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LAS HUELLAS DE REYES EN LA CIUDAD DE TORO

Como vemos, las dificultades seguían existiendo, pero no cabe duda que Sancho IV y su esposa reforzaron la defensa del concejo, señorío, alfoz y hasta la ciudad de Toro; pues al tener María de Molina su aposento en este lugar debieron sentir más sus problemas, y hasta la regulación trashumar y ley de montes, los trataron con franqueza y rectitud. Emblemáticas han quedado en el concejo sus acciones, de sus dependencias señoriales y de facultades propias de su potestad real, la reina donó al alfoz, un monte llamado Noviellos y desde entonces es conocido en todo el ámbito nacional como el monte de la reina. María de Molina es una de las figuras españolas que se cita como mujer fuerte y madre ejemplar, siendo uno de los modelos más claros que nos ofrecen las paginas de nuestra historia.

Como todo indica, el lugar de Villabuena estaba más poblado por guerrilleros y pastores que de tierras cultivadas, debido a ello los fueros nunca aceptaron este lugar, sin embargo al vecino pueblo de Venialbo en el año 1.156 se le otorgó un fuero que debió de aumentar el desarrollo económico en la mejora de la alimentación que le permitía a los campesinos en dos días que realizaban señas para el señor con comida, pan y vino, concediéndosele a los pobladores de los lugares seis meses para que construyeran sus viviendas repoblando zonas; aunque a esta libertad para abandonar el lugar de nacimiento le produce la pérdida que éste poseyera y tan solo se le permitía el distanciamiento de su lugar, al recorrido que hicieran los bueyes del señor en la jornada de medio día.

En esta Edad Media y en sus ciudades, como vemos, fue donde apareció el feudalismo y de ahí la burguesía y estas mentalidades humanas siempre fueron de predominio rural aplastante a la explotación de los labriegos por los señores. Así se dice, y con verdad o no, por desgracia ha estado muy extendida y mantenida hasta pasado el siglo XIX sustituida ésta por el capitalismo, con otra lucha de masas en la cual nos encontramos.

Tantos son los fueros a la ciudad de Toro, que con ellos surgieron más los favores a vasallos, aunque estos deben pagar tributos. Otras personas, llamados inmunida, excluidos de cargas, gravamen o penas, pagaban por motivos espirituales, comprometiéndose a dejar a la Iglesia en el momento de su muerte la tercera parte de sus bienes y cierto es que muchos favorecidos de los fueros se militarizaron en territorios como principiantes burgueses formando oligarquías terratenientes de caballeros villanos, como vecinos de una aldea del estado. Por lo que se refuerza el refrán: “Cuando el villano está rico, ni tiene parientes ni amigos”.

María de Molina se preocupó hasta por aquella plaga de abusos con el trashumar del ganado en poblados y tierras dentro de la cañada Salamanca-Toro, donde se pagaba el portargo y el conducho (impuesto) comida que pedían los señores a sus vasallos al pasar el ganado por sus fincas. En estas épocas de trashumar, se dice que en el lugar de Villabuena solían parar los pastores y en sus majadas guardaban el ganado durante algún tiempo y cuando estos abandonaban el lugar se oían los romances, que decían así:

Ya se van los pastores,
ya se van marchando.
Más de cuatro zagalas
quedan llorando.

Sancho IV seguía la opinión de su esposa y sugiere diciendo que parte de algunas tierras no debían ser pagadas, alegando que estas ya disfrutaban de un privilegio real, y en el pago del conducho, nobles caballeros e hidalgos no debieran cobrar, puesto que el conducho debiera ser recogido por oficiales reales, ya que los anteriores no deberían entrar en las casas de los poblados. E igualmente trató de reajustar las ordenanzas administrativas, al investigar sobre el paso ilegal de territorios de realengo y tierras ocupadas por clérigos recibidas por medio de herencia, donaciones o compras fraudulentas. Pero unas cortes celebradas en Zamora el año 1.286 se aprueba que estas posesiones eclesiásticas no debían ser incluidas, ya que pertenecían a la Iglesia.

Todo este abuso que el Rey Sancho IV y su esposa pretendían anular, se siguió practicando y existiendo en distinta medida hasta mediados del presente siglo y que nosotros recordamos ser llevado a la práctica por los mozos del lugar, contra estas gentes de trashumar, pidiéndoles la guía del paso del ganado y si algo no estaba o le hacían ver que no estaba en regla, les pedían una cantidad de dinero para dejarlos continuar y si nada sacaban por esta parte, mientras el rebaño se encontraba en manada, le robaban algún cordero tapándole la boca para no dejar oír el balido del animal. Esto lo solían hacer de noche cuando las autoridades no les veían. Pero si esto se hacía en Villabuena, ¿qué no se haría al paso por ciudades como Salamanca?.

Tal poderío atesoraba la ciudad de Toro y su huésped, María de Molina, que desde el año 1.315 durante la judería medieval, este pueblo judío tenia sus alcaldes propios dentro del concejo toresano, ostentando estos cargos hasta el reinado de Pedro I el cruel y que dicho monarca hizo extensiva su influencia a este pueblo por todo el valle del Guareña con la autorización de aljamas, mezquitas y sinagogas en Fuentelapeña, Fuentesaúco y en el mismo Toro, para sus juntas religiosas, donde además en esta última ciudad disfrutaban de un barrio exclusivamente para ellos, llamada judería y que hoy en la actualidad así se sigue llamando conservándose el balcón donde el rabino predicaba su doctrina judaica.

En esta zona sur del Duero dentro del concejo y alfoz de Toro, se dice que siempre ha tenido un carácter guerrero y agresivo, pero cierto es que el entorno que lo ha rodeado ha sido éste, con lo cual se puede decir que recogieron su cultura. Pues resumiendo, los diversos resultados a que hemos llegado en nuestros estudios, todo va en función de las necesidades de lo que interesa. La población asentada en Valdeguareña (Villabuena) se veían sometidos a aguantar cada amanecer, lo que el nuevo día les deparaba, viviéndose por lo tanto bajo la permanente amenaza de escasez, no teniendo otra salida que el pillaje y el bandolerismo, entendiendo que los orígenes de esta situación venían de lejos y continuaban.

La pujanza económica que se le venía dando a la zona y a toda Castilla, con el mercado de la lana que constituía la riqueza principal, desde que el año 1.266 el padre de Sancho IV, Alfonso X el sabio fundara la organización de ganaderos, denominada honrado consejo de la Mesta. Esta protección dada a la Mesta evolucionó en el desarrollo de la industria textil, trabajándose la lana en varios pueblos y aldeas. Y esto siguió respaldado por las monarquías hasta el fallecimiento de Isabel la católica. Pero este lugar de Villabuena, tal vez, por falta de crecimiento demográfico (en tales épocas) debido a pestes, guerras etc. y sin excluir la falta de capital y obreros cualificados, no tenemos ninguna información de que repercutiera en beneficio del lugar, por lo que los pocos pastores campesinos formaban una masa silenciosa de víctimas sufrientes, viéndose obligados en distintos puntos del valle, a adelantar el esquileo del ganado, trashumar para pagar los impuestos de los pastos y el alquiler de las dehesas. Por lo que no es de extrañar que se obrara con agresividad o bandolerismo, y más los ejemplos que les daban las autoridades de incitación con guerras, batallas y luchas como la celebrada en el año 1.357 entre dos hermanos: Pedro I el cruel y su hermano bastardo Enrique de Trastamara, que más tarde sería el primer rey de la casa Trastamara -Enrique II-. Esta lucha, en su mayoría, fue en las cercanías de la desembocadura del río Guareña en el Duero, sus huellas se pueden ver por la construcción de una ermita que hoy mismo simboliza el lugar de la batalla. Por lo que los despoblamientos se acentúan con pestes y hambre, lo que da lugar a verse más campos abandonados que roturados. Y esto a pesar de las ordenanzas que en el año 1.330 el rey Alfonso IX había dado para el aprovechamiento de baldíos en especial cultivo de vino, en el alfoz donde se encontraba Valdeguareña.

Parece ser que a este despoblamiento contribuyó el favoritismo que Pedro I prestó al pueblo judío y marginó al resto de los habitantes. Pero al finalizar este siglo XIV se vuelve a experimentar un nuevo desarrollo donde los cabildos comienzan una etapa arrendataria con imponentes testimonios del poder de los feudales alzándose espectaculares bastiones a su favor en particular en el viñedo. Todo esto con la protección del nuevo rey Enrique II entre los años 1.369 y 1.379; esta década ayudó a crecer más a la aristocracia en carrera de unos pocos linajes fuertes y los mayorazgos revestían en la corona por la falta de herederos. Pero este despropósito fue el que favoreció a la zona de vinos; pues el vino de Toro se pondría con precios muy superiores al vino común, llegando a ser el primero, comercialmente, de toda la zona del Duero, e incluso, aunque los pueblos cántabros y astures fueron los primeros en reconocer las excelentes cualidades del vino de Toro, con los adagios como los siguientes: ”Vino de Toro, medicina para todo”, “El vino de Toro es oro, aunque prieto como el moro”..., tal vez por ello, en Sevilla el rey en estas épocas del siglo XIV a través del Arcipreste de Hita y Cangora, solo autorizaba el consumo del vino de Toro.

Juan I de Castilla sucede a su padre en el trono en el año 1.379 y contrae matrimonio el día dos de abril de 1.383 con la heredera al trono Portugués, llamada Beatriz. Al morir el padre de ésta (Fernando I de Portugal), Juan I de Castilla opta al trono portugués, pero por discrepancias familiares, salieron otros herederos entablándose una guerra que dio como resultado que el día 15 de agosto de 1.383 en la batalla llamada de aljubarrota, las tropas castellanas fueron derrotadas y la esposa de Juan I de Castilla fue desterrada de su nación, viniéndose a establecer en la ciudad de Toro, acompañada por sus nobles portugueses, los cuales se asentaron en la ciudad, entre los que destacaron los apellidos Fonseca, Sosa, Portocarreros, etc. que entroncaron con otras familias de alta aristocracia ya existentes, como los Ulloa, Pereira, Basurto, Zapata, Deza, etc, formándose la verdadera oligarquía nobiliaria, consolidando en esta época, los injustos privilegios de la nobleza y el clero que impidieron el desarrollo económico. Las grandes fortunas de la Iglesia y los nobles, caían en manos muertas y no se utilizaban para la prosperidad y sí para gastos superfluos.

Estos poderosos crearon unas poblaciones dispersas alejadas de la gran cuidad, con construcciones de villas rústicas, caseríos, aldeas, etc., en las corrientes fluviales donde trabajaban hombres y mujeres para estos latifundistas, sometidos a la autoridad de un jefe. Esto fue lo que nos legaron y tuvimos que aprender a vivir con esas normas portuguesas, totalmente burguesas y feudales, que procedían de un imperio potente como era entonces Portugal.

La capital del concejo en las fechas de los siglos XIV y XV estaba en su célebre grandeza, con sus oligarquías y municipalización como si fueran dioses ciudadanos arrollando con su poder político y religioso, trazando el surco de nuevas zonas a su gusto y antojo. Se decía que si a los ciudadanos de Toro capital se les ponía una gorra de barrendero, se creían poco menos que mariscales; situación que se ha venido sucediendo hasta hace no muchas décadas. Ante esta actitud, colonos y habitantes del campo en algunos lugares, se hicieron fuertes formando milicias urbanas respetables; por tal motivo se fundaron pueblos con alianzas firmes, en especial en la zona norte del Duero, consiguiendo que no se les conceptuara como vecinos de arrabal y marginados donde abundaba la gente del hampa y hasta crearon sus propios ayuntamientos. Ya hemos citado que estas poblaciones tenían sus privilegios desde Alfonso VII y no estaban dispuestos a perder sus derechos. No sucedió así en la zona meridional del Duero, en Valdeguareña y cercanías, que siguieron el ejercicio de la jurisdicción del caciquismo arraigado, fiada en los alcaldes pedaneos a quienes juramentaba el corregidor de Toro como vecinos de arrabales.

Con el reinado de Enrique III (primer Príncipe de Asturias) hijo de Juan I de Castilla, que subió al trono el día 9 de octubre de 1.390, siguió la etapa de prepotencia de la ciudad de Toro. Contrajo matrimonio con Catalina de Lancaster. Durante una estancia de este matrimonio en la ciudad toresana, en su residencia real en el colegio y hospedería de Santo Domingo, le nacería un hijo el día 6 de marzo de 1.405, el que más tarde sería el rey Juan II, y el día 1 de mayo en este mismo año, agasajan este acontecimiento con una corrida de Toros en la maestranza de Sevilla. El día 20 de Octubre de 1.418 se celebra la boda de Juan II, en Medina del Campo, con Doña María, hija del Rey Fernando de Aragón, celebrándose una corrida de toros en dicha localidad para tal evento.

Aunque este rey nació en una ciudad y clima cargado de grandeza, siempre protegió a las gente más humildes y con ganas de abrirse camino con sus estudios. Debido a esta forma de actuar, en el año 1.432 convoca cortes en la cuidad de Zamora para intentar cortar los abusos de los jueces eclesiásticos, sobre la usurpación de lugares por los poderosos, falta de atención de ciudades, villas y lugares de la corona. Enterado de un abuso de poder en Fuentesauco, se trasladó personalmente desde Zamora para el apresamiento de un clérigo corrupto en estos temas en dicha localidad.

Juan II tuvo un hijo dentro de su matrimonio con María de Aragón, esta falleció en el año 1.445. El día 22 de julio de 1.447 Juan II contrae de nuevo matrimonio con Isabel de Portugal, en la ciudad de Madrigal de las Altas Torres, ésta le daría dos hijos más: Alfonso, que fue rey ficticio (Alfonso XII) y moriría el día 5 de julio de 1.468 en Cardeñosa (Avila), envenenado; y una hija llamada Isabel que sería la más grande reina de España, Isabel la católica. El hijo de su primer matrimonio subió al trono el día 21 de julio de 1.454 con el nombre de Enrique IV (apodado el impotente). Su reinado fue una anarquía total y su vida privada desastrosa, casado durante 14 años con Blanca de Aragón, separándose de esta por no tener descendencia. El 22 de enero de 1.455 volvió a contraer matrimonio con Juana de Portugal, de este matrimonio nacería una niña el día 28 de febrero de 1.462, la cual se llamaría como su madre Juana. Sobre esta niña se comenzó a decir que no era hija de Enrique IV, y sí del amante de la reina, Beltrán de la Cueva, y como consecuencia de ello se le apodo la Beltraneja. Lo de impotente viene derivado de lo relativo al sexo, pero su impotencia la reflejó en todas los aspectos de su vida. En la cuidad de Toro hace tal dejación en los catorce corregidores que existían, que hasta concede que Diego López de Portocarrero deje su cargo de corregidor a su yerno Martín de Sosa, hijo éste de Diego de Sosa, con carácter vitalicio, cuando estos cargos se obtenían por votación, y el tal López de Portocarrero se dejó decir: “En otra manera yo nonlo renuncio nin lo parto de mi”

Debido a esta debilidad del monarca, cuatro años más tarde, la mayoría de los regidores de Toro se hallan inmersos en pleitos por aprovechamiento de términos concejiles y comunales con lo que se desata, aun más, el poder nobiliario, propiciándose el crecimiento de las posesiones territoriales por parte de la nobleza local y el alto clero de Toro, con los corregidores siguiendo siendo ese claro exponente local. Según datos extraídos de los archivos municipales de Toro, vemos que en el año 1.463 siguen siendo corregidores: Pedro de Ulloa, Bartolomé de Deza, Fernando de Deza, Alfonso de Ulloa, Juan de Ulloa, Pedro de Vivero, Hernando Regí de Portocarrero, Diego López de Portocarrero etc., y estos señores eran los que seguían eligiendo a guardas de montes, mayordomos, procuradores y toda la clase de mandatarios del concejo de Toro, aún existiendo algún representante de las comunidades pecheras, que sus tímidas quejas no se dejaban oír; por lo que se veía claramente que estas grandes familias toresanas patrimonializaban de forma definitiva todo el poder del alfoz.

Por otra parte, este favor de reyes y príncipes elevaba a la riqueza a estos hombres, mientras otros, en especial lugareños, se hundían por la desgracia desde jóvenes al servicio de magnates o a la Iglesia. Debido a todo esto, los Fonseca eran señores de Coca y Alaejos con marquesados en centenares de kilómetros a la redonda de Toro, y en todo el ámbito peninsular, arzobispados de Santiago de Compostela, Coria, permitiéndose la construcción de castillos para aposentos de sus amantes, entre ellos el llamado del buen amor al lado del valle del Guareña, y así toda la nobleza toresana.

La noche del 11 al 12 de diciembre de 1.474 moría Enrique IV, comenzando otra lucha un tanto centrada en el concejo de Toro, debido a la sucesión al trono entre la Baltraneja e Isabel la católica, convirtiéndose esta ciudad en primer valuarte de los partidarios de la hija de Beltrán de la Cueva, que en su mayoría eran portugueses. El día 1 de marzo de 1.476 se enfrentan las tropas del rey portugués Alfonso V el africano, en defensa de su sobrina Juana, contra las de Fernando V el católico, en defensa de la corona de Castilla, que ostentaba su esposa Isabel. Esta batalla se dio cerca de la ciudad de Toro, entre los pueblos de Peleagonzalo y San Miguel de Gros (hoy despoblado), muy cerca del lugar de Villabuena, pero que se le denominó la Batalla de Toro y así sigue llamándose. Batalla que tiene su sitio entre las grandes de España.

En esta Batalla y en este rincón de Castilla se demostró que algunas de las mejores personas son las mujeres. En nuestro caminar de investigadores voladores de las tierras, creemos haber aprendido a descifrar, con el estudio de muchos libros leídos de historia, e incluso manipulados, pero que a lo largo se viene a averiguar la verdad. En ciertos escritos habíamos leído y escuchado de ancianos, que éstos lo habrían escuchado de sus antepasados, que por primera vez en la historia de la Edad Media, había luchado una mujer en esta batalla a las órdenes monárquicas, cosa que estaba vedada al género femenino y reservado exclusivamente al varón, caballero de armas de alta nobleza. En uno de los escritos se decía que la reina Isabel al frente de la lucha había capitaneado la batalla, cosa que poníamos en duda, pero lo dábamos como posible.

En una aventura, como voladores de tierra, siguiendo el itinerario que el gran escritor Julio Llamazares marcaba en su libro “Río del Olvido”, haciendo alusión a Corueño, hacia mención a los 33 pueblecitos que existen en este bello valle, situados en la zona norte de la provincia natal del autor, León, y zona sur de Asturias; cuyos límites lo hacen la cordillera cantábrica con el macizo de los picos de Europa, y puertos como Tarna, San Isidro, Vegarada, etc. Como es lógico, cada pueblecito, casi todos poco más que aldeas o majadas, pueblos de memoria de las nieves, tienen su historia y sabiamente nos hacía referencia a ello Julio Llamazares, pero muy superficialmente. Al llegar a uno de estos lugares de bello enclave entre las montañas rocosas, zona poco arbustiva, llamado Arintero; a una señora de alta edad que cogía agua de una de las fuentes naturales, con tradición originario del suelo en que viven, le preguntamos sobre una guerrera que Julio citaba en su libro, nativa de este lugar. La señora nos indicó allí al lado, donde estaba la casa natal de la dama de Arintero, con su escudo de armas en la fachada del edificio. Pero nada más nos dijo.

Seguimos recorriendo otros itinerarios de otros libros de este gran escritor: “Pueblos de memoria de la nieve”, “Luna de Lobos” (llevado a la pantalla en una serie de televisión), “Babia”, “Escenas de cine mudo”, “Río del Olvido”, “La lentitud de los bueyes”, “El Entierro de Genarín”, “La Lluvia Amarilla”, etc. Al pasar de la Vecilla a Boñar existe un pueblecito llamado Otero (del valle del Corueño), y a la orilla de esta carretera que tiene su acceso a citado pueblo, hay un bar tipo venta o mesón llamado “La Dama de Arintero”. Paramos para tomar una consumición, y mi amor por la lectura me llevó a una página de un periódico provincial que se encontraba pegado en una de las paredes del establecimiento y mi grata sorpresa fue que se trataba de toda la historia de la guerrera de Arintero, siendo ésta la que luchó en la famosa batalla de Toro, debido a defender y satisfacer la honra y nobleza de la casa de su padre, que no había tenido descendientes varones. Debió de ser descubierta al enfrentarse a un soldado portugués, ya que con su sable alargó tanto el brazo que rompió el uniforme, quedándole al descubierto un pecho. Cuando el rey Fernando V fue informado, con mucho afecto y agradecimiento la colmó de honores y títulos mandándola para su tierra. Estupefactos nos quedamos al leer su trágica muerte; pues antes de llegar a su pueblo, enteradas las gentes del suceso, en un pueblo cercano a su domicilio llamado La Mata, la asesinaron por la envidia de su éxito.

Esta es una larga historia llena de dramatismo y belleza, por demostrar una vez más que unas de las mejores personas son las mujeres y que solamente con ser madres ya lo demuestran. Y que los hombres si podemos elegir, siempre lo hacemos con la mujer más fuerte y más bella.

Desde el período de los reyes Católicos se determina la estabilidad en otro nuevo sistema para beneficio de la humanidad; que funcionara o no, eso es otra cosa. En la asignación y facultades para elegir los oficios ya citados por los regidores, a partir de ahora correspondería participar al estamento pechero, siendo en la zona sur del río, tierra de vinos y pastoreo, donde está el mayor numero de habitantes de este estamento. Tanto es el giro tomado en estas fechas, que hasta la historia cambia, se pasa de la Edad Media a la Moderna; y pensamos que esas viviendas comunales de alquerías con habitáculos y chozas de arrabal en Valdeguareña, dentro de su vegetación, estaban pasando sin importarle a nadie nada de sus pobladores, y si no, démonos cuenta de cómo a partir de estos tiempos ya se empieza a conocer este lugar adscrito dentro del alfoz de Toro como Villabuena o Villanueva. Aunque como hemos visto alrededor del año 1.400 ya se formaron villas por los nobles, del imperio portugués.

Pero como vulgarmente se suele decir, nunca llueve a gusto de todos, y los catastrofistas comienzan a lanzar los hechos desesperanzadores contra esta monarquía, atribuyéndosele el mucho poderío que se le otorgó a monasterios eclesiásticos y a la Iglesia en general; la fundación de la inquisición, en la misma ciudad de Toro regida por Diego de Deza, y la expulsión de los judíos el 31 de mayo de 1.492. Pero ante todo esto nosotros pensamos que la distribución de las jerarquías eclesiásticas pudo beneficiar a este sector marginal de la sociedad lugareña, pues se dejó de ejercer ese ejercicio de poder que tenían sobre ellos a través del obispado, diócesis y arciprestazgos, comenzando otros contactos más personales como arcedianatos, vicarias, parroquias, de distritos más pequeños con una iglesia. Por ejemplo, el arciprestazgo de Toro se compondría de 25 parroquias, que a continuación citamos: Abezames, (Bercianos), Bustillo del Oro, (Carbajosa), Castronuño, (Castro quemada), (San Fito), Fuenteseca, Malva, (Morialba), Matilla de la Seca, Morales de Toro, (Paradinas), (Palomar), Peleagonzalo, (Peñalba), Pinilla de Toro, Pozoantiguo, Tagarabuena, (Tiorodrigo), (Timulos), Valdefinjas, Vezdemarban (Villaveza), Villabuena, (Villaguez), Villafranca del Duero y Villardondiego. (Hacemos constar que los lugares citados entre paréntesis, hoy están despoblados). Estos sitios citados componían las 25 parroquias. Fuentesauco se convirtió en vicaria y le correspondían las parroquias de Guarrate y Villamor de los Escuderos. Fermoselle también se convirtió en Vicaria aunque sus parroquias seguían perteneciendo a la orden hospitalaria de San Juan de Jerusalén, con Cañizal, Castrillo, se pasó Castronuño, Cubo del Vino, una Puebla, Fuentelapeña, Fuenteexpreada, La Bóveda, Peleas de Abajo, Riego, Vadillo, Vallesa, Villaexcusa y esta orden tenía las parroquias de las ortas, la Magdalena, San Gil y la del Sepulcro en Zamora capital, y esta última también la tenía en la ciudad de Toro. Otras órdenes religiosas como la de Santiago que poseía monasterios en San Román de la Hornija, San Miguel de la Rivera y otro Cintense en Moreruela. Las órdenes que debieron subsistir a esta reestructuración fueron Santo Domingo, San Salvado y Los Capellanes. Con otras que venían desde los templarios, que éste fue uno de los conventos más importante que hubo en la península.

Aunque ya había fallecido Isabel la católica, en este mismo período se reunieron las cortes llamadas de Toro el dia 11 de enero de 1.505 donde se aprobaron 83 leyes que ejercieron durante siglos una enorme influencia en el derecho civil español, por ello se la denomina a la ciudad “cuna de reyes y leyes”, y con ese refuerzo que los estamentos pecheros recibieron, se descubren varias propiedades fraudulentas dentro de aldeas comunes en el concejo y alfoz de Toro. En escritos de la obra “Orígenes y desarrollo de Toro”, Juan Carlos López nos aclara como los pecheros fueron los descubridores de algo que se venía ocultando.

Cañaveros, dehesa llamada el Temple era propiedad de Gonzalo Gómez de Porras, que pasó al doctor Periañes y luego sería propiedad de Rodrigo de Ulloa. Castroquemada, unas huertas, cercadas y ciertas alamedas eran propiedad de García Alfonso de Ulloa y más tarde de Pedro de Ulloa. Peñalva, dehesa era de Fernando Rui Gallego, pasó a Bernabé de Deza y más tarde a Fernando Gómez de Deza. En Sariñana, María de Deza tenía tres prados. En Aladia de la Fuente, tenía prados y huertas, adesahadas, Beatriz Alvarez mujer de Rodrigo de Ulloa. Villaguez tenía huerta y prados Fernando de Deza que heredó de su padre Alfonso de Deza. En Paradinas, había prados propiedad de Andrés Rui de Ulloa y de su hermana María Rui. En otras aldeas como Adalias del Medio, Adalias de Soterraña, Busianos, Marialba existían huertas y prados propiedad de los herederos de Rui García de Villampando.

Como decimos, esto fue puesto en claro por la participación pachera en el estamento y en especial por uno de estos, llamado Cristóbal Machucho, que acarreó no pocos problemas entre los distintos representante concejiles. Debido a casos como estos se funda otro estamento oficial llamado alcalde de hacienda a especie de policía rural, que también resultó ser polémico, al tratar de mantener el orden en el campo. De aquí nació lo que hoy llamamos Guardia Civil. Todo esto reabrió las ordenanzas, muertas que Alfonso IX había establecido para la roturación de baldíos y que el día 5 de octubre de 1.504 (un mes antes de la muerte de la reina Isabel) se ordena este privilegio para las gentes lugareñas; aún siendo con restricción en lo común de buena calidad dentro de un circuito de 144.958 varas castellanas que se formaban entre oriente, poniente, norte y medio dia. Esta delimitación era de San Román de la Hornija (oriente), a Fresno de la Rivera (Poniente), y de Villabuena (medio día) a Pozoantiguo (norte); en esta zona del medio día parecía como protección a sus dilatadas vegas y a sus abundantes arbolados de frutales. Siguiendose sin reconocer en ninguno de los poblados dentro del alfoz, términos propios a estos lugares. Sin embargo para el establecimiento de una contribución, si se le designaron diezmarios ceñidos al de la ciudad. Pero estaremos de acuerdo en que en estas épocas sale el lugar de Villabuena de la oscuridad. Pues aunque nadie duda de la fidelidad de los reyes católicos a la religión de la Iglesia, tampoco se debe de dudar que fueron críticos con sus supersticiones ancestrales buscando la reforma de ésta, con la igualdad en todo la sociedad.

A la muerte de Isabel la católica el día 26 de noviembre de 1.504 se dejó de ejercer ese adagio de los Trastamara: “tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”, pasando a gobernar su hija Juana la loca y su esposo el borgoño Felipe el hermoso, hasta la muerte de éste el día 1 de diciembre de 1.506, cuando pasó la regencia del reino a manos del padre de Juana, Fernando V, hasta su muerte en el año 1.516, que pasaría a ocupar el trono de España Carlos I de España y V de Alemania, hijo de Juana la loca y que sería el fundador de la casa de Austria. El cual mostró un gran amparo a los grandes señores y estos a él, y no por un sentimiento de lealtad hacia el monarca, sino por temor a perder sus poderíos, lo cuál a punto estuvo de suceder en la revolución comunera en Villalar, el dia 23 de abril de 1.521, pero esa compenetración de estado y señores le daría la victoria, a pesar de que en su corte los flamencos ocupaban los puestos más destacados.

El romance a los comuneros de Castilla después de la derrota de Villalar, decía así:

Desde entonces, ya Castilla
no se ha vuelto a levantar,
en manos de rey bastardo,
o de regente falaz,
siempre añorando una junta,
o esperando un capitán.

Quién sabe si las cigüeñas
han de volver por San Blas,
si las heladas de marzo
los brotes se han de llevar,
si las llamas comuneras
otra vez crepitarán.

Cuanto más vieja la yesca,
más fácil se prenderá,
y más duro el pedernal.
Si los pinares ardieron,
aún nos queda el encinar.

Comunes el sol y el viento,
común ha de ser la tierra,
que vuelva común al pueblo
lo que del pueblo saliera.

En esta revuelta comunera la ciudad de Toro fue un baluarte importante, por lo que creemos que a partir de estas fechas las funciones y misiones del corregidor fueron amplísimas, concedidas por el nuevo rey, donde de nuevo este cargo podia elegir oficiales auxiliares, alcaldes, alguaciles, guardas, merinos, etc., empezándose así, una constante decadencia, aún queriéndose dar la apariencia de lo contrario organizando acontecimientos en la ciudad, como corridas de toros ordenadas por el marqués de Alcañices, el domingo después de San Nicolás en el año 1.550, en honor al enlace matrimonial de Juana de Austria con el heredero de la corona portuguesa, celebrado el día 19 de septiembre de 1.551. Lo mismo haría con el príncipe Felipe, hermano de la anterior en una visita que hizo a esta ciudad para ver a su hijo Carlos, donde fue obsequiado con otra corrida de toros y otros actos de pomposidad.

La decadencia cada vez iba a más; pues en los primeros años del mandato del ya rey Felipe II se vio obligado a solicitar el permiso del Papa, para la desamortización de algunos bienes de la Iglesia y poder cubrir sus bancarrotas. Y como dato aclaratorio de tal situación económica y social, en la ciudad de Toro en las fechas de la guerra de los comuneros había 11.580 habitantes y hasta la fecha de 1.594 se mantuvo esta aproximación, pero en el año 1.646 había bajado en más de 4.000 habitantes. Sin embargo, aún pareciendo una perogrullada, en el ámbito religioso fue una gran etapa de crecimiento floreciente; se construyeron hasta conventos como el de Santa Catalina, dirigido por la marquesa de Alcañices, el de los padres descalzos, ordenado por el señor de Coca y Alaejos, Francisco de Fonseca, y algunos otros más. Debemos recordar que entre el concejo de Toro y el prior de la orden de San Juan de Jerusalén se abre un enconado debate sobre los derechos de las tierras del valle del Guareña, aunque también es cierto, que con los miedos que ello implicaba, esto venía existiendo desde que Doña Urraca cedió las nueve villas.

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