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HABLEMOS DE FIESTAS

Pero también hubo escenas de colorido, aun existiendo los asnos (burros) como vehículos de locomoción, todo se superó imperando la verdad con el apoyo de la juventud que aportaba alegría en las fiestas. Se comenzaba el primer día del año (uno de enero), con la fiesta de guardar y la alegría la ponían los quintos (mozos a quienes les toca, por su edad, ser soldados), que celebraban durante el año previo a su incorporación a filas, y en este día lo hacían con charangas, bailes, jotas típicas de la tierra, pidiendo el aguinaldo, cantando y tocando el almirez con el típico saludo a primeras horas de la mañana en las puertas de los vecinos del lugar, a veces entre lluvia, barro, niebla, frío, siempre afrontando las inclemencias del tiempo, y en cada visita daban los buenos días con la siguiente copla:

Buenos días nos dé Dios,
a tu puerta hemos llegado.
Si quieres que te cantemos,
sácanos el aguinaldo.

En las tardes y en las noches se daba un baile para el público, que los quintos pagaban con el dinero recaudado del aguinaldo; si el día estaba bien, meteorológicamente hablando, el de la tarde se celebraba en la plaza del Potro (para economizar gastos) y el de la noche en el salón de “el malagueño” o en el de Fructuoso (existía una gran rivalidad entre los dos locales y hasta las autoridades tuvieron que intervenir para repartir las diferentes actuaciones, cosa que el público no aceptó). Era muy vistoso, con su encanto, ver abrir el espectáculo con el baile de una jota castellana solo para los quintos, donde cada uno de ellos sacaba a su mujer preferida, novia, hermana, prima, etc., bailando en sentido de circunferencia (corro que se llamaba) con el ritmo coreográfico de los componentes; la orquesta, ya formada por un hijo del director de la anterior, llamado como su padre Santiago Ramos, más Tino “el de Baltasara”, Epifanío Carrasco, Nestor Martín, Sito “el de la señora Eloisa”, Fide “el del esquilador”..., interpretaban la pieza con gustoso ritmo.

En estos tiempos los quintos ya bailaban las jotas castellanas, pero según referencias de nuestros antepasados, anteriormente sólo se bailaban danzas y el baile llamado el pachacorro, que eran amenizados con dulzaina o gaita y tambor. Esto se debía hacer más patente cuando eran fiestas donde se reunían los vecinos del valle en romería, a la vera del río Guareña, que normalmente debía ser en la pradera del puente de piedra. También hemos oído que esto se hacía en las murgas y bodas, que después a estas se les daba la serenata con coplas y chistes satíricos en la ventana donde se suponían que dormían los recién casados y si eran viudos se les daba la cencerrada y al cumplir los ocho días, quienes podían, daban una invitación de tornaboda.

Pero seguimos con los recuerdos de mi infancia. Después se seguía con dos piezas de baile para todo el público y una jota para los quintos y así sucesivamente hasta que finalizaba la sesión. En estas jotas los mozos del lugar y otros de fuera del pueblo, para provocar a los quintos, les intentaban quitar la moza que les acompañaba en el baile circunferencial, el quinto salía a defender a su acompañante dando cintazos a los secuestradores. Los mozos, como eran mayoría, agarraban al bailarín sacándolo fuera del recinto, amarándolo en algún lugar para que este no retornara a la fiesta, el resto de quintos salían a defender a su compañero dando cintazos (madera, que se llamaba) hasta que conseguían devolverlo al baile que a veces quedaba vacío de estos componentes, y el resto de mozos y mozas se divertían bailando a presencia de los espectadores, que solían ser los padres y madres de los mozos y mozas, sentados en las sillas que ellos mismos llevaban. Y así era esta provocación constante, pero muy divertida, si excluimos algún roce de rencillas pasadas. Más demagógicas de estupidez ignorante que de otras causas.

La fiesta de los reyes magos el día 6 de enero, noche por lo general de frío, nervios, anhelos, llantos y desengaños. Donde las discriminaciones entre los seres humanos, llamados ricos y pobres, eran patentes. Los niños soñábamos con el amanecer para encontrar en nuestras alpargatas algún regalo de los reyes magos, Melchor, Gaspar y Baltasar; los excluidos de la llamada riqueza, podíamos tener en nuestro calzado una naranja o manzana, y gritos de felicidad dábamos cuando encontrábamos la cajita con una anguilita de mazapán dulce con sus ojos de bolitas de cristal, o un aro de chapa o hierro con su guía para jugar. Lo peor era cuando se buscaban excusas para fingir la economía, te ponían una peseta de papel y después te la cogían, porque le hacía falta a los padres y para hacerte ver que te habías portado mal durante el año, te ponían cagajones bañados con un poco de harina o bien carbón vegetal. Para los padres también debía ser una noche de intranquilidad y dura al tener que adoptar estas decisiones, por no poderle dar a sus hijos esa satisfacción de inocencia -en la mayoría de los casos- procurando que sus hijos (los niños) nos durmiéramos para no despertarnos con el ruido al abrir la puerta de la habitación donde dormíamos (si es que había puerta) si algo podían dejar, y si la economía no daba para ello, nos caía esa más alta discriminación con la amarga expresión por parte de los cabeza de familia -que le partiría el corazón al decirlo- de que habíamos sido malos y por ello los reyes no nos habían echado nada asequible, comprobando al día siguiente que todos los niños ricos habían sido buenos.

El día 17 de enero era la fiesta de San Antón, patrón de los animales, al ser lugar auténticamente agrícola y ganadero (que como hemos indicado, hasta los asnos eran usados como medio de locomoción) se sentía una gran devoción a esta fiesta, sacando los animales engalanados a dar unas vueltas a la iglesia donde se encontraba su patrón. Aparte de esto, despertaban mucha curiosidad las relaciones poéticas compuestas por hombres que tenían sus dotes trovadoras o poéticas, como eran Juan Feo García “el tío Nines”, Ambrosio Santos “pata palo”, Campano “el caminero de la casilla del cuco”, Jaime Gómez... y que solían poner los puntos sobre las ies por los hechos acaecidos en el pueblo durante el período del año transcurrido que en este día los mozos del lugar recitaban al santo patrón. Aún se recuerda una composición del “tío Nines” coreografiada por una pandilla de amigos formada por Gervasio “el azúlete”, Domiciano “el raposo”, Edénio “el grajo”, Atanasio García “el piyayo” (y tal vez alguno más que no recordamos), enlazando unos con otros en contestaciones rimadas en versos.

Pero con especial interés humano, recordamos una relación que recitó Antonio Arribas (chavito) donde expresaba la angustiosa situación familiar en la cual se encontraba, y que entre otras cosas decía así:

Buenos días San Antón,
buenos días auditorio.
De todo quería hablarte,
de un modo satisfactorio.

Entró mi padre a servir,
en casa de esa señora,
y a los cuatro o cinco meses.
Se enamoró de tal forma...
Empezó a meter estaca
y mira lo que ha sucedido,
el quedarse sin las vacas
y tener muchos pedidos.

Magín, me llama hermano;
y yo le digo a Magín,
este parentesco es largo.

De aquí se puede deducir la dramática vida que tuvieron que afrontar estas dos familias, la de Leonardo Hernández y su esposa Eufemia Palomino, y la de José (Pepe) Arribas y su esposa Minervina González, donde hubo dos muertes accidentadas, con las familias destrozadas. Nuestra misión no es describir la historia, buena o menos buena, de cada familia del pueblo, pero esta, por haber tenido contacto de amistad sincera con miembros de la misma, fuera de nuestro lugar de nacimiento, nos impulsa a considerar este caso dentro de una dramática desgracia, que hoy se podría denominar culebrón morboso.

Día dos de Febrero, para mi la fiesta predilecta, pues era el santoral de mi madre, Las Candelas (como el día 1 de marzo lo era el de mi padre, pero no era fiesta de guardar, aún siendo el día del Santo Ángel). Esta fiesta tanta ilusión nos hacía a todos, niños y mayores, al acudir a la iglesia a presenciar la misa. Dentro de este acto litúrgico se daba suelta a unas palomas, que las llevaban metidas en una especie de cesta y tal vez todos viéramos ese símbolo de la paz que las personas de buena fe tanto han deseado siempre; aún aunque las palomas volaran sin el ramo de olivo en su pico. Se recuerda una desafortunada intervención del sacerdote de turno, con toda la iglesia abarrotada de fieles seguidores del acto, en su sermón se expresó diciendo: “...este día acude toda la morralla del pueblo a la iglesia”, pero ni el murmullo se sintió por temor a la represalia. Se siguió la misa escuchándose el carnatuser, cantado por Francisco Cuesta “el bicho” (como casi siempre) desde la tribuna y durante la procesión se siguió con el canto a la patrona de la fiesta, recuerdo que entre otras cosas se decía así:

Hoy día de las Candelas
el segundo de febrero,
ha salido el mayordomo
con la Virgen, de paseo.

A raíz de la fiesta de Las Candelas, debía haber otra de gran prestigio social el día 5 de febrero, Santa Águeda, por ser festividad donde se hacían exhibiciones de trajes regionales. Esto se debió de celebrar en años anteriores a mi infancia y adolescencia, ya que yo no lo recuerdo y parece ser que actualmente vuelve a resurgir dicha celebración.

Las fiestas de los carnavales, que consistían en mascaradas, comparsas, bailes y regocijos bulliciosos, y que aunque estaban prácticamente prohibidas por las leyes dictatoriales y la Iglesia, no dejaban de salir a la calle representaciones de danzas, murgas o hechos imitantes a cualquier acontecimiento, dirigidas y ensayadas por personas del lugar que demostraron el difícil arte que es el de satisfacer al público y máxime haciendo reír y distrayendo, sin faltar a nadie en tiempos tan difíciles. Estos fueron (entre otros) Teodosio González, Santiago Ramos, Tomas Hernández, Jaime Gómez... Se recuerdan las actuaciones de todos ellos, pero inmortales quedaron aquellos dos hermanos Eusebio y Gregorio González ”los ratas”, personas de gran nobleza, que Tomas Hernández los convirtió en Guardia Civiles en una imitación de una corrida de toros. Y en la mente de todos los que lo presenciamos está otra representación de Jaime Gómez cuando dirigió y compuso la letra de aquella murga, con toda su humanidad, la canción entonada con baile de mozos y mozas del pueblo, que decía, en su comienzo, como sigue:

De Hungría martirizada,
España tierra cristiana,
recibe a los emigrantes
que vienen de retirada.

Este bello poema, recordaba el amargo trance de una guerra y él ya había pasado por la que hubo en España. La música se la debió de poner Doña Amalia Samaniego esposa del médico Don Ellos. Hoy recordamos este triste relato por la guerra de Yugoslavia, con sus emigrantes refugiados.

El miércoles de esta semana de carnaval (en su santoral denominado miércoles de ceniza) se venía celebrando la fiesta de los quintos, de correr la vaca. Esta fiesta fue abolida por las autoridades eclesiásticas, por coincidir con el comienzo de la cuaresma, pasando a celebrase el tres de Febrero día de San Blas en el año 1.956, con lo que se le empezó a dar más colorido a este día; las charangas la banda de música por las calles, con los quintos como protagonistas. En este día bailaban jotas con mozas y no mozas durante la mañana, en la tarde con su indumentaria de legis y capa torera, se enfrentaban a un simbólico cornúpeta llamado vaca, que provocándolo con cites, recorrían el pueblo para hacer la consumición de una copa de aguardiente o anís y un bollo en el domicilio de cada componente.

Dicho animal, primero era imitado por el señor Agripino Ramos, cuando este lo dejó, le cedió el puesto a su pariente Blas García “el pelón”. Para el que suscribe es de recordar este día, puesto que esta función me fue frustrada en el año 1.955, cuando al finalizar la actividad de la mañana, de las jotas, llegó la noticia a casa de mis padres de que un hermano de mi madre, Rogelio Muñoz “el guarda”, había aparecido muerto en su domicilio. Con lo que se cortó mi ilusión de esperanza durante años para celebrar la fiesta de este día.

Al recordar a Blas García siento que su vida no fue un ejemplo impecable, pues el hogar formado por éste y su esposa Eufemia Vázquez, con sus tres hijos, Cayetano, Maximino y Ramón, tuvo un mal comportamiento cívico y social. Tal vez la ignorancia del cabeza familia, hizo convertir a ésta en una de las más desafortunadas del momento en Villabuena. Dos de los hijos murieron accidentalmente. Maximino (Mino) apareció, en la década de los sesenta, muerto en la acequia de un canal de riego en Extremadura, donde había tenido que emigrar por lo insostenible de la vida mísera e infernal que se vivía en el hogar paterno; recientemente Cayetano -viviendo en una casa cedida por el ayuntamiento, solo, separado de su padre- en el año 1.990 en la fiesta de toros del vecino pueblo de Castronuño, un toro acabo con la vida del hijo mayor del matrimonio, conocido en el albor taurino como “Caye”, cuando su madre y su hermano ya habían fallecido.

El otro hijo del matrimonio, Ramón García Vázquez, creyendo culpable a su padre de todas sus desdichas e incluso hasta de la muerte prematura de su madre por malos tratos, buscó revancha hacia el fundador de sus días y encontrándose emigrado del pueblo, una noche en el año 1.972 hizo presencia en su lugar de nacimiento con una escopeta de cañones recortados, con la intención de acabar con la vida de su padre. Los vecinos alertaron a Blas García y avisaron a la guardia civil de Bóveda de Toro; éstos entablaron un enfrentamiento a tiros con el hijo de Blas (Ramón García Vázquez), quien logró no ser detenido ni herido por la benemérita y librándose de la prisión. Años más tarde, en el 1.976 logró volver al pueblo con el mismo propósito, esta vez llevaba una pistola con la cual llegó a disparar a su padre, pero Blas esquivó el disparo, mientras vecinos y amigos intentaron arrebatarle el arma, momento en el que Ramón realizó otro disparo e hirió en un brazo a Araceli Rodríguez “Areli” (hija de otra familia caída en la penumbra de la miseria, su padre Félix Rodríguez “el pollo” tenía por vivienda una chabola en una finca del señor Ciriaco Crespo sita en la orilla de río Guareña en el cañal, y por lecho tenían el suelo de tierra). Ramón García Vázquez fue detenido y juzgado a cumplir su condena en una cárcel de Alicante; hoy se encuentra en libertad y lejos de esa pesadilla en su pueblo natal, puesto que Blas García a fallecido recientemente -antes de que retornara su hijo al pueblo- en un asilo de la ciudad de Toro, sin el consuelo y amparo de ninguno de sus familiares a su lado para decirle adiós a su vida.

Después de la cuaresma -fechas en que se aparentaba guardar un luto angustioso, sin bailes, sin bodas, sin fiestas... por no hacer ruido, no se tocaban ni las campanas- los quintos celebraban la fiesta del gallo, que hoy se sigue celebrando en distintos lugares y todos sabemos lo que esta fiesta significa -pero lo que de verdad daba salsa a este acontecimiento eran las relaciones (sacadas por esas personas ya citadas, u otras) que los componentes del grupo gallero recitaban desde sus caballos engalanados, con verdades de fines satíricos. Eran los tiempos de los enlaces matrimoniales, de la comodidad conveniente, de tanto tienes tanto vales y esta era la expresión de amor y pasión que atraía un sexo a otro; recuerdo uno de estos poemas (redactado por Fructuoso Hernández Muñoz) y el que lo recitó fue el que suscribe, que entre otras cosas, decía así:

Cuantos matrimonios hay,
que comen buenos manjares,
y luego llega la noche
y se acuestan cama aparte.

Que ricas son las patatas
entre dos que bien se quieren,
todo sería así, si no fuera por el vicio personal,
del egoísmo que se tiene.

Se debe saber primero
que no es respuesta falaz,
El decir que el dinero, todo lo puede comprar,
menos la felicidad.

Era casi siempre en primavera, cuando el sol ya daba esa alegría de vivir, cuando se celebraban las fiestas de Semana Santa, cuando se salía de esa penuria de la cuaresma, pasando por el Domingo de Ramos, cuando se acompañaba la procesión con manadas de tomillos, romeros y algún privilegiado con laurel, de lo cual se formaban los ramos. Ya estábamos en Jueves y Viernes Santo, días que se vivían con gran interés en el recuerdo de la crucifixión de Cristo, considerándose esta festividad como la fundación del cristianismo; tal vez mal enfocado o no tratado acertadamente; pues consideramos que hasta los propios reyes en siglos y siglos no han llevado a cabo la verdad de esta religión. Recordemos cuando Pilatos le preguntó a Jesús “¿Tú eres Rey?”. Jesús de Nazaré le contestó “Tu lo dices. Yo soy rey, porque soy testigo de la verdad”.

Los chicos y chavales vivíamos estos días con el recuerdo de año tras año, con el ruido de las carracas cuando, como no se dejaban tocar las campañas, se hacía el recorrido por las calles del pueblo anunciando el horario de las oraciones en la iglesia. El Viernes Santo dentro de la iglesia cuando el sacerdote anunciaba la resurrección del Señor, todos redoblábamos las carracas, lo que significaba el final de las tinieblas.

Estos actos se recordaban por personas que sentían el cristianismo y por ello hacían promesas y ofrecimientos piadosos con expresión de voluntad a la imagen de Jesús de Nazaret. Había personas que hacían el trayecto de toda la procesión descalzas, con cadenas amarradas a sus pies, aunque estas calles estuvieran llenas de barro, hielo, agua... Se recuerda haber visto hacer esta promesa -emotiva- en varias ocasiones a una señora llamada Claudia, que estaba de criada en casa del señor Sindo Bayon. Como emotivo era el acto en el Domingo de Resurrección en el encuentro, entre el Niño y la Virgen.

Venimos haciendo constar en nuestros estudios realizados para intentar descubrir los orígenes de nuestro pueblo (admitiendo un gran margen de error) que el vocablo árabe Wandiu Guada significa agua, y seguimos deduciendo que el pueblo árabe es el que más influencia cultural ha dejado en nuestro valle, y de aquí se deduce que la fiesta local de esta zona se denomine “lunes de aguas”, que también era en primavera, donde las mieses se segaban aunque no fueran para la era, sino para el forraje de manutención del ganado. Había que hacerlo antes del dia festivo o antes de la misa, pues de lo contrario podías ser sancionado por la guardia civil ya que las leyes prohibían el trabajo los días festivos, aunque fuera segar mielgas para dar de comer a los animales.

La tradición de raigambre sobre esta fiesta, viene de las tierras charras, de esa Salmantica que algún día debió de ser municipio de la antigua Lusitania, que se resume a una fiesta campestre. En cambio, en los pueblos de Villabuena y Bóveda, además existe una autentica veneración religiosa consagrada a la Virgen del Rosario, con una emotiva y bella procesión del encuentro del Niño con la Virgen, que marca una proyección con la Semana Santa.

El lunes de aguas en Villabuena cuenta con su propia tradición. Se dice que hace muchos años era tanta la sequía existente, que los vecinos de la villa decidieron sacar a la Virgen del Rosario en procesión para hacer una rogativa, cuentan que estaba ya terminada la procesión cuando negros nubarrones comenzaron a cubrir el cielo y que empezó a llover de manera abundante, con gran alborozo de los lugareños que vieron como su cosecha se salvaba y como se alejaba el fantasma del hambre.

Los vecinos de Bóveda, que se sintieron favorecidos de esta lluvia por la cercanía de estos lugares, comenzaron a sacar a la patrona de su villa en procesión hasta ese pago conocido como el contadero (lugar que nosotros recogemos en la historia, como el centro de judíos expulsados de la comarca de San Juan de Jerusalén), y que según otra leyenda de Miguel Sanabría, el nombre del paraje se debe a que era el lugar donde se contaban las ovejas de los pastores de trashumar. De transmisiones de boca a boca y de generación en generación sabemos que las procesiones de ambos pueblos procesionaban hasta juntarse entre los puntos del citado contadero, o en la zona del convento de Villabuena, en recuerdo al milagro del agua llovida.

En fechas que nosotros no recordamos, debió suceder una discordia o desavenencia entre nuestro pueblo y Bóveda de Toro, que dio al traste con la celebración de esta fiesta en parte; parece que las cofradías afines a las vírgenes del humilladero de ambos pueblos (aun ya desaparecidas estas ermitas) seguían con sus tradiciones, aun siendo organizadas por otras cofradías, como eran el Santísimo Sacramento, San Antonio de Páuda o Santa Águeda. Dentro de los diversos actos festivos, como bailes, meriendas, obsequios con rosquillas de dulces, amén de la fiesta campestre, consistía en la celebración de mencionada procesión hasta que llegaba ese acto de encuentro entre las dos procesiones. Un año el encuentro se hacía, como hemos citado, en el contadero cerca de Bóveda y otro cerca de Villabuena a el lado de donde existió el convento. Y que los mozos llevaban cogida en andas bailando al son de la música, donde tenían lugar las reverencias protocolarias con saludos de presinar las Vírgenes con los pendones (estandartes de cada localidad) . Pero he aquí donde en una ocasión de estas, en vez de dar comienzo las reverencias comenzaron las desavenencias, cuando alguno de los acompañantes romeros debió de decir que era más bella la imagen de la Virgen de su pueblo. Al oír esto los del otro pueblo repitieron que no era cierto y que además ellos bailaban mejor a la virgen; preparándose un ruin proceder que terminó en reyerta y mientras esto sucedía las campanas de los dos pueblos repicaban en honor a la ceremonia que se estaba celebrando, claro está, ignorando lo que estaba sucediendo en tal encuentro, entre los cofrades. Este debió de ser el final de este acto de solidaridad entre los vecinos de ambos pueblos. Pero nunca ha llegado el final de la celebración de la fiesta en ninguno de los pueblos siguiéndose con el típico baile de la tarde en la pradera de Villabuena, donde servía de valuarte o balcón para presenciarlo desde el puente de piedra.

En el mes de mayo, los quintos de turno, celebraban la fiesta de poner el mayo el primer día del mes, lo que se simbolizaba el mes de las flores, con el toque de las campanas para acudir al rosario al atardecer. A veces con la convicción de la oración con súplica o ruego al señor y pedirle merced por haber caído alguna helada en el mes de abril o primeros de mayo, que tanto dañaba los frutos y perjudicaban la economía. Al tiempo que los jóvenes de entonces, personas más que adolescentes, aprovechaban el encuentro de la salida del templo, para cortejar y galantear a las mozas, puesto que estas si eran de una edad joven, las normas sociales las convertían en punto de mira de la mayoría de la gente en el caso de ser vistas con chicos en otros lugares. El mayo era un árbol de chopo, que normalmente se cortaba en la alameda del rey -llamada así, no sabemos porqué- que debía ser común del pueblo. Se colocaba en la plaza principal del pueblo (en la puerta de la iglesia, en este caso). Era un árbol alto, de unos 15 a 20 metros y solo se le dejaba de ramaje la parte de más altura de la copa, con alguna rama para ponerle algún adorno. El resto todo era liso.

Un año de estos, Antonio Arribas “Chavito” (hijo de Pepe) gateando y escalando el árbol subió hasta el final. Cuando la gente estaba mirando tal gesta en pleno día, Antonio en acto vulgar y ordinario debido a un impulso irresistible, evacuó sus excrementos desde arriba; cuando Don Emilio Amigo (el alcalde) le llamó para reprenderle, este alegó que se encontraba enfermo de diarrea.

San Isidro Labrador, el 15 de mayo, era la fiesta más arraigada de sentimiento y amor hacia nuestra cultura y la actividad de labrar la tierra; pues salvo alguna excepción, todos éramos labradores y aunque más tarde ha ido decreciendo la fe en la imagen, al desaparecer las yuntas de labranza que representaba el santo, debido a la avanzada tecnología agrícola; pero aún se sigue con la procesión, sacando al santo hasta el campo y se recuerda aquel cante mariano -lo hemos podido comprobar recientemente- expresándose así:

San Isidro Labrador,
saca el agua de un peñasco.
Sácala tú, Virgen pura,
de ese tu divino manto.

Esto lo cantábamos todos los hombres y mujeres del campo, porque pienso que adorábamos nuestra profesión y ni que decir tiene, que en este pueblo siempre ha habido grandes labradores, excediendo en lo común, dentro de la actividad con el arado. Como yo, muchos recordamos los surcos y su remate (cerros) que ponía Eugenio Guerra “el jarito”, Luis Sánchez “el de Palomar” (que aunque no era nativo del lugar se le tenía el aprecio de uno más del pueblo, y sus padres eran los arrendatarios de aquella aldea llamada Palomar, hoy dehesa de Palomar, descendientes de las tierras charras), y otros muchos más, antes y después de estas fechas, hubo personas que poseían ese arte. Yo no lo recuerdo, pero me han contado que ese hermano que me llevó la maldita guerra en plena juventud, era uno más de los que poseían ese arte.

San Isidro era la fiesta de la arada y cuando se celebraban los concursos, para según algunos, premiar la cualidad del perfecto en el arte de la arar. Esta actividad para mi ha sido siempre como otra cualquiera: albañilería, pintura, torear, etc..., hay quienes no consiguen trofeos, pero imprimen su clase artística en todas sus actuaciones día a día. Tal vez quienes conseguíamos trofeos y diplomas en estos concursos, carecíamos de ese don artístico de los que hemos citado y otros más. Recuerdo con satisfacción algunos de los que consiguieron trofeos o diplomas: José Aparición (con yunta y con tractor), Arsenio Arias (con una humilde yunta de borricos), Olegario Lorenzo (con yunta), Atilano Correas (con tractor) y otros muchos más que yo no recuerdo por que faltan desde hace ya muchos años del pueblo. Si recuerdo -y con gran nostalgia- que yo recibí algún diploma en estos concursos con la yunta de mi padre, que era tan endeble que el último año que tomé parte en un concurso (1.957) José Aparición (Pepe) me cedió su yunta de mulas para que pudiera participar y él lo hizo con el tractor MAN, y tal vez por un acto de sinceridad humana los dos perdimos los primeros premios. Y además defraudando a todo nuestro pueblo, ya que la hermandad de labradores había organizado un viaje con el coche de línea de Paco, para que la gente pudiera ir a vernos, dando como seguro el triunfo, lo cual se convirtió en esa derrota, tal vez, por esa sensibilidad humana, desatada en una finca del término de Villavendimio, en la carretera que une Toro y Medina de Rioseco.

Debo confesar que este año (1.998) pude y tuve la suerte de poder presenciar el concurso de arada provincial de Zamora, en el término municipal de Fuentelapeña y sentí un gran orgullo al ver como Villabuena del Puente sigue siendo una potencia en el arte de la arada; pues de los 14 participantes (finalistas) de toda la provincia, cuatro eran de mi pueblo, seleccionados para esta final, consiguiéndose el segundo premio para nuestra villa. Reconozco desconocer la calificación que hoy se le da a la actividad de la arada con tractor, pero considero -bajo mi humilde criterio- que no se supo hacer distinción ni reconocer la diversidad del buen labrador, dándole a cada uno su legitimo valor; pues de haberse dado este valor, dos o los tres premios debieron de haber ido a parar a Villabuena. Esta estimación mía parecía certera, porque a la hora de la entrega de premios, era enorme la protesta del público asistente, haciendo sin duda el recelo que punza a la conciencia sobre si una cosa es justa a no. Ello me dio esa satisfacción de comprobar que mi pueblo sigue siendo un potencial en los grandes labradores y que el conjunto de hechos así lo demuestran.

El 24 de junio es el día de San Juan, se dice noche de los enamorados, donde los quintos hacían la despedida antes de ir a cumplir el servicio militar -desperdiciando buena parte de su juventud-. Esta noche colocaban enramadas con bellos detalles de nobleza, amor y cariño hacia sus novias, padres, hermanos, amigos y a todo el pueblo en general. En la soledad nocturna las ondas sonoras de la naturaleza ampliando el eco en la vaguada del pueblo con el valle de la peña, se oían esos sonidos nostálgicos que recordamos de canciones que decían:

Adiós pueblo Villabuena,
Villabuena del querer, del querer.
Adiós pueblo Villabuena,
cuando te volveré a ver.

No me marcho por las chicas,
que las chicas guapas son, guapas son,
me marcho porque me llaman
a defender la nación.

Seguían con otras canciones, como la que decía:

Adiós con el corazón,
que con el alma no puedo,
al despedirme de ti,
yo de penita me muero.

Acompañaban a estas canciones algunos romances, tipo versos que decían así:

Sus tierras
Tampoco hemos de olvidar,
a la hermosa campiña
con sus hermosos frutales
con sus vegas y sus viñas.
Sus novias
Que sois lindas y hechiceras,
como un ramo de laurel,
aunque me toque a Melilla
yo nunca te olvidaré.

Esto nos hacía presagiar aun más lejana esa ausencia obligada, a lugares tan distantes como el Sahara, Itni, Ceuta, Melilla, Jaca, Zaragoza, Asturias..., y los que quedábamos nunca seríamos forzados a aprender y recordar los romances e himnos militares, como los que hacemos constar a continuación.

Lo que sí recordábamos y recodaremos, es esa noche de las enramadas con los ecos de las coplas de los quintos que se fueron, cuando asomaba en el cielo el primer rayo del alba, saludando con sus ecos por los llanos y los cerros.

Fiestas que siempre satisfacían, eran esos tres jueves que en el año brillan más que el sol: Jueves Santo, Corpus Cristi y el día de la Ascensión. Uno de esos jueves era el de más alegría y satisfacción para los niños y mayores, los unos por celebrar la primera comunión y los otros por ver a sus hijos o familiares hacer la comunión. Pero también era el de más tristeza y humillación para quienes no podían satisfacer estos deseos, siendo discriminados y marginados por la iglesia.

Recuerdo la primera vez que leí la declaración de los derechos humanos y entre sus treinta artículos, encontré uno que decía: “toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuada que le asegure ciertos derechos”, y entre ellos citaba “el vestido”. Yo pensé que era absurdo atribuir que una persona por el hecho de vestir mejor o peor pudiera ser discriminado, pero una de las luces al valor de este artículo me lo dio el día de mi primera comunión.

Este acto devoto o tradicional se comenzaba a hacer cuando el niño o la niña cumplíamos los siete u ocho años, pero si el poder adquisitivo de tu familia no te permitía ir vestido con la decencia que la iglesia exigía, te iban rechazando, hacían que tus propios padres te fueran marginando diciéndote cosas como que “hay que dejarlo para el año que viene, porque éste no sabes bien el catecismo”. Y así se iba retrasando tu anhelo de conseguir ese día tan feliz, hasta llegar a los doce, trece o incluso catorce años, edades en las que ya era obligatorio haber hecho la primera comunión. Pero ¿cómo? con esos niños tan mal vestidos, un día cualquiera cuando el sacerdote ordenaba, en un acto vulgar de tropelías y marginación social. ¡Cómo no iba a tener razón la declaración de los derechos humanos, porque para recibir a Dios -como la Iglesia dice- solo hay que tener nueva y limpia el alma!.

También era emotiva la fiesta de San Pedro, el 29 de junio, que era el patrón de nuestro pueblo, aunque nada más fuera por la deuda con la Iglesia. Pero se celebraba con más ahínco, tal vez por convertirse en fiesta económica y comercial, donde se vendían los ajos (producto tan remoto que nos trajeron las tribus indoeuropeas de Asia central, hace unos 3.000 años a.C. y que tanto se aprendió de ellos y se supieron aprovechar). Hoy, debido a este producto, a nuestro pueblo se le califica como el imperio del ajo, con la venta de este prodúcto en Toro o Zamora, haciendo una buena recaudación de dinero para las necesidades del pueblo, y además se atorgaban premios en metálico, trofeos y diplomas a los mejores ajos, en calidad, en gordura, en bien expuesto..., y casi siempre, la mayoría de los premios los llevaba el pueblo de Villabuena.

Recientemente, presencié este concurso y me salió toda la ilusión que perdí en Fuentelapeña con la arada. Aquí, en Zamora, de doce premios que se dieron, once fueron para Villabuena. Adjuntamos el artículo de la prensa provincial en la edición de este último año.

El 25 de julio, Santiago Apóstol (patrón de España), después de la celebración del baile se tenía por norma ir a pedir los toros al alcalde para las fiestas de San Roque; cuando el edil nos decía los toros que se iban a lidiar en las fiestas mencionadas, toda la juventud le contestaba:

Otro Toro señor alcalde,
si no hay novillos, tampoco baile.
Tampoco misa,
porque los mozos no lo precisan.

Y a fuerza de insistir el alcalde nos concedía otro toro más para las fiestas, aunque ya estuviera pensado decir siempre uno o dos menos, para al final dar su previsión.

Fecha muy conmemorada es el día 1 de noviembre, festividad de todos los Santos, aunque siempre de tristeza y recuerdos de nuestros seres queridos que nos han dejado para nunca más volver. En este día, tradicionalmente, se visitan las tumbas para recordarles con la máxima devoción y amor al hacer coincidir con el día de los difuntos. Bello se pone en estas fechas el camposanto para recibir tan gratas visitas aunque sean de distancia considerables (no era así como nosotros lo recordamos en nuestra infancia y adolescencia). Era una arbustiva rastrojare de maleza, en la que apenas se distinguía el lugar donde se encontraban la sepulturas, y solamente se distinguían por las cruces de madera y por sus deficiente inscripciones.

La Iglesia vencía, aunque no convenciera, en las fiestas de su tradición, como era el día 8 de diciembre, pero solo por el hecho de denominarse día de la madre (que hoy ya no existe) ya estábamos todos rendidos, y además en este día hacían otra función los quintos en la que se despedían del año festivo para ellos, dando entrada a otra quinta el próximo 1 de enero. Pero en la fecha en que no convenció ni venció, fue el 18 de julio, día del honorífico golpe de estado de Francisco Franco Bahamonde; ni con la paga extra que se compensaba a los trabajadores desde esa fecha, comienzo de la fatídica guerra civil; en este día la guardia civil debía emplearse a fondo para cortar el que saliéramos al campo.

Nunca podremos olvidar las fiestas navideñas, la natividad de Jesús de Nazaré. Desde muy niño lo que más recuerdo y en mi mente ha quedado grabado, es que este era el día del nacimiento del hombre, que por defender al débil y al necesitado fue muerto y crucificado por su propio pueblo. Como se puede comprobar en toda la historia de este humilde lugar, el terreno siempre ha estado más que abonado, para que generación tras generación haya existido más el débil pobre y humilde, que la riqueza burguesa. Sólo algunos miembros de esos apellidos famosos se podían permitir algún tipo de capricho o comidas que el resto de nativos del pueblo no tenía opción a ello en estas fiestas. No sentíamos tristeza por el bien ajeno, porque nosotros los débiles sabíamos que éramos los de Cristo, aún a sabiendas de que ellos lo entendían al revés.

De recordar es la célebre misa del gallo, con el canto de villancicos, a las doce de la noche. Noche que tan larga se nos hacía, porque oscurecía tan pronto y sin alumbrado en las calles, teníamos que esperar hasta la hora de la misa al lado de la pobre lumbre, sentados, medio dormidos, en los morillos. Encontrar otro lugar hasta que llegara esa hora, era dificilísimo, ni siquiera existía; excepto “casa el malagueño” o el Café Español, pero estos lugares eran para personas mayores y con recursos. Por ello los hogares paternos eran nuestro único refugio con el hambre, el frío, las penas, prendiendo el candil de aceite o carburo, que nuestros padres decían que salía más barato que la pobre luz eléctrica que nos llegaba de aquella central que construyó Landelino Crespo.

Pero repito y repetiré toda mi vida, las cosas más importantes para mí han sido lo humano, lo humilde, el encontrar buenas personas, buena gente y considero que salvo excepciones (ya citadas en la ignorancia) en mi pueblo con los seres que yo me he relacionado siempre han existido más los buenos, que lo contrario. Tal vez porque eran pocos los que tenían demasiado y muchos los que teníamos de demasiado poco -aparte de esas rencillas de cierto odio y envidias que en todos los sitios existen-, porque en verdad, no existían grandes capitalistas y estos son los que valoran más el poder del dinero que los valores humanos; esto daba lugar a que de verdad, esta fuera una noche de paz. Cuando llegaba la hora de ir a la iglesia, nos encontrábamos con aquellos cantos por las chicas de la catequesis o acción católica, que formaban un coro cantando los villancicos de la época:

En el portal de Belén
hay estrellas sol y luna,
la Virgen y San José
y el niño que esta en la cuna.

A Belén pastores
a Belén chiquitos,
que ha nacido el rey
de los Angelitos.

No llevéis oro ni plata,
porque la leña os pone
rayos de luz en la cara
que brillan más que los soles.

Ande, ande, ande
la marimorena,
ande, ande, ande
que es la nochebuena.

Nos duele recordar este bello villancico, que también se cantaba, pero mi memoria está siempre a las ordenes del corazón.

La nochebuena se viene,
la nochebuena se va,
y nosotros nos iremos,
y no volveremos más.

Por estas fechas no solo se cantaban estas canciones por el coro formado en las chicas de la catequesis, había otros grupos de niños cantores que no podían pertenecer a dicha sección y sí a la humildad de la miseria o la convención de los derechos del niño (entonces) que iban por esas calles y plazas de barro y lodo, con lluvia, niebla y frío: por que en Castilla, lo mismo que en verano el sol es una luz que arde y una brasa que quema, en el invierno el frió te queda sobrecogido, pasmado y engarañido todo el cuerpo y más las manos y pies helados. Esos niños seguían marchando de viviendas en viviendas, cantando por las puertas dónde suponían que les podían dar una limosna, acompañados con la música vulgar de algún instrumento como la zambomba, construida con un cacharro hueco, la piel de una vejiga del cerdo y un carrizo el cual emitía un sonido ronco, expresándose así:

Si usted me da en cocho pan
le canto con alegría,
las penas de San José
y de su esposa María...

Se cerraban estas fiestas el día 31 de diciembre, San Silvestre o Nochevieja, donde los mozos en pandillas de amigos solían hacer alguna picardía traviesa; como una que recuerdo, que en las casas del barrio el teso, que todavía estaban a ras de tierra, tiraron un borriquillo por la chimenea de una vivienda, cuando sus habitantes ya ancianos, se encontraban calentándose al lado de la lumbre, y se comentaba que había sido cómplice Domiciano “el raposo”, nieto de los habitantes.

Por estas fechas del comienzo del duro invierno castellano, casi siempre amanecían los días cubiertos con el sol oculto entre nubes pardas o densa niebla, que hacían llorar hasta a los árboles desnudos y las calles se convertían en auténticos barrizales, cubiertas de hielo y a veces con nieve. Cuando las personas con el vapor de su aliento cortaba el frío tenso y se formaba la niebla como humo que salía de la garganta. En este mes de diciembre hay un día muy especial para mi, que es el día de la subasta del corretaje del vino, que siempre se celebraba antes de que finalizara el año, para que al comienzo del nuevo, se hiciera cargo del corretaje el licitador que hiciera la postura mas ventajosa -para el ayuntamiento- en la subasta. En dicho acto se reunía la mayor parte de los vecinos, en el ayuntamiento, para bien pujar o escuchar a los postores; los niños acudíamos más bien para resguardarnos del intenso frío, pero yo lo hacía con otro sentido más que el frío.

Mi padre era siempre uno de los postores y casi siempre se quedaba con este cargo, que para nuestro hogar era un sustento muy especial; pues aunque trabajábamos duro en las bodegas para sacar el vino, se ganaban unas perras que venían a apoyar nuestra supervivencia, en la maltrecha economía. Recuerdo que este acto, en alguna ocasión, coincidía con ese fecha en que se encendían las luces por el día y que si había niebla, el brillo de las cuatro bombillas que existían -al formar un cerco- parecían adornar las calles. Era el día del sorteo de la lotería de Navidad, que en algún aparato de radio, que malamente existía, se oía el canto de los niños de San Ildefonso y que en Villabuena nunca tocaba, porque realmente no se jugaba, por falta de recursos y basados en ese proverbio de que “no hay mejor lotería que el trabajo y la economía”. Pero a pesar de todo, si nos gustaba ir hasta el ayuntamiento a ver la lista del sorteo, que colocaban en el tablón de anuncios unos días después.

Hemos dejado para el final en lo relativo a las fiestas, tal vez la de más arraigo y estima que con alegría y afecto extraordinario se recibía en el pueblo, y es la de San Roque. Comenzaba el día 15 de agosto, festividad de la Virgen de la Asunción, cuando las mozas ya comenzaban a cantar la copla tan popular que decía:

Ya vine San Roque, madre
ya vienen los forasteros.
El que no tenga posada,
que duerma en el gallinero.

Finalizaba el día 17 del mismo mes, festividad de San Roquito; todo era regocijo, bullicio y ambiente que se ceñía a esta fiesta dedicada en su mayor parte a los toros. Era la fiesta taurina por antonomasia, dando la impresión de que este pueblo tiene aires y sangre toreros. Todo comienza con los encierros de los novillos campo a través y por las calles, hasta llegar a la plaza del Potro, que era donde se ubicaba el coso taurino, construido con carros. Después los cortes a los herales, los mantazos, agarrando a los animales..., daban opción a pensar en el gran valor que se debía tener en el pueblo para el arte del toreo. Pero esto solo era ficticio.

Cierto es que tal valor y entusiasmo desataba un impulso explosivo, agresivo, de un mal comportamiento en el trato a los animales, dándole pedradas, hijonazos, navajazos y toda la clase de barbaridades que hasta terminaban con la vida de éstos, en las calles, en el campo o en la plaza. Tanto es así, que estos hechos fueron tratados de vandálicos hasta por la prensa nacional y para testificarlo exhibimos un escrito de uno de los muchos testigos presenciales, dirigido a la primera autoridad del pueblo.

Este comportamiento con los toros pudo sobrevenir del arraigo de la aventura y la lucha de los habitantes de este lugar, que además en estas fechas festivas, al ser tierra de vinos fuertes y hechos para paladares fuertes, el consumo del mismo incrementaba el aparente valor.

El calor intenso hacia la fiesta de los toros tuvo repercusiones trágicas; pues en el reciente año 1.985, Ángel Amaro perdió la vida por la cornada de un toro y más recientemente, el ya citado Cayetano García Vázquez (Caye) fallecía a consecuencia de lo mismo en la población cercana de Castronuño, en el año 1.990. No han sucedido más casos de estos, porque como vulgarmente se suele decir, Dios no ha querido.

Se vivían verdaderas escenas de pánico y escalofriantes con los toros, en la plaza, en el campo, en las calles, en las eras o en cualquier lugar, puesto que hasta en los locales que las peñas ubicaban para las meriendas y limonadas llegaron a meter algún toro. En las eras con la mieses y sus mederas se les burlaban las embestidas en carros, máquinas aventadoras, etc. Recuerdo en una ocasión, al entrar los toros en la plaza, empujados por la masa de gente que venía tras ellos, dándole palos, Blas (el nieto de la señora Inocencia) que debía tener una copa de vino de más, entraba delante del morro de los novillos, al cruzar la plaza Blas corría para refugiares en algún burladero o subirse a un carro de los que formaban el ruedo, pero no sabemos si por el miedo o por los efectos del alcohol, centímetros antes de llegar a estos puntos Blas cayó en el preciso instante en que el toro daba el derroche y golpe de envestida al mozo y al caer este, el derrote del bicho fue en falso. De no haber sido así, Blas hubiese sido machacado contra las ruedas del carro y hubiese sido muy fácil haber perdido su vida.

Contaríamos miles de casos similares en la plaza y en otros sitios; pero otro de los que recordamos fue en un encierro en que uno de los toros rezagados, se había plantado cerca de la tierra del señor Telesforo (donde hoy tiene una casa Placidio Guerra), Estenislao Rodríguez (hermano del pollo) citó al toro y éste se le arrancó, él salió corriendo pero el animal más veloz le tenía el morro en la espalda. Como vulgarmente se dice, Estenislao sentía el aliento del toro en el culo. El ganadero con su caballo estaba observando la faena y rápidamente salió corriendo con el corcel y gritándole al mozo “no te tires en lo que yo no te lo diga”; así lo hizo y cuando le mandó tirarse, el ganadero tenía la pica en los lomos del toro y que al decirle “ahora”, se la clavó al novillo y éste salió disparado sin detenerse a hacer nada al afortunado Estenislao. Recordaríamos listas interminables de otros casos y otros mozos como José Barrigón, Evere Muñoz, Nicer Pérez..., a campo descubierto, en las eras, en las calles, en la plaza, etc.

También es cierto que había otros momentos de más jubilo y viva alegría, como nos lo demuestra el programa de la fiesta del 1.972. Y eso que no se hace constar cuando salía Antonio Arribas (descendiente de Bóveda, como su hermano Pepe) a lomos de su nerviosa jaca, una buena yegua con la que nos hacía exhibiciones corriendo las llaves, suerte que se hacía antes de abrir los toriles (chiqueros). Con caballo, Caroña “el de Villafranca”, en el encierro nos exhibía sus cualidades de doma de caballista delante de los toros.

Otra suerte de la fiesta de los toros eran los cortes que se les hacía en la plaza, pasando corriendo por delante de ellos y haciéndoles girar en redondo, donde Ladis “el de Guarrate” nos hacia las delicias siendo correspondido con una salva de aplausos; o las faenas de aquel famoso novillero de Belver de los Montes, llamado Lorenzo Pascual “belmonteño”, que sus éxitos le dieron opción a tomar la alternativa como matador de toros. Dentro de la provincia de Zamora se podía formar un cartel con tres espadas nativos de la tierra: Felix Rodríguez (Fuentelapeña), Andrés Vázquez (Villalpando), Lorenzo Pascual “belmonteño” (Belver de los Montes).

En Villabuena no se llegó nunca a crear una figura de este arte (cosa rara), solamente Ireneo Asensio (Erin) llegó a alternar en algunos pueblos como aficionado con Andrés Vázquez (Villampando), José Díaz “el gacho” (Taragabuena) y otros, pero sin pasar de ahí. Fanáticos del toreo siempre ha habido muchos desde Joselito, Juan Belmonte, Domingo Ortega, Manolete, Dominguín, Antonio Ordoñez, Paco Camino, El Viti, El Cordobés, etc. Por ello nadie se perdía los acontecimientos taurinos de los pueblos limítrofes, como San Antonio el 13 de junio en Guarrate o Vadillo, Las Nieves el día 5 de agosto en Bóveda, el 8 de septiembre Natividad de nuestra Señora en El Pego. Y en otros lugares porque coincidía con la misma fecha de nuestro pueblo como eran Venialbo, Fuentelapeña, etc. San Agustín el 28 de agosto en Toro. En ciudades como Zamora, Salamanca, Valladolid... ya había factores en contra que impedía acudir a estos festejos y era la economía, al tener que pagar entrada, el desplazamiento - entre otras - para ver las figuras que actuaban. Como el caso de Manuel Rodríguez “Manolete”, que al día siguiente de su muerte debía de haber actuado en la plaza de Toros de Zamora.

El otro programa de fiestas de San Roque nos trae el recuerdo del resurgimiento de esta fiesta de toros, que como vemos, solamente se celebraba en poco más de dos días y medio (15, 16 y 17 de agosto), viendose que se han aumentado dos días más, con encierro, pues antes de 1977, año en el que en las elecciones de junio quedó instaurada la democracia con el nuevo gobierno de Adolfo Suárez, consiguiéndose romper ese tipo de cambios que se les venía negando a los ciudadanos, pues hubo un largo periodo de tiempo que los encierros estuvieron hasta prohibidos por las leyes del régimen franquista.

Tristeza y melancolía originan los recuerdos de aquellas canciones que las mozas del pueblo cantaban en los encierros de los toros desde los puntos más estratégicos, como el barrio del teso, el palacio u otros lugares, al ver pasar los toros por debajo de la peña, la gadaña (Guadaña), las coloradas, etc., que decían así:

Los toritos vienen
no los vais a ver,
porque al estraperlo
los van a meter.

Los toritos vienen
los toritos van,
los toritos vienen
por el arenal.

Las coplas que cantaban en la plaza, dirigiéndose al ganadero cuando los novillos no embestían decían así:

De que le sirve a Casiano,
tener anillos de plata,
si los toros que ha traído,
no se tiran a la capa.

Las coplas que cantaban las mozas al comienzo de la fiesta de San Roque, de dormir en el gallinero, no se llevaban a cabo, pero si es cierto que se dormía en las mederas de mieses en las eras, que eran la cama y colchón que muchos podíamos ofrecer a los amigos forasteros al no disponer de espacio en el hogar, aunque nuestro espacio voluntario fuera bueno y espléndido.

En esta fiesta de toros, sé que fui bautizado con casi dos años y medio de edad -en aquellos tiempos era un sacrilegio sagrado-, no lo recuerdo, pero me lo han contado cientos de veces. En estas entrañables fiestas en el año 1.936 debió de llegar una notificación de fusilamiento a treinta y tres personas del pueblo que no compartían los pensamientos de la dictadura, entre ellos debía estar mi padre. El cura del lugar Don Ramón (Estanislao Vicente) pudo contener esta masacre en tal fecha. Dentro de esas personas había muchos casados y con hijos. Algunos de esos hijos no habían sido bautizados y entre ellos estaba yo, nuestros padres en respuesta al agradecimiento de la obra del cura, respaldaron esta acción con el bautizo de sus hijos. Esto también sucedió en San Roque.

Lo que si recuerdo aun siendo casi un niño, fue la actuación de la guardia civil en uno de los encierros de los toros el día de San Roque en la mañana, tirando ya al medio día, los toros no se habían llevado hasta la plaza, los animales se resguardaron del duro calor entre las sombras de los árboles de las alamedas de la ribera del río Guareña, cerca del famoso molino Sopeña, donde los caballos no tenían acceso a llegar hasta ellos, por lo que no podían sacarlos de allí para encerrarlos en los corrales y ser lidiados en la tarde. Al personal de a pie le fue fácil llegar hasta donde se encontraban los toros debido al resguardo de los arboles, desde donde maltrataban a los novillos con piedras, palos, picas..., alguien informó a la guardia civil de lo que estaba sucediendo, cuando éstos se encontraban jugando a la pelota en el trinquete (frontón) de “el malagueño”, aunque estaban de servicio en tal fiesta. La pareja de la guardia civil sin recordar sus obligaciones, salió para donde se encontraban los toros. Como allí se encontraba el puente de hierro, acceso obligado para que las personas retornaran al pueblo, en él se quedaron. El personal al enterarse de que la guardia civil iba a intervenir, dejaron a los animales dirigiéndose al pueblo, pero al ver a la guardia en la entrada del puente se vieron -como se suele decir- entre la espada y la pared. Algunos pasaron el río cruzando por el agua hasta la cintura. Los guardias a todo el mozo que pasara por el puente le castigaban personalmente, con golpes, bofetadas, patadas y puñetazos, sin conocer la realidad de si estos habían castigado a los toros o no. Julián Zampeo, que residía en nuestro pueblo y que procedían de Villafranca del Duero, (los padres carniceros), era una persona opulenta, tanto por sus cualidades físicas, como por privilegios recogidos de estudios e incluso hasta del régimen actual, éste se encontraba allí. Zampeo reunió a otros mozos y mandó que lo siguieran camino del puente y dirigiéndose a la guardia civil dijo: “El primero que nos toque le tiro al río y después al otro”. Los guardias debían conocerlo y callaron, los mozos siguieron a Zampeo, pasaron el puente y el mal trago. Julián vio que los guardias estaban desarmados y sin parte del uniforme en acto de servicio y por su comportamiento en el uso de poder, intentó coger en casa de “el malagueño” los fusiles y correajes para irlos a entregar en la capitanía general de Zamora, lo convencieron para que no lo hiciera y todo quedó en una anécdota.

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