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INFLUENCIA DEL APELLIDO MOYANO EN VILLABUENA

Siguiendo con la aportación de los Moyano a la población de Villabuena y como hemos dicho, con el poder de la autoridad del ministro Don Claudio, hemos detallado la antigua población que conocemos, como que estaba asentada al lado izquierdo del río, barrio del cañal, calle del puente de piedra, camino de la Bóveda, zona del palacio, barrio del teso... con esas casas al ras de la tierra y de pobre aspecto, la capilla o santuario que existía se encontraba en zona, tal vez, despoblada en la llanada de la colina, sin ninguna edificación cercana o al menos ningún vestigio se observa de edificaciones y menos de realengo. Hemos hecho mención a que ni la casa del cura existía. Pero a partir del asentamiento en el lugar de la familia citada, se puede comprobar -hoy mismo- que todas o casi todas las viviendas que circunvalan el lugar de la iglesia (antigua ermita) son edificaciones un tanto de realengo solariego - para la zona - y que son o han sido de ascendentes o descendientes de los Moyano. Lo que se demuestra con estas construcciones una agrupación en lo que se dio en llamar el centro urbano de más alto poder adquisitivo de personas cuyos servicios o ayudas se consideraron más valiosos que el total del resto del poblado, barrios donde eran habitados por personal de menos entidad económica, tales como “el teso”, “el cañal”, etc.

(“Ante esta explicación y conocimiento de otros hechos, encontramos un núcleo de población cercano a la Iglesia que tal vez pueda ser mixto, de antiguas fechas y más modernas, por que detectamos existencia de dos viviendas de los Moyanos; aunque el resto del distrito -llamémoslo así- fuera de pobre aspecto. Mencionada zona se encuentra en el triángulo, entrada de la Iglesia, Plaza de Landelino Crespo, Ayuntamiento viejo y vuelta a parte trasera de la misma Iglesia; donde existe esa casa de tapial y adobe de Clemente Sánchez que aparecieron restos de cadáver y las casas de Gaudencia Moyano y Josefa Moyano. Dentro de este circuito debieron suceder hechos trágicos -como el citado en la casa de Clemente Sánchez- y raíces dudosas; pues según información transmitida de gentes mayores, ! Dicen ¡ que por una medianía de pared y derechos de servidumbre de una ventana entre lo que es la casa del Sr. Saul Gómez y que antes habitara Donaciano y Mario -entre otros- con la finca urbana de hoy Edesio el “Trapallo” por su corral, dos hombres se pegaron un tiro con el fallecimiento de uno de ellos. En el mismo comentario se nos incluye, que desde la zona de esta ventana partía una bodega, galería o pasadizo que tenia su salida a la puerta de la Iglesia por la vivienda de José Manuel Mielgo “Copete”, donde aparecieron cosas de gran interés histórico. En departamentos de tabicación de ladrillo dentro de esta galería debieron aparecer libros manuscritos unidos con costuras de cuero y encuadernados con el mismo material. Hay quiénes recuerdan las fechas inscritas de se publicación años 1.284 y 1.438, añadiendo que si estos departamentos fueron ocupados por monjas religiosas.

De este mismo distrito parece que nació otro triste suceso; pues un matrimonio residente en este mismo lugar, la esposa se debió de liar con un señor llamado el tío Tifón, que vivía en el barrio de la calle del puente, dicha señora para acabar con su marido convino con su amante el darle muerte y para llevar a cabo el asesinato fueron los tres a una bodega que poseía el matrimonio en el camino el molino. El tío Tifón y su amante mandaron sacar vino de una cuba al esposo y cuando el buen hombre realizaba tal actividad recibió un tiro disparado por uno de la pareja que acabó con su vida. El caso parecía cerrado por no haber pruebas contra nadie; pero las comidillas del pueblo se despertaron en contra de la esposa y el tío Tifón. Cuentan -parece con gran certeza-, que la pareja de la guardia civil planeó una entrevista con los dos amantes, después de realizada esta, acordaron dejarlos solos en una habitación de la casa de la famosa Gallega - lugar que se cita como ser solar del Palacio. Pero antes de dejarlos solos uno de los guardias se había escondido debajo de una camilla con faldas para escuchar sus opiniones; al declararse el uno al otro que se veían perdidos dijeron suicidarse con una peineta que ella llevaba. Primero mataba al tío Tifón y después se cortaba ella las gorjas con dicha peineta, en ese instante apareció el guardia que se encontraba escondido y los detuvo, pasaron por la cárcel y el tío Tifón volvió al pueblo ya de muy mayor y vivió en proximidades de esta barriada”).

Todo lo cual es visiblemente de fortalecimiento a la congregación de la iglesia, pero en tal caso lo que se consiguió en estas fechas de asentamiento Moyano, fue cambiar una capa de talifundistas por otra de talifundistas laicos, permitiendo el crecimiento de la producción agrícola contribuyendo por otra parte a la solución de las formas de vida; aún seguían existiendo amos y criados, que más que criados seguían siendo casi esclavos, pero se constata que lo eran para su pueblo. Consuelo de la noble ignorancia.

En estas épocas se comienza el trabajo en la industria, construcción de carreteras y ferrocarriles entendiéndose por algún tiempo que esta reforma repercutiría en la zona de nuestro pueblo debido a que la línea de ferrocarril de Medina a Zamora, a propuesta de Don Claudio Moyano iba a pasar por Castronuño, Bóveda, Villabuena, Toro... con lo que se hubiese conseguido una mejora, donde se podía haber facilitado el transporte agrícola dándole un mejor impulso a la población, sacando del aislamiento de incomunicación que tenía el lugar y evitando ese frío intenso que se pasaba en los inviernos en las estaciones de ferrocarril de Toro, Castronuño Medina del Campo..., en especial los soldados que marchaban a cumplir sus obligaciones con el servicio militar.

En uno de estos edificios que citamos de ascendentes o descendientes de los Moyanos y que hoy todavía existe cerca del edificio de la Iglesia, siendo propiedad de él, benjamin de los sobrinos del ministro: Patricio Moyano González, se guardaban allí en los tendejones de aperos de labranza dos serré tipo berlina, que el propio ministro utilizó para sus deberes de gobierno y que debieron entrar en el lote hereditario. Una de ellas la hemos podido ver hasta hace no tantas fechas. Queremos reseñar, que nos han recordado recientemente, que al hacerse cargo este sobrino de tan prestigioso utensilio, la más nueva de las dos se encontraba en deficiente estado por el paso de los años y desuso -de la otra se debió de deshacer-, la mandó restaurar, tal encargo se lo mandó realizar al ebanista y pintor Julian Feo Martín natural de Villabuena; este señor, hoy reside en la ciudad de Toro, después de haber corrido distintos lugares de España. Pues en el pueblo no debieron ser bien reconocidas sus excelentes cualidades profesionales y humanas. Su taller debía estar muy cerca de la vivienda del señor Moyano; para realizar tal labor se utilizó madera de acacia que fue cortada en la finca que poseía Basilio Hernández que heredó su hijo Zenón, en la misma orilla del Guareña. Recientemente hemos visto obras de pintura de Juan Feo Martín en su taller de Toro y decimos que “nadie es profeta en su tierra”, más debido a los tiempos, tuvo que luchar en contra de la incomprensión.

Décadas más tarde empieza la construcción de viviendas de otros apellidos enfrente talmente de la iglesia y con construcción de ladrillo, pero también procedentes de fuera del lugar de Villabuena, para la propiedad del matrimonio formado por Fidel Lorenzo y su esposa Cipriana, más el hermano Fermín Lorenzo que procedían de Villafranca del Duero (el primero sería el padre de Plasentino Lorenzo), y probablemente fueran los primeros comercios mixtos de ultramarinos que debieron existir en Villabuena. Antes de construir estas nuevas viviendas Fidel y su esposa Cipriana tuvieron un estanco en una vivienda restaurada en la calle del puente y las dos viviendas nuevas fueron a parar a sus dos hijas Cecilia y María; la primera casada de segundas con un señor apodado Mantelme, que regentarían el estanco, pasado de su madre de la calle del puente a las casas nuevas; y la segunda contrajo matrimonio con Benjamín, el relojero, y ambos pondrían una relojería. Por estas fechas ya se vendía algo de comestibles en casa de la señora Terita, en su vivienda, cerca de la casa del cura.

A finales del siglo XIX toda la zona del antiguo alfoz de Toro perdía, día a día, poder adquisitivo. En el año 1.885 absorbida la capital de provincia hubo una plaga de filoxera que atacó a todos sus viñedos, teniendo que ser arrancados, lo que impulso al éxodo de gentes arruinadas; pero a pesar de esta tragedia en sus viñas, Villabuena siguió creciendo. Al comprobar este crecimiento, las gentes de las zonas limítrofes buscan asiento en el lugar de Villabuena; un matrimonio formado por Felipe y Patricia vecinos de Bóveda arriendan el molino Sopeña y su término, en aquel momento propiedad de la orden de la cruz, que más tarde pasaría a poder de los Villachica. Estos nuevos propietarios mandaron la construcción de un puente de hierro, en el año 1.909, para el paso del río y servidumbre del molino que se denominaría el Puente de Hierro, ha existido hasta hace breves fechas, dicha construcción debió de ser hecha por unos hermanos albañiles del pueblo, llamados los Joseiles; cuando Felipe falleció, este arriendo pasó a su hijo Maximiliano, conocido como el molinero.

En esta Edad Contemporánea se sigue consolidando el núcleo de población de Villabuena, siguen llegando gestes de fuera y otros apellidos de raíz lugareños que se hacen labradores, muchos más arrendatarios que propietarios. Recordaremos algunos de aquella época, exceptuando a los Amigo, Moyano, Crespo...: Norberto Hernández, Agileo Martín, Ignacio Muñoz, Cirilo Hernández, Manuel Muñoz Martín, Clodoaldo Jiménez, Ireneo Rodríguez, Facundo Polo, Clemente Sánchez, Jacinto de Dios, Gregorio Seco, Eusebio Manso, Pepe Polo, Ambrosio Muñoz, Fortunato Martín, Fausto Manzanera ... y bastante más tarde Octavio Aparición (Argujillo), Dimas Lorenzo (Valdefinjas). Y algunos más. Como se puede comprobar, descendientes en su mayoría de localidades cercanas. Datos que nos siguen demostrando que el incremento demográfico procede de fuera del lugar.

Hasta estas fechas las mayores necesidades de servicios y consumo se cubrían con lo existente en Bóveda, otras desde Toro, Fuentesaúco e incluso de Fuentelapeña. Pero con arreglo al crecimiento del poblado se siguen desplazando de otros lugares gentes para cubrir puestos de trabajo en el lugar, ya creados por la necesidad cuantitativa que se requería en la labranza. Unas de las primeras instalaciones que se hicieron, fueron fraguas y cumpliendo con las leyes establecidas éstas debían estar próximas a zonas de aguas debido a que se podían producir incendios. De los primeros en desarrollar esta actividad fueron los hermanos Toribio y Salvador Crespo, en un local no muy distante del río, en la zona del cañal (descendencia de la Bóveda); del mismo lugar llegó Faustino Velázquez Fonseca, instalando su fragua en las cercanías del puente de piedra; y así fueron llegando más tarde Claudio González ascendente de los blusas, que vino desde Fuentelapeña y su esposa descendía de Fuentesaúco, instalándose cerca del río al lado del puente de piedra.

Llegan al pueblo carpinteros y cuberos, se recuerda como uno de los primeros en instalarse en la zona del cañal, Antonio Canelas (procedía de Zamora capital), Santiago Ramos, que se instalaría en la calle del puente (procedente de Venialbo). Albañiles, llegaría Patricio Duque (padre, el sordo), procedente de Carpió (Ávila); Antonio Carrasco hijo de Doña Angustia, maestra, procedente de Bóveda, este hombre se le llamaba toscano, apodo creemos derivado que dentro de su humildad de albañilería de un pueblo, se le reconocían algunos conocimientos neoclásicos arquitectónicos.

Gestiones de compra y venta de ganado mular, asnar y caballar se hacían en Toro o Fuentesaúco, pero por estas fechas ya surgen tratantes en esta rama como fue Columbano de la Iglesia (descendencia de Sampedro de la Tarce). Otros como Marcelino Pérez y su hijo Francisco Pérez Arroyo, siguieron con la ganadería lanar, no siguiendo la actividad de la agricultura; aunque bien es cierto que casi todos los labradores de alguna importancia tenían ovejas. Más tarde el tal Francisco Pérez Arroyo instalaría una carnicería, que después regentaría Porfirio Pérez, en la plaza llamada hoy de Landelino Crespo. Para todas estas actividades era preciso un veterinario y uno de los primeros que se instalaría en el lugar sería Don Alejandro, que se atribuía a su descendencia de La Mota del Marqués, aunque esto no es seguro, siendo el que comenzó a curar y herrar ganado en un artilugio llamado potro, instalado en la plaza que hoy se denomina así “el potro”, derivado de aquella instalación. Este fue sustituido a su jubilación por Don José Sevillano Rodríguez, que ejercía su profesión en Villabuena y El Pego.

Se necesitaban hornos para la fabricación de pan y se cree que unos de estos hornos la construyó Antonio Hernández Prieto, en casa extrarradio; después Tomasa (la cadeta), Leoncio Bayón, Alfonso Hernández.... En las ventas de cereales y vinos comienza como intermediario Eladio Vázquez, que disponía de un buen lagar y casa para su recolección. Se conoce el primer estanco, o de los primeros, instalado por un señor que se apellidaba Barajas en la calleja detrás del edificio mencionado de Eladio Vázquez, más tarde este habitáculo fue ocupado por Wenceslao (Pelao, cuñado del cura Don Ramón) y el señor Barajas instaló el estanco en la calle del Puente.

Otra familia apellidada Barajas, Alfagemez, levantó una fabrica de construir material para la fundación de viviendas, con tejas, ladrillos... en la zona conocida como el parador, lindera con el sitio que debió de ocupar la ermita del humilladero y el convento de los templarios o santísimo sacramento, rayando a la cañada Salamanca-Toro. Otras personas, tal vez, sin posibilidad de acceso a la agricultura, se asientan en el pueblo dedicándose a otras actividades, como el señor Junco dedicado al trato de arriero transportando, con su carro de varas y toldo, enseres de unos lugares para otros (descendiente de Fermoselle), pariente de éste era el señor Comino, que se dedicaba a la caza furtiva y a la venta de piñones que recolectaba del arriendo del pinar de la ciudad, llamado el monte Venialbo y que más tarde colaboraría la familia de Ramón Feo y su esposa Fernanda, que era ascendente de esta familia Fermosellana, y vendía los piñones por medida a chicos, y mayores.

Fondas o posadas que se sepa existieron, fueron la de Don Marcelino (medico, el gallego), Francisco Pérez (el pastor) y también debió de desempeñar esta actividad, Laureano Calzada y la tía Quintina, que al mismo tiempo vendía vino y se conocía por la tacaña. Llegan zapateros, en la zona del palacio se asienta un señor llamado Gallufa (descendiente de Manganeses de la Lampriana); otro llamado el Motano se ubicó en el rincón de la puerta de la iglesia (hubo quien afirmaba que descendía de Madrid capital), y que también fue secretario del ayuntamiento, su esposa ejerció de maestra en El Pego. Humanamente se cubre la plaza de medico en el pueblo y se cree fue Don Marcelino (el gallego) que nos hace pensar procedía de Galicia; más tarde ocupó esta Plaza Don Eloy Rubio Mateo (su descendencia venia de Malba con su esposa Amalia Samaniego).

Barberías de las primeras conocidas en nuestro pueblo debieron ser la del señor Bernabé instalada frente al Café Español (procedencia Venialbo), A. González, balina (procedente de Bóveda) instalado en la calleja del tío pata, y ya más tarde Florentino Alonso instalado en la calle del Puente (procedente de Peloestan -Toledo-). Pescadores que ejercían su actividad en el río Guareña, el señor Gregorio Gil Prieto, padre de Manuel Gil (el carrucho) que después lo haría su hijo Manuel con una barca, y por último, Herminia Camarona, Ramón Feo y sus hijos, que lo hacían a mano y con el trasmallo pescando sardas, barbos y otras especies.

Curas o sacerdotes de los cuales se tenga idea que pudieran haber sido los primeros de ejercer el pastoreo espiritual y de administrar los sacramentos a los fieles en el pueblo fueron Cristóbal Ducete, que desde la ciudad de Toro se transladaba a este lugar. Bastantes años más atrás, se debió de asentar en el pueblo como párroco en la casa parroquial, Don Julian Viurles, que se dice fue emigrante a las américas residiendo en Argentina, pero que ya de viejo retornó a Villabuena y aquí falleció, siendo enterrado en el cementerio que existía en el camino del molino; este debió de ser sustituido al dejar esta parroquia por Estenislao Vicente, recordado como Don Ramón, que falleció el día 16 de enero de 1.946 y enterrado el día 17 del mismo mes. Fue un día de frío infernal, pero desafiando a la climatología todo el pueblo y en especial los chavales, salimos a la calle para ver pasar tristemente el féretro de nuestro cura Don Ramón; recuerdo que este día las calles estaban llenas de nieve.

Como desde Toro se debieron de dejar de nombrar cargos regidores, guardas para el campo, uno de los primeros nombrados en el lugar debió de ser Rogelio Muñoz, guarda del ganado de cerda y cabrío Braulio Martín (el cojo) y más tarde Félix García. E igual pasó con los secretarios, de los primero que se recuerda nombrados por el ayuntamiento del lugar, fueron el señor Carrascal (procedente de Zamora capital), el Motano (procedente de Madrid capital), Gerardo Bailón (procedente de Málaga), y años mas tarde Celedonio Valle, procedente del Pego. Alguaciles más antiguos pueden ser el señor Pío (descendente de Bóveda), José Carrasco, Felipe González...

En estas fechas del fin del siglo XIX y comienzos del XX. ya figuran en estadísticas escuelas ubicadas en el pueblo, dos para cada sexo y edad, desconocemos quienes fueron las primeras personas maestros de escuelas, lo que si se recuerda que por los varones, Don Matías, Don Luis, Don Alberto y Don Emeterio debieron ser de los primeros asentados en el pueblo y para las hembras, Doña Lidia (descendiente de otro lugar) Doña Eudosia (descendente de Argujillo) y Doña Manuela, la madre de Enrique Cases Vaquero, descendiente de Fresno de la Ribera y que como todos sabemos fue él quien nos proporcionó conocer las más antiguas raíces de este pueblo. Pero además sabemos de transmisiones de boca a boca y generación tras generación que una de las primeras personas que ejercieron la enseñanza, fue un señor sin carrera universitaria llamado el tío Celso. Es de recordar con el pronombre de tío, entonces era una desamortización al señor, solo se les llamaba tío a las personas de baja alcurnia; el tío Celso, el tío Pata, el tío Ambrosio.... sin embargo a las personas ascendentes o descendentes de los apellidos famosos se les pronunciaba con el señor Pablo Amigo, señor Patricio Crespo, señor Basílico Seco... Pero este Tío Celso en su humilde domicilio daba clases a las personas que por el día trabajaban y en las noches les enseñaba algo de leer, escribir y de cuentas. Se recuerda un problema de matemáticas que le planteó a uno de sus alumnos que decía así: “A ver, Pablo; si tienes que tapar un bucarón que lleva 10 adobes y has colocado 8, ¿cuántos te faltan de poner?”. Pablo dudó, un compañero de clase le dijo siete, entonces Pablo contestó diciendo siete, el tío Celso le respondió “¡pero bueno hombre, como se te ha ocurrido tal disparate!. Pablo contestó indicando con la mano “este boca buzón que me lo ha dicho”. Y con esta noble actividad el tío Celso ganaba algo para el sustento de los suyos.

Serradores de madera para la construcción, se recuerda como a uno de los primeros a Deogracias Guerra con su esposa Dolores (descendientes, alguno de ellos de Venialbo). En el pueblo ya existía un porcentaje alto que poseía su terrazgo -en renta la mayoría- para plantar algo de huerta, donde recolectaban algunas hortalizas para el consumo doméstico, pero no por ello Gregorio Gil Prieto (y más tarde su hijo Manuel) y el señor Nicomedes no dejaban de vender lechugas, tomates, cebollas... en sus domicilios, así como en venta ambulante.

Estas muchas personas crean una sociedad creciente que demandaban otros servicios, a lo que respondió el médico ya citado, Don Marcelino el gallego, construyendo un complejo -hoy se diría residencial- en la entrada de la población viniendo de Toro, con fonda (ya citada), Café-Bar, pista de baile, frontón de pelota, salón para celebración de obras de teatro..., en el año 1.910. Este señor debía estar casado con una mujer que era marquesa, por lo que poseía un gran poder económico, hasta en joyas y obras de arte. Este matrimonio trajo consigo unas secuelas, que entendemos merece la pena reseñar. El matrimonio tenía una criada (sirvienta) llamada Adela, la cual a la muerte prematura de la marquesa, se casó con el médico Don Marcelino y ella a su vez, cuando falleció el médico, contrajo matrimonio con un camarero que había en el Café-Bar, llamado Gerardo Bailón (el ya citado secretario), que era descendiente de un guarda -aquel señor Mirabal de Bóveda- que trajera de Málaga para la finca o monte del Pego. Hombre con cualidades que distinguen a la persona y que como decimos fue secretario del ayuntamiento, gran jugador de pelota y gran profesional de hostelería, poseyó el primer vehículo de motor en la localidad; amaba los valores humanos, nunca se dejó humillar por esos apellidos famosos, llegando a enfrentarse hasta a puñetazos por los abusos de prepotencia de éstos en lugares públicos, como el que él regento, donde se enfrentó al poseído y opulento Aurelio Amigo Seco Moyano. Y eso que su padre como guarda, contrajo matrimonio con una hermana de la madre de un apellido Moyano, concretamente con la de Marino Moyano y de este matrimonio nacería Gerardo Bailón “el malagueño”.

Todo este complejo hostelero pasó a propiedad de “el malagueño” y con el frontón de pelota se crearon grandes jugadores en la modalidad de mano, entre ellos el propio Gerardo, Plasentino Lorenzo, Ireneo Rodríguez..., estos llegaron a dar la satisfacción de ganar el campeonato regional a los finalistas de Nava del Rey.

Atraído por el progreso y desarrollo, Aurelio González “el gaitero” compra un automóvil para el servicio de taxi, ya que se comenzaban a construir caminos (como hemos dicho) con carácter de carretera. Para el mantenimiento y cuido del camino Toro-Pedrosillo (antes cañada Toro-Salamanca, hoy carretera nacional 519), se destina a un caminero llamado Domingo Alonso, instalándose con su familia en una casilla (vivienda-casa de peones camineros) talmente al lado del cementerio que estrenó Linos González. En el pueblo lamentábamos la soledad de estas personas al lado del campo santo y más cuando se mandó denominar una parte del cementerio, casi lindero con la vivienda “cementerio civil”, donde sólo se le daba sepultura a los que no hubieran fallecido de muerte natural. Tan distante y tanta soledad en la perturbación angustiosa que finge la imaginación, nos parecía el lugar de la casilla, que las hijas de Domingo nos causaban lástima al verlas tan solas caminar a su domicilio después de los bailes, aunque en los de la noche las acompañaba el padre y más tarde su hermano Marciano.

El hijo de Fidel Lorenzo, Plasentino (conocido por Plasen), al contraer matrimonio - de segundas - con Engracia construyen un edificio en la hoy Plaza de Landelino Crespo, donde establece un comercio con toda la clase de utensilios y menesteres para el sustento de la vida. Se recuerda que entre sus proveedores fueron unos de los primeros o el primer vehículo de motor que se vio en el pueblo, llamado la camioneta de la aceite y de los plátanos, creciendo en una cantidad abrumadora, por lo que en poco tiempo se hace uno de los más grandes capitalistas del lugar. Esto algunos no lo veían muy limpio ya que hacía ventas con el trueque de huevos, trigo, cebada.... y compró la heredad de los capellanes para él, a su vez arrendarla en parcelas.

Pero antes y dentro de esta crecida demográfica, la crisis económica y social había aumentado su precariedad al no existir puestos de trabajo para la supervivencia de las gentes humildes, que en su mayoría seguían dependiendo de la alta burguesía feudal talifundista de Toro. En los veranos los segadores se desplazan a ejercer esta actividad a los campos charros, hombres con grandes cualidades como Manuel González “el chivín”, Roque García “el azulete”, Ángel Hernández “pilo”...

-Recuerdo una anécdota que siendo un niño oí y presencié que jamás he podido olvidar, sobre el mérito que se le daba a esta actividad de la siega en nuestro pueblo, que hasta hacía digno de aprecio al hombre que efectuaba bien dicha actividad. El matrimonio formado por Gaspar y su esposa Colasa vivían cerca de mis padres (eran familia de Colás Alfagemez y creo que aunque lejana también nuestra), eran muy mayores. En las noches y atardeceres del tiempo bueno de primavera, verano u otoño, los vecinos nos reuníamos en cualquier lugar del barrio, para pasar el rato hasta la hora de la cena o de irnos a acostar. En una de estas reuniones -casi como es lógico- salió a relucir la siega. Mi tío Gaspar comenzó a hacer balance de sus actuaciones en esta actividad en distintos puntos de la región, en especial en el campo charro; había segado dos años para Don fulano, cuatro para Don citano y tres para otro, y así sucesivamente, siguiendo con un larguísimo etc. Mi padre, que era un hombre con unas cualidades bastante reales, le iba tomando nota de los años que decía que había segado y cuando mi tío Gaspar terminó, mi padre le dijo “¿Cuantos años tiene usted tío?”, él debió de decir unos 83 (exactamente no lo recuerdo); entonces mi padre con su parte de amabilidad le contestó “pues según usted, ha segado once años más que los que tiene”, empezándole a sumar los años que él había dicho haber segado-.

Otros de otras profesiones optaron por la emigración, decidiéndose hasta cruzar los océanos en un viejo trasatlántico buscando un mejor futuro, y tal vez con el anhelo de encontrar una posición estable, como aquellos paisanos suyos que en el siglo anterior ya lo habían hecho. Pero casi todos marcharían recordando el bello poema que decía entre otras cosas:

Al son del agua ronca,
velas flotantes
dicen que van a Cuba
los emigrantes.
Y a pesar de sus luchas
y sus desvelos,
todos se van quedando
bajo otro cielo.

Recordamos algunos de los que, según nos informaron, hicieron esta emigración: Nazario Jiménez, los hermanos José y Leoncio Bayón, Florián Hernández Polo (que ya había terminado su trabajo en la citada obra del médico “el gallego”), los hermanos Los Joseiles (que habían finalizado el trabajo del puente de hierro), Macario Polo, Esteban Rodríguez, Marcelino y Eustaquio Hernández e Ismael Polo, entro otros muchos. Pero no debieron encontrase con la fortuna. Los que volvieron al paso de algunos años, malamente tuvieron para montar una humilde labranza en cálidad de colonos. Eustaquio Hernández se dedicó al comercio poniendo una tienda en la calle del Puente, en la casa de su suegro el señor Melitón, que estaba en una plazoleta enfrente de la casa del señor Pepe Polo dentro de la calle del Puente, nada de boyante, porque cuando sus hijos fueron mayores los destinó a la venta ambulante por el pueblo con una cesta, y más tarde fundó una pequeña fábrica de quesos en este mismo lugar y pasó la tienda para otro edificio de dos plantas en la misma plazoleta dedicando la planta alta a café bar. Pudiendo ser tal vez los primeros puestos de trabajo industrial, creados en el pueblo. Otros -recordando el poema- nunca más tuvieron la dicha de volver a aquella España que en plena juventud dejaron atrás (con la cara llorando, como dice el cantar), los que tuvieron la dicha de volver en el viejo trasatlántico, a darle a su tierra su cuerpo, como antes ésta les había dado la vida, se encontraron con el añadido topónimo del nombre del pueblo, que es el que sigue existiendo en la actualidad ”del Puente” o sea Villabuena del Puente, tal vez el nombre más propio y verdadero sobre el origen del lugar.

Esto fue debido al llevarse a cabo la reforma propuesta por la Real Sociedad Geográfica del cambio de la denominación a quinientos setenta y tres ayuntamientos dentro de España, insertada en la gaceta de Madrid, en el Boletín Oficial de las Provincias y otras publicaciones oficiales de los departamentos ministeriales, dado en palacio a 27 de julio de 1.916 y firmado por Alfonso XII y el presidente del consejo de ministros Don Álvaro Figueros.

En Villabuena, según copia que obra en nuestro poder, se celebra una sesión ordinaria el día 29 de julio en este mismo año 1.916, o sea, dos días después de la notificación oficial. El extracto del acta es el siguiente:

En Villabuena, a veintinueve de julio de mil novecientos dieciséis (29/7/1.916), se reúnen en la sala capitular los concejales: Gregorio Seco, Eusebio Manso, Ambrosio Muñoz, Juan Hermosa, Agileo Martín, Antonio Crespo, Pablo Seco, secretario Felix A. Carrascal y el alcalde Patricio Moyano González.

El Sr. Alcalde presidente de la mesa, Don Patricio Moyano González, declara abierta la sesión dando principio a la lectura y aprobación del acta y diligencias anteriores.

Entre los acuerdos tomados se cita:

Que habiendo variado de nombre este pueblo, es necesario el cambio de rótulos de los sellos del ayuntamiento y juzgado. La corporación acuerda la adquisición de los mismos con cargo al capitulo 11 del presupuesto municipal. Después de otros temas se cita:

No habiendo otros asuntos de que versar, se levanta la sesión con lectura y firma de este acta, que yo el secretario certifico.

Tema para nosotros de duda entre dos juicios, es la exposición a la Real Sociedad Geográfica que hace la presidencia del consejo de ministros esa fecha 27/7/1.916, porque entre otras cosas hace constar que se tuviera presente la tradición, el uso o los efectos de cada localidad que vinieran consagrando predilecciones a las palabras que expresaran corriente de agua con antecedentes históricos y cuyo nombre se pretende cambiar. ¿Se dará ya como histórico el nuevo puente de piedra ?, o ¿tales antecedentes históricos vendrían del puente primitivo?. Esta copia no nos aclara nada sobre el tema, y hacemos constar que la poseemos gracias al celo que ha prestado el vecino del pueblo, Miguel Hernández González a la tierra que le vio nacer, aunque él haya residido fuera de ella desde muy joven.

ACLARACIONES SOBRE DUDAS

Hemos llegado al momento de poder asegurar nuestra teoría sobre la existencia de habitantes en las dos márgenes del río, después de realizar las averiguaciones pertinentes, ya podemos dar como fijo lo que tantas vacilaciones y sombras nos ha venido trocando nuestras iniciativas de que Villabuena debía haber estado poblada de las dos partes del río Guareña, porque de cierto sabíamos, por documentos que lo han testificado, que el hombre estuvo asentado en la margen derecha por el hallazgo de la inhumación campaniforme, avalado por la ciencia de la antropología, arqueología, etc., pero dudábamos de si había seguido poblada esta zona, pero hay otros documentos tan válidos como los anteriores, que acreditan población en las estribaciones de la ladera de la peña, hasta mediados del siglo pasado. Según estudios de Nomenclator de los pueblos de España de 1.857, formado por la comisión de estadística general del reino, en tales fechas todavía existían habitantes en la margen derecha del río Guareña, cuyo núcleo de población era conocido como dehesa de la Peña; de la zona de su ubicación le venía su nombre. Su población era de nueve habitantes que ocupaban la única vivienda familiar registrada y una cédula como identidad de ciudadanía. Son datos tan fiables, como que fueron los primeros censos supervisados por un organismo oficial.

Se entiende que estos dos núcleos de población se comunicaban y entroncaban con el tantas veces mencionado puente de piedra, por senda o camino, unas veces por la gadaña (guadaña) y otras por el camino llamado de chaquinote; dependería del estado atmosférico y meteorológico, para enlazar Villabuena con la peña. Tal recorrido se debía utilizar para seguir el antiguo camino de Toro, ya que por tales fechas era el único puente medieval que se reconoce que cruzara el Guareña por estos pagos; pues la comunicación con la capital desde Villabuena era por la margen derecha del río, hasta el puente que cruzaba este río por la antigua calzada Medina del Campo-Toro, dudándose si existía el de Paradinas. E incluso ya se da como posible que la cañada de Toro-Salamanca cruzara dicho puente, en fechas de la antigua construcción, obra del posible primer gótico, hasta que se fundó el camino más tarde llamado carretera Toro-Pedrosillo (carretera nacional 519).

Esto ratifica nuestras sospechas y confirma la existencia del antiguo puente, más otros temas como la destrucción de las edificaciones en la citada extraordinaria crecida del río en el año 1.860, que pudo ser el fin de la población de la margen derecha del Guareña (como lo fue de la Ermita de los prados y cita la crónica de la época otras edificaciones), e hipotéticamente raíz de los primeros pobladores del lugar sobre la inhumación de la época campaniforme y su hábitat.

Nos ha colmado de placer el poder comprobar en fechas reciente, en nuestro lugar de nacimiento, que esa peña tan histórica y legendaria, resurge de sus cenizas. Durante esta presente década del final del siglo XX, se ha visto muy concurrida la cima de mencionada montaña por equipos de aficionados al deporte del parapente, ataviados con sus indumentarias y arrojándose al vacío haciendo diversas acrobacias para los habitantes de la localidad, con lo que se despierta la atención de este bello paraje; que además, con la colocación de antenas y repetidores de televisión con sus edificaciones y otros menesteres, hacen ser muy concurrido este punto donde se divisa una vista panorámica excepcional; y recordando ese poblado (dehesa la peña) ha sido construido un edificio tipo venta, por Gregorio Rodríguez Hernández, cerquísima de donde debió de existir aquel caserío. Y hoy en la actualidad, existe una asociación de cursos formación para el empleo -subvencionada por el Fondo Social Europeo- que tiene su sede en nuestro pueblo. Dicha organización se denomina y lucen en sus uniformes la inscripción de “Casa de Oficios La Peña”.

Ese árbol genealógico (Moyano) que se había plantado en Villabuena había arraigado fuerte, y consideramos que debido a tres razones fundamentales: dinero, dinero y dinero. A las ramas de este árbol -como hemos dicho- se habían enganchado otras muchas ramas y al peso de éstas, habían hecho ceder a las del tronco viejo, hasta tocar la tierra que el mismo tiempo germinó, naciendo otras nuevas raíces, creciendo otros muchos nuevos árboles, por lo que la población seguía creciendo.

Las gentes y personas que subsistían exclusivamente de su trabajo personal, seguían oprimidas, en su mayoría, por la alta burguesía feudalista de la ciudad de Toro, explotándolos como auténticos esclavos. Trabajando, no de sol a sol, sino desde que amanecía el día hasta que la oscuridad de la noche no les permitía ver la actividad que desarrollaban; y si había luna, se aprovechaba esta luz para seguir trabajando. Esto que en Toro se estaba produciendo eran los síntomas de la gran figura, del gran campeón, de la gran potencia en su decadencia; que su deseo és seguir tratando de aparentar lo que fue. Por ello, a Villabuena con sus gentes, desde la ciudad se les seguía tratando como barriada de chozas de pamperinos indígenas, por lo que desde este lugar, se seguía luchando contra lo peor del hombre: el ansia de poder y de riqueza. Siguiendo con refranes prepotentes, como ese que decía: “Tres cosas sin ser de plata hacen a Toro inmortal: el vino, la Colegiata y su guinda garrafal”. Sólo la Colegiata se puede decir que realmente pertenece a la ciudad de Toro, el resto son más partidarios de pertenecer al valle del Guareña.

En los inviernos sobacar, podar, coger y tejer las vides en las viñas, en las josas, el arreglo de árboles (con cava a los mismos), entre escarcha, hielo, niebla, nieve, lluvia... En primavera cubrir las cepas de las viñas, cavar los árboles, quitar las hierbas, grama... Pasando la semana de lunes a sábado, durmiendo en los establos de los llamados albergues, o en el mejor de los casos en las cuadras de caseríos donde se prestaban los servicios como criados, pastores, reveceros u otros menesteres siempre relacionados con la agricultura. Luchando con el tórrido calor en verano y con el intenso frío en invierno; era inhumana esta explotación del hombre por el hombre, pero había que hacerlo para sobrevivir al hambre y la miseria.

En los veranos se formaban las cuadrillas de segadores para ir hasta los campos de Salamanca, Ávila e incluso a Extremadura a la recolección de la cosecha porque el trabajo era mejor compensado y remunerado que en los campos de Toro; desplazando la siega de las guadañas, la cual venían haciendo los gallegos (como ya hemos citado), y que por cierto lo hacían muy bien, porque segaban al ras del suelo. Pero los segadores de hoz lo hacían más eficaz al no perder las mieses tantos granos, y que como hemos indicado, en Villabuena siempre hubo grandes profesionales en esta actividad. Uno de los pasos más duros, era el largo período que estos permanecían separados de sus familias; pues esta campaña solía comenzar por San Juan (24 de junio) y finalizaba a mediados de agosto (fiesta de Nuestra Señora) o a lo menos así se planificaba; aguantando el trueno que ruge y luz llueve/ los crueles claman piedad/ los cerdos gruñen a coro/ la siega va a terminar. El medio de locomoción que poseían para estos desplazamientos eran las abarcas, caminando por sendas y caminos por lo que se tiraban la campaña de un tirón; lo cual, con lo que seguían con el sistema de esclavitud de la historia del hombre que siempre ha estado unido al pueblo agrícola, estando siempre bajo el dominio del amo.

Como igualmente era agrícola el trabajo en Villabuena y sucedía similarmente igual, pues ni a sus casas podían ir a dormir, ni con la compañía de los padres, ni de las esposas o hijos, quienes los tuvieran; quedaban como vigilantes nocturnos de los animales en las cuadras del ganado para el resguardo y mantenimiento de los mismos. No disponían de un reloj que les indicara las horas en que debían hacerlo, al no ser la primera postura de los bueyes o primer pienso de las mulas en las mañanas. Pero era el canto del gallo quien les avisaba de que ya se acercaba el amanecer y el alba, como si fuera aquel canto del gallo que Pedro oyó cuando traicionó a Cristo. Y el perro fiel compañero del hombre les alertaba del peligro con sus ladridos, si es que había peligro sobre robo del ganado con el que labraban las tierras de esos labradores montados en el lugar; pasando por esas penalidades del invierno y primavera, y en el verano (los que allí quedaban) tenían que trabajar (como hemos dicho) hasta con la luz de la luna, y los acarreos de las mieses se hacían con la oscuridad para que no se perdieran los granos con la marea de la noche, por caminos que eran sendas barrancosas de gaviones y no parcelarios como son ahora. Pero se entiende que a pesar de esto, no se hacía con esa esclavitud de la necesidad de la propia naturaleza de los amos de Toro, exhibiendo su prepotencia de abuso de poder, aunque bien es cierto que a algunos de los labradores se les habían contagiado normas de la ciudad de las leyes. Como debían desconocer que en estas fechas -1948- se firmaba la declaración de los derechos humanos, donde se hacia constar en uno de sus apartados que “nadie estará sometido a exclavitud ni a servidumbre”

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