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FIN PROVINCIA TORO E INDEPENDENCIA, VILLABUENA

Bajo el mandato de Fernando VII, el día 27 de Enero del año 1.822, hubo una nueva división territorial, donde Zamora recuperó sus totales derechos quedando Toro pendiente de resolución. El 16 de octubre de 1.827 hubo otro nuevo cambio territorial, por la conformidad del consejo de ministros, en la que quedó aprobada la propuesta de la real sociedad geográfica, donde Toro no recupera su anterior categoría. En la última división territorial, establecida por Javier de Burgo el día 30 de noviembre de 1.833, definitivamente desaparece la antigua provincia de Toro, pasando a ser distribuidos sus territorios entre las provincias de Zamora, Palencia y Santander (que había sido creada como provincia marítima por Carlos IV en el año 1.801). Todo este trasiego repercute en la provincia de León, que pierde Asturias formando la provincia de Oviedo con poblaciones cedidas de la de Santander. Más cambios entre poblaciones de Valladolid, Zamora y León.

Es por estas fechas cuando debió obtener la independencia Villabuena, asignándole su primer término municipal y ayuntamiento propio, dejando de ser gobernada por alcaldes pedáneos y pasando a pertenecer al partido judicial de Fuentesaúco y a la provincia de Zamora, pero quedando secuelas de varios años con los toresanos. Es más, esta ciudad debió pensar que pudo perder sus derechos provinciales, en parte debido al trato abusivo y discriminado que le había dado a los habitantes de su concejo y alfoz, tratándoles a especie de enemigo derrotado, en vez de haber sido flexibles, tolerantes y abiertos, considerándoles como sus colaboradores, que de hecho lo fueron. Pero los habitantes de Toro nunca se debieron plantear que ellos estaban para gobernar y servir. Solo entendían la palabra mandar, la palabra servicio les debía parecer palabra de criado o sirviente. Y ser serviciales debiera haber sido de gratitud, alabanza y no de reparos a sus socios. Por ello su subconsciente le marcaba su conducta y acciones en el campo del recuerdo, haciéndoles pensar que toda esta población lugareña le había negado su voto con lo que se entabló una especie de represalia.

Aunque pausadamente y sin doblegarse la gran ciudad, fruto de esta transformación las zonas lugareñas comienzan a girar de otra forma; en la senda o cañada Toro-Salamanca se comienzan a realizar obras de construcción hacia el año 1858, con carácter de carretera nacional 519 y la senda real; y se comienza a construir por Valdefinjas, Venialbo hasta Cubo del Vino como carretera nacional 610, allá por el año 1.878.

Creemos innecesario decir que esta evolución tuvo sus orígenes en el reinado de Fernando VII con el liberalismo, y se dice que terminó con fracaso al ser el rey más absolutista de la historia contemporánea de España. Hombre obtuso y extraño que murió el 29 de septiembre de 1.833; pero cambio e hizo transformaciones profundas de base económicas y sociales, con un proceso revolucionario global que sustituyó al régimen señorial en crisis por un nuevo sistema capitalista, cambiando el privilegio de los señores, por otros regidos con la idea de la libertad. Y como todos sabemos, fue en las cortes de Cádiz de 1.812 donde se tomaron las primeras medidas de desamortización, afectando a los bienes de la Iglesia, pero estas disposiciones fueron abolidas por el propio Fernando VII hasta los años 1.814 y 1.820, y es a partir de estas fechas cuando comienza la desamortización, donde propiedades rústicas y urbanas, pertenecientes a instituciones eclesiásticas y civiles, conocidas como “manos muertas”, son legalmente convertidas en bienes nacionales o del estado, vendidas después en pública subasta al mejor postor. Cuando hasta ahora, solo tenían lazos de dependencia personal los mayorazgos regulados por las cortes de Toro en el año 1.505, y eran los señoríos laicos y eclesiásticos. Aunque bien es cierto, que las ventas no empiezan hasta la regencia del general Espartero en el año 1.841 avalado por un decreto del ministerio español de hacienda, dirigido por Juan Álvarez Méndez, por el que se disponía la incautación y venta de los bienes de órdenes y congregaciones religiosas. Esto ya había quedado patentado en el año 1.836, reinando Isabel II, como la desamortización “Mendizábal”.

Todo esto trajo consigo un gran movimiento o traslación de caudales, señores de títulos nobiliarios, personas de alta nobleza, marqueses... que se interesan por inversiones en lugares como Villabuena u otros zonas similares. Como igualmente la ley “Mendizábal” hace que las fincas se empequeñezcan en lotes, para con ello fomentar el interés de la pequeña burguesía local que se ve más incrementado con el nuevo ministro de hacienda Pascual Madoz. Pero por ello fueron pocos los labradores (hasta entonces obreros, criados de amos -que más que criados eran esclavos-) que pudieran acceder por vez primera a la propiedad de unas tierras que desde generaciones habían trabajado. Aunque muchos de los que compraron, paulatinamente tuvieron que volver a vender para poder hacer frente a las cargas e impuestos; derivado de todo esto en esta zona de Valdeguareña, hasta el año 1.860, las pertenencias de bienes seguían correspondiendo al clero con municipios enteros. Los primeros dueños seguían siendo las ordenes religiosas, San Juan de Jerusalén, los dominicos, cofradías del santísimo sacramento y sus capellanías....

Es por estas fechas, cuando la familia más importante del alfoz y ciudad de Toro abandona su aposento y pertenencias, los Ulloas, que parece que aprovechando el momento del cambio de moneda, que es cuando se pone en circulación la peseta, venden todos sus talifundios y sus bienes, trasladándose para la capital de España (Madrid) en el año 1.864.

Por otra parte en esta trasfuga de caudales y desamortizaciones entran a comprar en Villabuena apellidos de alta burguesía y nobleza de distintos lugares, en especial de Toro, Bóveda y Fuentelapeña: Chamorro, Osorio, Gavilan, Crespo, Moyano, Seco..., pero quedando grandes propiedades en poder del clero, ordenes religiosas y talifundistas que no conocían ni sus llamadas propiedades; como los capellanes, dominicos, Chaquinote, Portocarrero, la cruz, la encomienda, los Quiñones de Balde lacasa, las albilleras.... Esta concentración de la propiedad no hace más que reafirmar dos estructuras contraproducentes: el minifundio de los pequeños campesinos con modo de vida arcaica, y el latifundio propio de la nobleza, quienes administran sus propiedades a través de apoderados, fijando su residencia en la ciudad de Toro, llevándose una vida clásica de alta nobleza. Por estas y otras razones, las condiciones de vida empeoran para los arrendatarios y tal capitalismo agrario se sigue alimentando de un campesinado al que solo se le devolvía miseria.

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