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PRÓLOGO

Lograr lo que uno pretende, introduciendo en el relato cualquier porción del espacio geográfico de un lugar poblado con sus gentes comunes y humildes, apareciendo inconvenientes que aparentemente antes no había, es una tarea difícil. Pero comprendemos que para nosotros es dulce envejecer con honradez buscando, con capacidad de aprecio por anticipado, los peligros ocultos a la verdad, aunque siempre se ha dicho que los prudentes han prevalecido sobre los audaces.

La historia que les contamos se debe al amor que sentimos por nuestra tierra y por la lealtad hacia el lugar donde nacimos; que con nuestra fidelidad a la narración de los acontecimientos de hechos pasados, entremezclados con anécdotas, aventuras o sucesos políticos, sociales, económicos y culturales, descubran aquel pueblo incomunicado y razonablemente pacífico, previa abstracción de las particularidades localistas conocidas y contadas de ante mano.

Colocar en una posición tan simple a nuestro pueblo y el hecho de reconocer la altivez y soberbia de otras localidades limítrofes, puede dar la sensación de demostración de falsas injurias, pero aunque en muchos casos carecemos de referencias escritas, hay ciertas tradiciones que nos acreditan los hechos pasados a través del tiempo transcurrido, junto a determinados descubrimientos realizados por los hombres de ciencia, como podría ser el caso de la inhumación de Villabuena del Puente de la época campaniforme, que todo ello nos sirve para poder asegurar casi con totalidad, la veracidad de la historia contada.

Creemos que escribimos sobre un lugar insólito, ya que nunca fue aldea, dehesa, alquería o villa, dudándose que sea real la mención que se le hace como granja. Nunca fue declarado villa con privilegios, aunque siempre fue reconocido como un lugar poblado cuyas actividades principales eran el pastoreo, la viticultura, la agricultura y luchar en las guerrillas. Nuestro humilde pueblo junto a sus costumbres, no ha tenido ningún jefe guerrillero, ni algún paladín andante, ni nobles esplendorosos, ni fama de contar con personalidades célebres. Tampoco se tienen referencias de la existencia de algún legado testamental como podría ser cualquier tipo de edificación o monumento, ya que aunque podría decirse que las buracas lo son, carecemos de datos acreditativos sobre la veracidad de estas formaciones rocosas, por lo que solamente las señalamos como posibilidad, no encontrando marca, residuo o vestigios alguno legado en el pasado.

Los habitantes de esta población, hoy conocida como Villabuena del Puente, hemos debido de ser fieles cumplidores con los deberes que los cargos de la veracidad y legalidad de las leyes siempre han exigido, ya que nunca nadie de la población ha cubierto puestos de gran relevancia fuera de la misma, porque luchadores siempre lo hemos sido y siempre lo hemos demostrado.

Pero he aquí que tampoco nuestros orígenes nos remiten resentimientos del pasado, sin escudriñamientos de rencillas, odios o antipatías a personas o cosas cuyo mal se desee. Somos personas que no ofrecemos maledicencia a murmurar o criticar con acritud, nos va más el esfuerzo y vigor a infundir ánimo, arrojo y valor, que de acuerdo a nuestro entender se puede orientar al auxilio de los demás. Esta es nuestra felicidad y nos sentimos afortunados si en este humilde libro lo conseguimos con el ánimo y valor de nuestro corazón, el que nos ha impulsado y movido a hacer algo tan arriesgado y difícil.

Nuestra exposición de cariño hacia nuestras raíces, nos hace agradecer vivamente a quienes quieran ser capaces de comprender nuestros conceptos en el contenido de este libro, tal vez equivocado, pero entendemos que en ello consiste la esencia del hombre. A todos expresamos nuestra gratitud y respeto.

Ricardo Hernández Muñoz

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