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EL EDIFICIO REPRESENTATIVO DE LA POTENTE IGLESIA

Uno de mis profundos sentimientos es tener que escribir esta historia de abandono, de olvido y de miseria que a veces nos avergüenza expresar, de esta tierra nuestra tan desgraciada y mísera, pero entendemos que la historia hay que escribirla tal y como es y sucede, y no siempre como uno quisiera. Nosotros nos hemos propuesto decir lo que creemos verdadero. Aparte de que yo me he comprometido siempre con los humildes (mi virtud o defecto). del reconocimiento a que no es más rico el que más tiene, sí no, el que mejor sabe conformarse: o menos necesita, para demostrar ser una persona humana, que es para lo que hemos venido a este mundo.

Volviendo al centro de atención de nuestro objetivo, nos conmueve mucho leer, como si dijéramos, estrofas de sabiduría en un tema que consideramos -después de la inhumación campaniforme, uno de los estudios que mejor nos revelan los escudriñamientos de nuestra enigmática población- es el tema del edificio de la Iglesia. Como ya hemos explicado, según escritos de Herminio Ramos Pérez, en el año 1.277 se dice que existe una ermita o santuario en este lugar. Aunque sólo poseemos estos datos, nada descabellado nos parece, ya que en estas fechas las órdenes religiosas y militares reciben privilegios para la construcción de cualquier tipo de santuario, y sabiendo que el obispo Suero Pérez, desde el reinado de Alfonso IX fue notorio que demostró ser el obispado más fuerte en la diócesis de Zamora, al cual correspondía el municipio toresano y este a su vez a los diez y ocho poblados de caseríos, aldeas que correspondían a tal municipio, dentro del cual se encontraba el lugar de Villabuena. Este obispo siguió con más poder de influencia hasta el reinado de Alfonso X el sabio, que aún con sus discrepancias, debido a que el obispo no tomara como vasallos a los moradores de las tierras de este concejo y hasta llegó a pleitear con las ciudades de Toro, Fuentesauco, Venialbo, Villamor, etc. Pero de este rey, Suero Pérez, llegó a ser criado y amigo, por lo que todo hace pensar que este obispo debió aprovechar estas circunstancias de su célebre grandeza en el obispado, para construir lugares santos en cualquier punto semihabitado, por humilde que fuera, con simples construcciones dispersas de zahurdas de pastores, en brañas o majadas, intentando resaltar el lugar en concentración a los fieles y extender su doctrina, en capillas pequeñas, y no dejar olvidados a sus feligreses sin dejarlos integrar en otras diócesis.

Además, hay que tener en cuenta que a este Obispo y a su clérigo (Domingo Yanes) se le donaban los bienes que las gentes tenían y tal edificación pudo hasta ser construida por donaciones. Y sabido es que estas construcciones se enclavaban en despoblados cerca de zonas medianamente habitadas y sin culto permanente, para que las gentes del campo acudieran a escuchar misa en los días que se les marcara. Y basándonos en las fechas de enterramientos en estos templos, como se puede observar, también hemos sacado datos fiables de que en estas fechas ya existiera este lugar sagrado. Sistemáticamente la Iglesia católica, eran tantos los privilegios que tenía, que se le concedía la plenitud de los tributos que las leyes reconocían sobre otras pertenencias; por ello, entendemos que el que se hiciera esta simple ermita en un lugar casi despoblado, nos recuerda a la gota de agua en un océano, en comparación a la orden de San Juan de Jerusalén, orden de los comendadores, orden de San Salvador, orden de San Ildefonso, etc., etc., puesto que estos tenían la inmensa mayoría de bienes en su poder, teniendo cientos de ermitas extendidas por todo el ámbito peninsular.

La pobreza del lugar contrastaba con su capital que disfrutaba de su célebre grandeza, e incluso consideramos que esta humilde capilla, a la que se atribuyó su fundación al obispo Suero, da la impresión de que se mantenía en pie gracias al gran poder de la Iglesia de la capital. Pues parcialmente arruinada su techumbre con armadura de madera se mandó reconstruir en el año 1.576, y en el año 1.595 todavía no habían cobrado por sus trabajos el pintor Antonio de Rivera y el escultor Juan Ducete Diez, que por cierto estos eran cuñados, y este último era hermano del clérigo de la ciudad de Toro, Cristóbal Ducete Diez, pero que le incumbía la administración de este templo en Villabuena. El hermano Juan Ducete Diez murió sin cobrar, en el año 1.613, siendo su hermano Cristóbal quien ordenó su enterramiento en el templo del lugar; el clérigo siguió recogiendo limosna para saldar la deuda con el pintor Antonio de Rivera y llegó a la conclusión de avenencia sobre los cobros de los trabajos realizados por los anteriores operarios en el año 1.617.

No podemos volver a tener otra visión, escrita, del templo de este lugar hasta el año 1.770 cuando realizó una visita el obispo de la diócesis de Zamora Don Antonio Jorge Galván, que se encontró con un lamentable estado del edificio después de una gran ruina. Pero si podemos atestiguar, que visualmente hemos constatado una modificación del edificio y que tal vez sea donde existía la capilla que fue modificada y ampliada, tal y como lo demarca la construcción con la colocación de material de diferente calidad, en la pared noreste del edificio. En este mismo punto existen unas inscripciones donde se puede leer “año de 1.748, Tino Carrasco Penhcio”, y nos da la impresión de que la colocación de la piedra nueva fue numerada para su asentamiento, o procedía de otra edificación, pues se pueden leer inscripciones como: piedra B-5, piedra B-1... etc.

De tal obra no tenemos referencia escrita alguna. Sí encontramos en la diócesis de Zamora que el señor Don Antonio Jorge Galván, mandó reparar la capilla mayor en ese año 1.770 y aquí fue donde se le debió de dar la advocación de San Pedro Apóstol. Parece que a partir de aquí se le tiende una mano al templo, ya que seis años más tarde, en el 1.776 da comienzo la erección de la actual iglesia utilizando una piedra arenisca, que difiere de la anterior, procedente de las canteras del Pego. En esta obra figura como maestro de la misma un vecino del pueblo del Piñero, llamado Manuel Martín. Este se había comprometido a finalizarla ante el notario de Toro, Don Narciso Cornejo, por la cantidad de 18.000 reales, pero por una deficiente administración no se pudo cumplir la concertación prevista, y sólo seis años después, el obispo Don Manuel Ferrer y Figueredo se ocupa de visitar de nuevo este lugar (en el año 1.782) encontrándolo en estado lamentable, ruinoso expuesto a caerse todo el cuerpo construido de la iglesia, que aún se encontraba sin techumbre.

Parece que aquí la junta diocesana se compromete a pagar la obra con limosnas no cobradas a viejos deudores, debiéndose alargar esta amortización hasta el año 1.840, lo que dio lugar a que en el año 1.853 la bóveda central todavía no se hubiera terminado. Y según una inscripción existente en una de las piedras de dintel que forma una moldura arquitectónica barroca neoclásica en el sillar en una de las ventanas del templo, podemos comprobar que la citada piedra está colocada en el año 1825 (MDCCCXXV). Tal ventana está situada hacia la mitad de la construcción del edificio (lado norte), lo que nos hace suponer que otros 20 ó 30 años más se debieron emplear en la construcción de ese punto hacia arriba con tejado, torre, campanario, etc., por lo que debemos dar como bueno la finalización de dicho templo en la década de los 50 de ese siglo; como nos lo demuestra esa inscripción en la sencilla ventana de piedra sillar.

Damos por bastante certero todo lo reseñado anteriormente, ya que todo indica el comienzo de esta obra como ermita; pues de haber sido templo, la casa rectoral se debiera encontrar en la zona contigua, como se hacia en la época, cosa que no ocurre aquí, ya que este edificio o casa del cura se encuentra bastante distante, debiéndose construir cuando este lugar tuvo párroco fijo en el pueblo encargado de la feligresía.

Según las últimas reseñas y anotaciones sacadas del catálogo monumental de Toro y su alfoz, todo lo referente a la iglesia en el lugar de Villabuena, es de poco mérito: solamente mereciendo la pena consignar, la capellanía fundada por Don Pedro Viana (memoria fundada en Bóveda) en el año 1.501 dedicada a Nuestra Señora del Rosario, cuyo patronato pertenecía a los marqueses de Castrillo. Esto haría que en el año 1.779 en Villabuena se llegara con dos ermitas, la del humilladero (la dedicada a nuestra Señora del Rosario), y la de los prados, pero en esta fecha se demolía la primera para reparación de la segunda. E igualmente vemos reflejado en tal escrito, que durante la guerra de los franceses, lo de más valor en el templo actual, era el veril y el copón, lo cual fue robado por los guerrilleros, y para cubrir esta necesidad tales objetos fueron comprados de nuevo después de la guerra de la independencia, en el año 1.817. Deduciendo que el templo actual ya estaba erigido bajo la advocacion de San Pedro Apóstol (aunque no finalizado) en la fecha antes citada, se llegaría con una ermita y una iglesia.

Resumiendo, que después de sufrir devaluaciones, desavenencias, olvidos etc. durante el presente siglo, el templo de Villabuena ha seguido siendo devaluado, puesto que uno de los encargados, que han pasado por el puesto regidor de la feligresía, no mostró una buena organización de los bienes, desprendiéndose de cosas tan ornamentales como los clavos de las antiguas puertas (podían haberse restaurado en las actuales), la lámpara interior del templo, que su apariencia resultaba concordante de requisito de dignidad y belleza. Esta malversación de fondos (que así se pensó que fue) no fue bien acogida por los feligreses.

El voluntarismo del párroco actual Don José De La Prieta Prieto ha hecho que este templo fuera restaurado en casi su totalidad, exterior e interiormente, en especial la torre, que le faltaba hasta la veleta, encontrándose en estado ruinoso. La torre imponía respeto a los fieles que acudían a los actos religiosos, en este año 1.998. De reconocer es, que aun no siendo católicos practicantes, alabamos la decisión del párroco actual y descalificamos la del anterior mencionado; puesto que a la obra que él ha realizado se le debe un gran respeto. Porque todo ser humano siente una devoción por el edificio del templo, en cualquier villa, aldea o lugar; no deja de ser el centro más sociable de actos humanos, comenzamos a visitarlo con nuestro bautizo, comunión, bodas y fiestas. Y hasta para actos tan ceremoniosos como los entierros y funerales de nuestros seres queridos, es donde acudimos a darle su último adiós.

Nada nos hace dudar de estos datos (aunque esta última reforma ha hecho variar sustancialmente las identificaciones del pasado) pues los síntomas que se deducen así lo indican. Y, es curioso, que en reciente cambio de impresiones sobre el tema con Enrique Cases Vaquero (como ya hemos citado), nos comentaba que el día de la exploración del enterramiento campaniforme, el profesor Mulaquer de Motes, le explicaba que esta zona debía ser muy pobre, porque aunque el enterramiento poseía todos los requisitos que debía tener una inhumación de estas características, para pertenecer a un alto cargo o jefe de la época, que corroboraba hasta con la muerte obligada de la esposa, todo era de poco valor. Todo esto viene a redundar en lo que ya conocemos e intuimos. Lo mismo pasa con el edificio de la Iglesia, en su última construcción, aparentemente se le dieron signos un tanto engrandecidos; pero que se quedo en un tramite ficticio, con una fachada austera coronada con una espadaña vulgar y a demás, incrementados con los expolios ya citados.

“Para mas aclaración comenzamos una breve explicación sobre la edificación citada, por su imposta de sillar donde se asienta el edificio, podemos ver piedra de calidad superior y que debe proceder de esas edificaciones (ermitas) que hubo anteriores en este mismo lugar. Este edificio formado por nave de cruz latina con su arquitectura Barroca-Neoclásica, tiene su fachada principal unos veinte metros de altura con su torre, nivel con la cúspide central del tejado y su veleta que marca la cúpula y bóveda central del interior. Su anchura aproximada unos doce metros, cuatro pilastras aristas suben hasta cerca del campanario convirtiéndose en adorno sillar en compañía de otras molduras exteriores e interiores del edificio. El campanario se compone de tres vanos con dos campanas; en el centro de la fachada hay una ventana que sirve su luz a la tribuna interior y escalera del campanario, su dintelado con laja.

Su puerta principal con dintelado astrágalo formando arco carpanel de cuña; existen los pasos correspondientes para subir hasta la imposta; en los muros o paredes laterales existen cuatro pilastras de apoyo y soporte para los arcos interiores de medio punto que forman la bóveda central y que hacen de contrafuerte o estribo dentro del templo. En el final de los brazos que dan la forma de cruz latina, existen en cada uno de ellos ventanas dinteladas con arco carpanel; otras dos ventanas con dintel arcos de medio punto se pueden ver entre los espacios de apoyo y soporte de pilastras exteriores. Otros dos arcos ciegos de medio punto, se pueden apreciar en pared o muro de prebistero, a si como en pared de sacristía se observan ventanas tipo saeteras.

Para introducirnos en el interior, carece de ábside, pero encontramos un recibidor de madera, a continuación el baptisterio cubierto por la tribuna de servicio a la feligresía con su repisa y balaustrada de madera y sujeta por tres arcos, los dos de extremos de medio punto, el del centro carpanel. Los extremos de estos arcos sujetos en pilastras embutidas en pared y el carpanel en columnas formando basa, fuste y capitel. Continuamos y encontrábamos el suelo o superficie revestido de losas (piedras) sepulturas de nuestros antepasados, esas que iban dando posesión por orden hereditario donde asentar el reclinatorio. Hoy este suelo es de madera y el reclinatorio ha sido sustituido por bancos (también) de madera. Se continuo la construcción con los arcos medio punto que forman el canopial de bóveda central sujetos a basa y capitel con su formero dintelado, las ventanas que provienen del exterior entre estos arcos tienen luneto con bovedilla sujeta por pachina. El crucero que forma la nave de cruz latina, en el trasento existen dos bóvedas y cúpula central, bien abovedada, sujetas a arcos de medio punto con pechina de refuerzo y adorno; en las partes bajas y extremas del trasento se pueden ver pilastras tipo pedestal donde se asientan imágenes de ornamentación y en brazo izquierdo (hoy) se encuentra la pila bautismal. Al frente de la cruz latina, vemos el prebistero con su planta formada de base pedestalado y la mesa donde dice la misa el sacerdote: y al fondo el retablo mayor obra del renacimiento que data del siglo XVI. de la reconstrucción del 1.576, cubierto con ábside liso y adornado con pechinas. En este frente se encuentra la puerta de la sacristía a mano derecha.”

Bien; parece que todo esto no se vió respaldado por lo ornamental del interior, (excepto el simbolismo del retablo mayor) con colecciones de figuras, pinturas o decorados esculpidos para avalar el tipo de edificación que se pretendió hacer. Todo puede provenir de la categoría señorial del feligresado de el lugar, que se le quiso dar.

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