que en el invierno la niebla umbría de este valle y la escarcha, hacen encorvar sus ramas, pero hoy florecía su verdor cortando el tórrido calor con su sombra. Llegué frente a la casa que ponía Reto, paré el coche, bajé un empinado desnivel introduciéndome en aquella soledad angusta del bosque umbrío en que protegían los álamos y chopos frondosos. Divisé un escasísimo caudal de agua que vertía al Duero ese pantanoso río Guareña y que hoy es un hilillo de agua que malamente se puede llamar arroyo. Era una soledad congojosa no se sentía ni el trino de un pájaro, de entre la maleza de la orilla del río Duero vi moverse algo, apartando las espadañas salió una señora semidesnuda, con unas botas de goma que le llegaban por las rodillas, tendría unos 45 a 50 años pero daba la impresión de aparentar más edad, al verla me hacía recordar los estudios sobre las tribus primitivas celtíberas llamadas pelendones y más tarde los arévacos, que se dice ocupaban las regiones de las fuentes del Duero. Saludé con un buenas tardes -no sé si me contestó-, a lo que sí me contestó fue a mi pregunta de si el pueblo que quedaba más arriba y que yo había visitado era Timulos, me dijo que no sabía. En aquel momento apareció un hombre de similares características a la hembra con botas más altas que las de la señora. Venía caminando por entre el túnel que formaban los álamos y chopos cubriendo el escaso caudal de agua que traía el Guareña entre algunos juncales, espadañas y carrizos. Llegó hasta donde estábamos su señora y yo (al menos eso dijo ella, que era su marido), le saludé y le hice la misma pregunta sobre Timulos, contestándome igual que la señora. Pude comprobar que se podía tratar de cazadores o pescadores furtivos y que estos suelen ser peligrosos cuando se creen o pueden ser delatados. Opté por salir, cogí el coche y retorné a Villabuena.
Nuestro pueblo, el cuál Pascual Madoz -como ya hemos dicho- en su diccionario estadístico escrito, nos lo describe así: Villabuena, ayuntamiento en la provincia de Zamora, partido judicial Fuentesauco, raya con la provincia de Valladolid, está a tan solo 11 kilçometros. Su clima es templado, situado el pueblo en una pequeña altura y afecto a terciarias rebeldes y duraderas, tiene 115 casas, la consistorial que sirve de cárcel y escuela. Iglesia de San Pedro apóstol, servida por un cura de ingreso y provisión real ordinaria. Malas aguas potables y confinca con Toro, Bóveda, Villafranca y Valdefinjas. (Estas dos últimas poblaciones, en la actualidad no confincan y otros escritores tampoco lo dan así. Nos queda la duda que si en algún momento antes de la total definición del término municipal de Toro esto pudiera ser así, pero lo que no nos queda duda es que cuando se hace constar el paso del Guareña por Villanueva -que cita- desde Bóveda, discurre por el valle abajo pasa por el risco, Timulos, Palomar; Paradinas y después de pasar por Villanueva da sus aguas al río Duero. Esto si lo podemos dar como un lapsus del autor). El terreno es de primera, segunda y tercera calidad, participa de montes llanos y la fertilizan las aguas del Guareña. Los caminos son locales, excepto el que se dirige de Toro a Salamanca (insistimos, si este camino está sentado en la senda Toro-Salamanca, tal vía de circulación llamada cañada, nos da otra prueba más de que pasaba por Villabuena), por cuyo punto recibe el correo. Produce ganados, legumbres, vinos, caza y pesca.
Estos son datos con cronología fija, con sus desvíos un tanto equivocados o no, pero a partir de aquí comenzamos unos espacios sin cronologías, sin historia, desde aquellas fechas de la inhumación campaniforme, que sabemos data de unos 2.400 a 2.200 años a.C., por lo que tendremos que buscar rituales de enterramientos, ya que en aquellas fechas las gentes con sus costumbres funerarias nos suelen dar datos cercanos a hechos reales descubiertos hoy por antropólogos y arqueólogos en tribus y poblamientos primitivos.
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