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DISTRIBUCIONES TERRITORIALES DEL GOBIERNO ECLESI�STICO UNIDO A LA CORONA

Durante el per�odo de la Reconquista, entre los a�os 718 y 1.492, el territorio peninsular estaba condicionado a divisiones territoriales que dieron lugar a que entre los a�os 1022 al 1058 existieran hasta 26 reinados y esta era la perspectiva con la cual se miraba el mundo. M�s tarde con la segregaci�n de estos reinos, los territorios se fueron convirtiendo en propiedades de condes, marqueses, beatr�as, se�or�os y hasta de caballeros que prestaban sus servicios -como hemos dicho- recib�an estos privilegios del rey. Las personas y familias que quedaban bajo el amparo de estos propietarios como criados, los cuales pose�an estados y lugares, se convert�an en siervos del se�or y se ve�an obligados a pagar un tributo que iba a parar a las arcas del rey. Por lo que exist�a una gran diferencia entre los siervos del rey y los siervos del se�or. Adem�s, el prestimonio que llevaban consigo los siervos del se�or, le obligaba a defender a los habitantes del territorio cedido por el rey, y a la muerte del poseedor estos terrenos pasaban de nuevo a poder del monarca. Pues bien parece cierto, que en la Edad Medieval se descubren dos tipos de feudo: tierras del se�or y tierras de vasallo o siervo, dando lugar a que lo que era una propiedad temporal se convirtiera en hereditaria.

Se hac�an otras generalizaciones con distribuciones para meter a cada uno en su saco; estas eran m�s limitadas o bien m�s enfocadas a la conducta o miramiento social, cediendo propiedades solariegas y que un se�or le conced�a a un vasallo sujeto a �l o bien fuese s�bdito a un soberano. Pero estos perd�an sus posesiones si cambiaban de residencia o no pagaban el censo (contribuci�n) de las propiedades que deb�an seguir perteneciendo al se�or.

Fuera de las normas citadas, en los primeros tiempos de la Reconquista, lo que m�s se llevaba a cabo para hacerse uno propietario de terrenos, era la ocupaci�n de los mismos a trav�s de la presura, haciendo ver que estos bienes se hab�an ganado a las gentes b�rbaras; pero claro, �esto qui�n lo pod�a hacer?, los mismos de siempre: condes, marqueses, obispos, abades, vasallos, etc., y por este proceder, quienes ocupaban los terrenos eran sus due�os, y despu�s era cuando ced�an esos solariegos a los siervos, que en los treinta a�os primeros estos hab�an de permanecer unidos a las tierras o montes del fisco (glaba) y pasando este per�odo, adquir�an la categor�a de colonos. Siempre que siguieran las labores de sus ascendentes; si no lo hac�an as�, pasaban de nuevo a poder del rey.

Entre la Iglesia y la Monarqu�a la compenetraci�n de conformidad era un�nime -no suced�a como en lo rese�ado anteriormente-, pues cuando un siervo del rey contra�a matrimonio con otro que fuera de la Iglesia, se repart�an sus tierras como cosa natural. Tanto es as�, que las donaciones de marqueses e Iglesia en nombre del rey hac�an transmisiones directas de las propiedades, sin m�s responsabilidades. Las donaciones a la Iglesia deb�an ser como cosa sagrada hacia Dios y ten�an que pertenecer perpetuamente en poder de esta congregaci�n. Donde los reyes alegaban que siendo Dios la justicia, nadie pod�a pretender y hacer con ello su voluntad ni privarle de ello.

Ya se ha hecho constar, que exist�an otros bienes territoriales que se les daban a los caballeros por los servicios prestados en las armas en defensa de la corona los cuales eran los �nicos hereditarios -aunque vitalicios-, pues en la mayor�a de los casos, a la muerte de la ra�z de estos herederos directos, los bienes deb�an revertir de nuevo a la corona. Por lo que con esta organizaci�n de la propiedad no se entend�a vasallo sin tierra, ni tierra sin vasallo.

En estos tiempos del comienzo de la Reconquista, seg�n los escritos lo acreditan, los reyes Alfonso III y Ramiro II (del reino asturiano) fueron los primeros en cruzar el r�o Duero en lucha con los �rabes; pero ser�a Fernando I (dinast�a navarra) el primero en poner mando en estas tierras del sur del r�o entre los a�os 1.037 y 1.075 y se comienza a tener algunos conocimientos sobre aldeas en los cursos de los valles fluviales con algunas roturaciones de bald�os y el aprovechamiento de ganados. Ateni�ndonos a los estudios, es cuando este rey funda una especie de organizaci�n de gobierno denominado concejo. Hasta estas fechas la vida �rabe, tal vez en el lugar que hoy se denomina Villabuena pudo haber estado m�s poblado con sus gentes, pero a partir de estas fechas el lugar y toda esta zona comenz� a quedar despoblada y con el transcurso de los a�os llegaron tiempos de devastaci�n, teniendo que ser de nuevo repoblada la zona con hijos de los mismos conquistadores. Estos tiempos de desmoronamiento dejaron estos paisajes de silencio doliente con gentes dedicadas al pastoreo, la guerra y el bandolerismo, y en esa lucha por el poder de mando, se forman concentraciones de ciudades m�s amplias donde se re�nen m�s almas para las luchas unificadas contra los �rabes e incluso hasta para combatir unos reinos cristianos contra otros.

Unido a esa cadena de concejos, Fernando I funda el de la ciudad de Campi Ghotorum (Toro) y como si se tratara de una hacienda personal, sin distinguir propiedad del reino o propiedad personal del rey se lo atribuye en heredad a su hija Elvira Fern�ndez (Jeloria) en el reparto testamental, abierto, que otorg� a sus cinco hijos en la ciudad del reino (Le�n) en el a�o 1.063. E igual har�a con Urraca a la que adjudic� Zamora y a los varones: a Sancho le asigna Castilla, a Alfonso Le�n, y al m�s peque�o Garc�a Galicia, con parte de Portucalense y Badajoz que era segregaci�n de los otros reinos de los hermanos.

La ciudad de Toro desde que Do�a Elvira tom� posesi�n, se le da el t�tulo de infantado, se�or�o, o legado real. Con la condici�n hecha por su padre de que no contrajera matrimonio y que a la muerte de ella, el se�or�o pasar�a al reino de Le�n al cual pertenec�a. Nos cuenta la historia que Sancho, el hijo mayor, revoc� el testamento en la ciudad de Oca, crey�ndose el heredero leg�timo al trono. Despu�s de duelos judiciales, luchas y guerras Sancho II despoj� a todos sus hermanos de sus pertenencias, excepto a Urraca, ya que Sancho por tratar de arrebatarle Zamora, perdi� su vida.

El que Sancho consiguiera el se�or�o de Toro, no debi� de ser un logro que se hizo en un verbo, como hay escritores que as� lo aseguran, ni debido a la casualidad o al poder�o del rey castellano; pues lo m�s cierto parece ser que Do�a Elvira fue enga�ada por Vellido Dolfos, en combinaci�n con su hermano Sancho para desposeer a �sta de su infantado; prometi�ndole el rey a Vellido la mano de su hermana Urraca por tal logro. Al no cumplir su palabra el monarca, Vellido y Sancho se enemistaron, y fue cundo Dolfos o Adolfo para vengarse march� a Zamora y aguz� el venablo contra Sancho II. A la muerte de �ste, la ciudad y se�or�o de Toro paso de nuevo a poder de Do�a Elvira con su concejo que elige sus jueces, alcaldes, etc. Estando en poder de ella hasta el d�a de su muerte, el 15 de Noviembre de 1.101 y que por expreso deseo de su padre los restos mortales fueron trasladados a hombros, desde esta ciudad al monasterio de San Isidoro en la capital del reino Le�n, donde permanecen sus reliquias en el pante�n familiar.

El se�or�o de Toro pas� a poder del reino de Le�n, siendo rey el hermano de Do�a Elvira, Alfonso VI, que tambi�n lo era de Castilla, cumpliendo el testamento de su padre. Seg�n leyendas, y no solo por ello, no tuvo opciones ha haberse constituido este se�or�o en reinado independiente bajo las ordenanzas de Do�a Elvira, cuando �sta tuvo romances amorosos con el conde Enrique de Borgo�a y m�s tarde con el hidalgo labrador Don Vela, que con �ste se dijo, que estuvo viviendo en su casa. Por lo que se entiende, si no es el drama zamorano, que hasta le rob� popularidad su hermana, Urraca, con el galicismo por vulgo p�blico dentro de la familia real, Toro, pod�a haber llegado a ser reinado independiente.

Recordamos de nuevo que por estas fechas en la zona sur del Duero, valle del Guare�a, se encontraban lugares abandonados o semi-abandonados debido a los enfrentamientos con los �rabes, vi�ndose obligado (de nuevo) el reinado a repoblar la zona con gentes de otros lugares y hasta con moz�rabes del reino de Toledo, y gentes de Galicia, Le�n, Asturias, etc. Es desde estas fechas cuando la corona comienza en estos se�or�os e infantados a establecer sus poderes pol�ticos, jur�dicos y militares gobernando as� diversas comarcas con sus condes y jueces delegados de estos, y desde sus castillos reg�an peque�os territorios que se llamar�an alfoces (nombre procedente del �rabe), que se defin�a como distrito o t�rmino de una ciudad poblada de aldeas, granjas, lugares, arrabales y t�rmino de majadas; o pago que forman una sola jurisdici�n . Aunque en distintos puntos del reinado se comienza a dar poderes a los tenentes, merindades o merinos del rey, en esta zona del se�or�o de Toro, se sigue desenvolviendo el marco pol�tico y administrativo anterior.

En estas fechas de la Edad Media, el estado eclesi�stico, astuto, previsor e instruido aprovechando estas diferencias, da comienzo a sus divisiones territoriales con las provincias religiosas. La di�cesis de Zamora se fund� en el a�o 900; pues hasta estas fechas la ciudad carec�a de obispado y pertenec�a al de Astorga, que estaba regido por el obispo Sampiro y una porci�n de tiempo anterior, perteneci� al de Santiago de Compostela. En el a�o 1.121 el obispado de Zamora sufri� la primera restauraci�n incorporando la ciudad de Toro a esta Di�cesis. Hasta estas fechas Toro pertenec�a al obispado de Simancas. La orden de San Juan de Jerusal�n, incluidas sus nueve villas del Guare�a, pertenec�an al obispado de Ciudad Rodrigo. A Toro se le concede el Arciprestargo dividido en dos comarcas, tierra del pan y tierra del vino; m�s tarde se rige por arcedianatos, abad�as, vicarias, parroquias, etc., donde debemos ir comprendiendo claramente se encontraba ubicado el lugar de Villabuena dentro de la zona del vino dependiendo y perteneciendo exclusivamente a esta ciudad. Y hablar de Toro (a partir de estas fechas) es hablar de Villabuena, hasta su independencia en el siglo pasado. Ya hemos visto que toda la zona del alfoz era t�rmino de aldeas, lugares, barrios, arrabales, majadas, etc. de la ciudad que los regia, a excepci�n seg�n parece, de ciertos lugares con privilegios dados m�s tarde por el propio Alfonso VII, pero ya como rey Emperador.

Las di�cesis eran fundadas por los reyes y de esta forma los obispos, monasterios y ordenes religiosas fueron construyendo important�simos patrimonios que no dejaron de crecer; teniendo hasta la funci�n jur�dica de castigar a las gentes que ostentaban bajo sus dependencias. Esto sucedi� con la orden de San Juan de Jerusal�n, fundada en el a�o 1.113 (en Jerusal�n) por el Papa Pascual II y que como sabemos se instal� en estos lares consagrada al cuido de los enfermos, pero que m�s tarde se trasform� en una orden militar que eran m�s guerreros que enfermeros, gozando de un gran poder; m�s adelante, ya en la Edad Moderna se le conocer�a por orden Malta. A esta orden de San Juan fue a la que la reina Do�a Urraca de Galicia le concedi� en realengo a las nueve villas del Guare�a en el a�o 1.116.

Se fund� en la ciudad de Toro, el convento de Santo Domingo, que llevar�a la advocaci�n de los dominicos y la cofrad�a de San Ildefonso, aunque esta parece de clase secundaria. La conjunci�n de cualquier tipo de informaci�n referente al lugar de Villabuena en estas �pocas no nos da ninguna luz de su existencia y de ello dudar�amos, si no fuera lo que sabemos del pasado, de que junto al Guare�a el hombre se situ� desde hace milenios, en las faldas de la Pe�a.

Seg�n escritos de Fabio de Itaca, la demarcaci�n del termino del Alfoz de Toro fue hecha por Alfonso VII en el a�o 1.123 cuando a�n era infante y que en este momento la l�nea divisoria se traz� en circunferencia, teniendo como centro la poblaci�n de esta ciudad con un radio de cuatro leguas, es decir 20 kil�metros, en cuyo radio deb�a encontrarse ese lugar, hoy llamado Villabuena, pero no encontramos nada que acredite tal nombre del lugar, lo que nos sume en un mar de dudas, puesto que como sabemos, en �pocas romanas y godas ya exist�an villas. Y este valle, comprobad�simo est�, que tuvo habitantes y villas como las nueve que correspond�an a San Juan de Jerusal�n. Pero por lo que vamos conociendo, esto era un lugar cuyo poblado se encuentra entre aldea y villa, pero no es exactamente villa.

Nuestra meticulosidad nos ha llevado a encontrar unos datos, con una opci�n que nos hace pensar que desde que el a�o 1.116 en que Do�a Urraca demarca la zona de las nueve villas del valle del Guare�a a la orden de San Juan, el resto de la cuenca de este r�o hasta su desembocadura en el Duero, con sus lugares comarcanos, alquer�as, zahurdas, arrabales y majadas de pastores, todo ello perteneciente al concejo y Alfoz de Toro, se le denominaba por todos los pobladores lugare�os Valdeguare�a. Deducci�n que sacamos de la obra escrita por Juan Carlos Alba L�pez �Or�genes y desarrollo del regimiento perpetuo de Toro�. Lo que parece m�s claro es que no existe ninguna villa en este territorio, por no asentarse ning�n g�rmen de poblaci�n con caser�o como poblador principal y su servidumbre. En esta meticulosidad no hemos encontrado declaraci�n o exposici�n de cualquier materia para que se haga m�s perceptible nuestras dudas.

En citada circunferencia delimitada por Alfonso y marcada por hitos, todos los lugares y poblados que formaban el alfoz de Toro regidos por los fueros que el mismo infante concedi�, no son iguales. El documento original de estos fueros, no se conoce, pero s� es sabido de los privilegios que el alfoz de Toro goza, pues no todos los enclaves o poblaciones comprendidas en esta circunferencia, tienen las mismas obligaciones y privilegios. De las que pertenec�an al rey, estaban en primer t�rmino las villas eximidas que conven�an con otros pueblos en aprovechamiento de pastos, caso de Morales de Toro, Casasola y Pedrosa del Rey. En otro grupo figuraban las Villas de Secada, que formaban Fresno de la Rivera, Berver de los Montes, San Pedro de la Atarce, Castromembrive, Villavelli, Villalonso, Benafarces, Villarbamba, San Roman y Tiedra, todas del norte del Duero. El �ltimo grupo m�s desfavorecido, estaba formado por las villas y lugares del Guare�a, a excepci�n de Alaejos, Fuentesauco y Villamor que hab�an sido incluidas en la jurisdicci�n de Toro en el a�o 1.153 por el mismo infante Alfonso VII, ya emperador.

Sabemos que han existido muchas transformaciones en el lugar por los fen�menos atmosf�ricos de tiempos prehist�ricos y en nuestra historia actual, desde que tenemos conocimiento que el ser humano pis� este lugar, con sus posibles despoblamientos, guerras, pestes y que han podido ser derivado a las pausadas aguas del r�o; pues en ciertos escritos se hace constar que estas aguas reportaban m�s desventajas que beneficios, en aquellos tiempos. Pero todo esto no nos aclara nada sobre el tema del nombre del lugar.

En notas de nuestras recopilaciones de datos -exactamente- vemos que el d�a dos de abril de 1.153, siendo ya rey emperador el mismo Alfonso VII (fundador de la casa de Borgo�a) concede un fuero, delimitando de nuevo el t�rmino municipal del concejo y alfoz de Toro con privilegios ya citados; y �ste a trav�s de su t�o el Papa Calisto II, delega en el obispo de origen franc�s, llamado Bernardo, para la repoblaci�n de estas zonas en especial del alto Guare�a. En alg�n escrito se hace referencia a que sobre esta nueva delimitaci�n del alfoz toresano, se hace constar en el libro de los privilegios de la ciudad de Toro el nombre de Villabuena; nosotros hemos estudiado dicha documentaci�n y no podemos confirmar tales datos. Es m�s, como hemos hecho constar no existen escritos originales de tales fueros. Pues sabido es, que los concejos ten�an que conceder permisos para que en la demarcaci�n de sus tierras se pudieran fundar villas o pueblos otorgados por los fueros reales. En el que citamos de Alfonso VII el 2 de Abril de 1.153, no se indica noticia alguna sobre los privilegios otorgados exactos al Alfoz. Lo que s� est� bastante claro es que el lugar de Villabuena se encuentra integrado en el �rea que agrupa los pueblos y barrios del alfoz toresano -con sus posibles viviendas dispares.

Otro de los fueros que recibi� Toro fue el concedido por Alfonso IX en el a�o 1222, pero todas las informaciones que tenemos sobre el mismo, indican que solamente iban dirigidos a la ciudad del Alfoz. En el a�o 1.216 Fernando III �el santo� firma un fuero en la ciudad de Toro que consist�a en la pacificaci�n sobre las fronteras de los reinos de Castilla y Le�n que delimitaban con en el concejo del Alfoz toresano; y siendo �ste ya rey de Castilla y Le�n en el a�o 1.232 conforma los privilegios de Toro con una reforma del r�gimen municipal que introducir�a unos regidores de parroquia que junto a los alcaldes for�neos configurar�n un concejo cerrado con amplia representaci�n popular para ver si desaparec�a esa tendencia a estar los concejos formados por caballeros privilegiados de nobles linajes que monopolizaban el poder total. Nos supon�amos que el lugar de Villabuena y sus habitantes pasar�an a tomar participaci�n en el conjunto, no debi� de suceder as�, ya que no encontramos rese�a alguna de Villabuena o incluso Villanueva.

Uno de los dichos que nosotros entend�amos pudieran dar luz a este tema, ser�a el comentario que nos hab�an hecho de que todos los pueblos llamados Villabuena, dentro del territorio cristiano, hab�an aparecido en una �poca determinada. Buscamos escritos relacionados con este asunto y sinceramente nos ha metido en una mayor mara�a. Encontramos cinco Villabuenas, que deben de ser las que han existido en la pen�nsula cristiana. Estudiando los datos que figuraban sobre estas localidades, encontramos una Villabuena, despoblada, en la hoy provincia de �lava, perteneci� al partido judicial de Salvatierra y ayuntamiento de San Mill�n, tuvo privilegios con el conde Fernan Gonz�lez, llamado el concejo de los privilegios, hechos que sucedieron entre los a�os 950 y 967. Otra Villabuena en la misma provincia de �lava, se sabe de ella que en el a�o 1.288 fue lugar de visita del rey Sancho IV y que era denominada como Villabona en dicha fecha. Seg�n consta en escrito, Villabuena de Soria que en el a�o 1.270 era un lugar como villa muerta. Entre los muchos enfrentamientos entre cristianos y �rabes, los asturianos perdieron a su rey Bermudo I en Villafranca del Bierzo (Le�n) en el a�o 789 en cuyo ayuntamiento o concejo se cita una Villabuena. En cuanto a Villabuena de Zamora hoy, antes de Toro, hasta cerca de la Edad Media no podemos confirmar haber visto escrito con citado nombre este lugar.; y en este valle se sabe que fueron fundadas las Aldeas de Paradinas y Palomar por cercan�as a esas fechas. Lo que si podemos atestiguar haber le�do que en el a�o 1.751 se le sigue calificando como lugar y no como villa, tal vez por tradici�n.

Antes a estas fechas, tenemos referencias de Valdeguare�a y hasta de Villanueva. Estos nombres quiz� sean de cuando exist�a el convento de la orden de los Caballeros Templarios entre los a�os 1.118 y 1.312, aunque parece ser que estos santuarios se constru�an en zonas despobladas para que los mojes se dedicaran a la oraci�n. Esta construcci�n distaba del lugar de Villanueva un cuarto de legua en la ca�ada de Toro-Salamanca, por lo que de todas formas, se puede dar como lugar despoblado el asentamiento de mencionado convento y casi anexo a este lugar de poblaci�n.

Por otra parte, el distinto papel del hombre asentado en los valles de las monta�as de Valdeguare�a, creemos que solamente exist�an en algunas alquer�as dispersas, con sus edificaciones zahurdas donde los pastores y sus reba�os se cobijaban durante las noches en sus majadas y que estos moradores asentados en estos t�rminos no gozaban de privilegio de vecindad, y a�n dependiendo exclusivamente de los derechos de la ciudad del Alfoz. Adem�s, observamos claramente, que entre los muchos fueros concedidos a esta ciudad, ninguno tuvo repercusi�n beneficiosa para el lugar denominado Villabuena. Vemos que en el a�o 1.283 Sancho IV concede otro fuero y tal vez de los m�s importantes, para Toro, cedi�ndole al concejo y se�or�o a su esposa Do�a Mar�a de Molina, atorg�ndole facultades de conceder privilegios para retirar el poder de justicia a jueces, alcaldes, mayorales, guardas regios y t�rminos que estaban nombrados por la ciudad y que de ahora en adelante seria confiada la justicia de cada lugar a los hombres buenos de estos sitios, para corregir profundas anomal�as en el t�rmino del concejo. No tenemos noticia alguna de que esto repercutiera en el lugar de Villabuena.

A�n sabiendo que dentro de estos centros de alfoces, que eran el tercer escal�n pol�tico y administrativo, ten�an cabida las aldeas y lugares que eran competencia en los asuntos que afectaban a todos los vecinos, regulaci�n de pastos, montes y aprovechamientos comunales, pero a pesar de la buena disposici�n de Do�a Mar�a de Molina, la villa que era la cabeza del alfoz de Toro; sigue con las facultades directivas y segu�an recayendo los puesto directivos �nicamente en los vecinos de mencionada ciudad con su muralla y castillo. Adem�s con el agravante de ser siempre los propietarios de los centenares de kil�metros cuadrados de tierras, los elegidos para regidores. Tal sistema tra�a grandes disputas dentro del concejo al sur del Duero; pero como hemos dicho, los recursos se deb�an establecer en la villa del concejo a trav�s de los adelantados de los alfozes y de estos a los alcaldes del rey, por lo que se topaba siempre con la misma piedra y obten�a los mismos resultados.

Por ello las gentes comunes humildes hac�an revanchas para salvar el hambre, atacaban a las ordenes religiosas, que eran las que ten�an el poder y el bienestar. Pues en el a�o 1.167 el Papa Alejandro III hubo de intervenir entre gentes del concejo de Medina del Campo y la orden de San Juan de Jerusal�n; ya que hombres de Medina atacaban a las villas del Guare�a correspondientes a esta orden, matando y llev�ndose el bot�n.

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