INTRODUCION
Por regla general se suele recordar el lugar donde se ha nacido, y sobre todo si uno llega a cambiar su residencia a otra comarca. A mí me ocurre con mi pueblo donde vine a la vida, aunque la vida misma nos va separando de las cosas y lugares que añoramos, aunque éstas sean dejadas en la penumbra y el olvido de la historia. Pero a mí, movido por esta honda pasión de estima y respeto a mi propia dignidad hacia el lugar donde nací, me ha surgido la preocupación de descubrir y conocer los orígenes de mi pueblo, tal vez porque hoy tengo tiempo libre para aplicar voluntariamente la razón a la meditación en este asunto.
Con estas ideas deduzco sobre esta población, perdida dentro de la península ibérica, que el asentamiento poblado de Villabuena parece remontarse a la época prehistórica, si bien el origen concreto del enclave actual resulta difícil de establecer con lo que mi razón humana me induce a penetrar y conocer o sacar una parte de toda su historia verosímil, por no estar comprobado nada y que considero en mi reflexión que puede o merece ser creíble una narración y exposición del lugar con dosis disciplinada dentro de sus períodos históricos y prehistóricos: por que cada hombre tiene su historia, cada parte de la geografía tiene su historia, todo lo existente tiene su historia. Por ello creo entender que este lugar; mi pueblo, debe tener su narración histórica. Y, que yo con mi humildad de creencia en el conocimiento, lo afronto para darle al lugar lo que se merece, su recuerdo histórico, con su embrujo, fascinación y encanto que forman sus buracas, su mítica peña, sus cuevas, grutas y enclave geográfico en el valle del Guareña.
Yo no soy un experto en conocimientos del tema, ni del contenido del mismo; sólo con el amor de un nativo del lugar, que busca sus raíces, he tratado de arrancar del olvido, tal vez, esa discriminación que entiendo siempre ha existido, con explotaciones impecables dentro de este humilde valle. Reconociendo que los orígenes son desconocidos, pero hay una referencia que puede y debe ser creíble y válida, en la cuál me baso.
Mi obsesión e inquietud se incrementó a finales de la década de los cincuenta (en el año 1.957), cuando en una obra llevada a cabo por el patronato de repoblación forestal (ICONA), se repobló de pinos la falda de una montaña llamada “la Peña”, donde el trabajador Emiliano Feo Seco -entre otros- que realizaba labores en dichas tareas, descubrió la tumba de un sepulcro de inhumación. Este enterramiento junto con el ajuar que lo componía data -según los científicos- de la época campaniforme (unos 2.400 a 2.200 años a.C.) y que parece ser, no se limita sólo a mencionar una forma de cerámica, aunque sea de esto de donde se deriva su nombre, sino que marca un límite alcanzado hasta un momento dado en cualquier aspecto de la actividad humana, con sus zonas de más o menos asentamientos, sus culturas, sus formas de vida, con sus habitáculos, enterramientos, etc. Aquí está la referencia en la cuál me baso: donde los orígenes de esta población podían estar en esta parte oculta sobre siglos del sepulcro de esta inhumación. Al menos mi reflexión me hace comprenderlo así.
Y es aquí, en las inmediaciones de este lugar, donde hoy se sitúa mi pueblo (Villabuena del Puente), municipio de la hoy provincia de Zamora, situado a 46 kilómetros al sudeste de la capital, y próximo a la actual provincia de Valladolid. A 700 metros de altitud, con 1.079 habitantes y 26,10 kilómetros cuadrados de territorio, en su término municipal situado en la cuenca del río Guareña.
Mi deseo de saber y averiguar me ha llevado al estudio exhaustivo de todas las ciencias que constituyen el conjunto de las fuentes prehistóricas y protohistóricas para sacar un retrato literario y conocer la zona con sus orígenes. Porque sin penetrar en esta situación es imposible comprender la existencia y raíz de una aldea, un lugar, pueblo, villa o ciudad. Y máxime de este pueblo sin cronología certera, ya que no cuenta con ningún testimonio escrito.
Ello exige un trabajo de investigación basado en las corrientes culturales, unido a los estudios geológicos del cosmos, con sus eras, períodos, ciclos, etc. de millones de cientos de siglos y años, que hoy gracias a los descubrimientos de grandes científicos, arqueólogos, antropólogos, astrónomos, geólogos, meteorólogos, etc. se pueden hacer estos análisis teóricos, que aunque no se haya dado con la verdad exacta, por lo menos se intuyen y eliminan creencias visionarias fantasiosas, como aquella en que se creía que la tierra era plana, formando el centro del universo y los planetas, el sol y la luna giraban en torno a ella. o como concluía el arzobispo Ussher con otros sabios de la Iglesia en la resolución que se tomó en este asunto: “Dios creó el mundo exactamente a las nueve de la mañana del veintisiete de octubre del año 4.004 a.C.”
Los estudios de estos científicos nos pueden dar una información subjetiva del entorno de nuestro pueblo y de nuestro valle del Guareña, porque la tierra es en efecto la realidad esencial de la supervivencia del hombre, y estos están reconociendo su terrible impotencia para enfrentarse a la realidad de la naturaleza. Para ello, han tenido que pasar épocas de la historia de los pueblos, en que la especie humana alcanzaba verdaderas glorias, aún teñidas de dolor y sangre, casi siempre partiendo de la base de normas morales, sentimientos de veneración con prácticas para darle culto y satisfacción al egoísmo (superyo).
A mi entender, hechos estudiados por científicos en astronomía, entre ellos Copérnico, cuyas teorías no se publicaron hasta su inminente fallecimiento, por miedo a la reacción de la Iglesia al poner al hombre en un lugar tan insignificante. También Giordano, que fue quemado vivo por defender sus teorías, y el célebre Galileo, del que quedaron patentes aquellas palabras “a pesar de todo, se mueve” y “digan lo que digan, la tierra no permanece inmóvil en el espacio”. Todo este horizonte pasado nos testifica lo antes reseñado.
Aunque se está reconociendo y sacando conclusiones en las instituciones de astronomía en todo el mundo, la gran revolución astronómica propiamente dicha apareció el día 21 de Julio de 1.969 cuando Niel Alden Armstrong pisó por primera vez la luna. A partir de estas fechas se han descubierto cosas que no sólo influyen en las teorías, sino que el mismo día 12 Diciembre de 1.996 se dieron a conocer a través de las imágenes de televisión la existencia de agua en la luna, sobre un lago helado de una montaña tan alta como el Everest, que formó una estrella que cayó de una constelación hace cerca de 3.000 millones de años. Meses después -el día 4 de Julio- se difunde que se va a enviar una nave espacial de sondeo a Marte donde se tiene esperanza de que exista, o haya existido vida, a 800 millones de kilómetros de distancia de la tierra. Las noticias recibidas en el transcurso de la escritura de este libro con imágenes e información, son de que hace unos 4.500 millones de años en este planeta (Marte) hubo vida con grandes ríos y mares. El día 10 de Abril de 1.997 se da a conocer, que en Júpiter existe un lago de agua helada, con indicios evidentes de existencia de vida. Confiamos en que este 4 de Julio de 1.997 sea otro día como lo fue el 21 de Julio de 1.969 en que la humanidad haya comenzado una nueva era.
Para acercarnos hasta las fechas de la inhumación de las inmediaciones de donde hoy existe Villabuena del Puente, se hacen necesarios los estudios de los científicos y comprobaremos que existen indicios y principios de asentamientos humanos en esta zona, tal vez, desde los compases más remotos de la era cuaternaria y que todo ello viene a redundar en la certidumbre de que estos fondos de valles resguardados por una peña que guarnecía el río, son el escenario más característico del desarrollo de los grupos humanos en la época del Neolítico.
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